La bella y la bestia
NUEVA YORK (The New York Times)
Como dijo sombríamente aquel excéntrico llamado Freud: "¡Mi Dios! ¿Qué quieren las mujeres?" Cuando éramos recolectoras, queríamos cazadores. Después quisimos médicos y abogados limpios y bien vestidos, en vez de machos alfa hirsutos y semidesnudos. En la década del 60, quisimos la igualdad salarial, la cogestión y las aventuras sin cierre de cremallera. Luego quisimos papás maternales que compartieran la carga de criar a los hijos, cambiarles los pañales y hacer las compras, es decir, alfas estilo Alan Alda.
Ahora que hemos afeminado la sociedad y domesticado a nuestros hombres, obligándolos a mirar competencias olímpicas de patinaje artístico y ayudarnos a elegir patrones para estarcido de Martha Stewart, adivinen qué queremos realmente.
Vaqueros. Sí. Hombrones fornidos, rudos, de musculatura ondulante, que no sepan distinguir un Flaubert de un Fauré, ni al Rey Lear del Rey León.
La opción vaquero
Es la coda perfecta para un año en que las feministas se hicieron el harakiri por defender a su presidente, en tanto que Hillary Clinton, al dejarse pisotear por "su hombre", desenmascaraba su falso feminismo. El escándalo del juicio político se diluyó en el furor por comprar el lápiz labial rojo cereza que usó Monica en su entrevista con Barbara Walters. (Todavía hay una larga lista de espera.) El contragolpe antifeminista propone un variado menú de alternativas que va desde Doris Day hasta la muchacha sensual de Cosmo. Drew Barrymore está filmando una versión cinematográfica de Los ángeles de Charlie . Las mujeres conservadoras claman por un retorno al recato, al tiempo que las revistas femeninas jadean ardides seductores.
En medio de todo esto, aparece Sara Davidson trayendo una nueva respuesta a la pregunta de Freud. Esta periodista, devenida en guionista y productora de Doctora Quinn , ya había escrito Loose Change ("Dinero suelto"), la historia de tres mujeres que navegaban por las revueltas aguas de los 60. "Esos años cambiaron el mundo, la forma en que varones y mujeres dialogan, el modo en que la mujer se mira a sí misma. Todo ha cambiado por completo", afirmó en una entrevista concedida a The New York Times en 1977.
Veinte años después, todo vuelve a cambiar por completo. En sus nuevas "memorias noveladas", Cowboy: A Love Story ("Vaquero. Una historia de amor"), Davidson pregunta por qué una mujer no puede asemejarse más al varón y elegir compañero basándose en la atracción animal, más que en la compatibilidad intelectual.
Allá por 1993, Davidson fue a cubrir un festival de poesía y música de vaqueros. Conoció allí a Richard Goff, un trenzador de cuero crudo. Era diez años menor que ella y sabía usar las manos. En sus memorias, lo llama Zack. El único impedimento para el goce era que no compartían los mismos puntos de referencia. Cuesta creer que alguien que ha trabajado en Doctora Quinn pueda juzgar a otro intelectual y culturalmente inadecuado. Pero ella se acobardó un poco al enterarse de que el hombre nunca había oído hablar de Ana Frank, ni tan siquiera de Shakespeare. Eso sí, poseía otras dotes. "Éramos dos almas hambrientas entregadas a un festín frenético", escribe Davidson en uno de los pasajes más moderados de su libro.
Entrevistada ahora por Alex Witchell, para el Times , le cuesta explicar ese toma y daca. Unas veces parece segura del "feminismo de la cuarta ola", en que se arrojan por la ventana todas las reglas y las mujeres pueden elegir hombres "no tradicionales". Otras, se pone a la defensiva: "¿Puedo mantener una relación profunda con alguien que no ha leído El diario de Ana Frank ?", pregunta. Se debate con su elitismo y espera que la instrucción no sea más importante que el deseo.
Estúpidos pero excitantes
Hice una encuesta entre mis amigas sobre cuáles serían sus concesiones en este trueque. Una de ellas respondió: "Shakespeare y Fitzgerald son irrenunciables, pero sacrificaría algunas novelas menores de Henry James". Es duro. ¿Y si él está al tanto de los errores fatales cometidos por Bruto, pero jamás ha oído hablar de Coriolano? ¿Le exigiremos que haya tenido la vivencia del Shakespeare clásico o bastará la versión de Walt Disney?
La alternativa del vaquero ya está poniendo nerviosos a mis amigos varones. Les fastidia que justo ahora, después de haberles enseñado a parecérsenos más, decidamos parecernos más a ellos. Precisamente ahora que conseguimos inculcarles la noción de que es vergonzoso gustar de las muchachas tontas y provocativas, nos abalanzamos sobre los tipos excitantes y estúpidos.
¿Qué quieren las mujeres? Rodeo y Julieta.