La Argentina y la revolución digital
UN reciente artículo del columnista Andrés Oppenheimer, publicado en La Nación , llama la atención sobre un hecho insospechado: el éxito que ha alcanzado la República Dominicana en sus esfuerzos por colocarse en situación de competir en la economía informática, que en el futuro, seguramente, será de fundamental importancia para el crecimiento de cualquier nación.
Un país centroamericano que hasta hace poco no parecía tener demasiadas posibilidades de insertarse en la economía mundial -y cuyos recursos parecían limitarse a la explotación del turismo- está hoy en vías de convertirse en un importante centro de procesamiento de datos y programación de Internet.
El pilar del proyecto dominicano es la construcción -en las afueras de la capital del país- de un parque cibernético de alta tecnología que está atrayendo cada vez con más fuerza a las compañías extranjeras interesadas en desarrollar, con mano de obra barata, instalaciones de software, servicios de diseño y contenido de Internet y operaciones de banco de datos.
Ante esta información, parece inevitable reflexionar sobre la situación en que se encuentra la Argentina frente a los requerimientos de la llamada era digital o era de la información. Nuestro país se dispone a ingresar en el siglo XXI sin una iniciativa o plan coherente para afrontar las exigencias de la economía digital, imprescindible para toda sociedad que aspire a un crecimiento genuino en el competitivo mundo que se avecina.
Es interesante conocer las conclusiones de un informe producido recientemente por el Centro de Investigaciones en Information Technology (Cenit), institución creada en 1997 para analizar el impacto de las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones sobre la economía, la educación, el derecho, los medios de prensa y otros aspectos culturales y técnicos de la vida argentina. El informe está contenido, en todos sus detalles, en el libro "Argentina digital", de Horacio M. Lynch y Mauricio Devoto, directores del Cenit, que fue editado en noviembre de este año.
La participación de nuestro país en la nueva era de la información -señalan los autores- requiere de un cambio cultural. Es indispensable que los niveles directivos de la actividad nacional (gobierno, empresarios, dirigentes de las instituciones educativas y de las organizaciones no gubernamentales) comprendan la naturaleza y el alcance del fenómeno al que hay que hacer frente.
Para que la Argentina se coloque en situación de entrar de lleno en la digitalización -puntualiza el informe del Cenit- no hacen falta grandes inversiones: lo que se necesita es que la dirigencia se siente a pensar y que el tema se instale en la sociedad como debate. El resultado último de esa toma de conciencia deberá ser la elaboración de un plan de acción nacional que fije los pasos fundamentales para acercar nuestro país a la economía digital.
El impacto de las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones sobre la economía promete ser altamente benéfico. El uso intensivo de los recursos informáticos acelera e incrementa los negocios entre empresas, mejora la competitividad del país, contribuye a que los empresarios nacionales produzcan mejor y a menores costos y permite que el Estado gane en eficiencia y, sobre todo, en transparencia y confiabilidad moral.
Aunque es casi imposible medir con precisión el beneficio que la digitalización podría traer a nuestra economía, se estima que el crecimiento sería de alrededor del 33 por ciento, con las consiguientes consecuencias sobre el producto bruto interno (PBI).
Una tarea que no podrá ser eludida es la creación de un marco legislativo que otorgue validez jurídica a las transacciones comerciales realizadas mediante soportes electrónicos, y que establezca los correspondientes mecanismos de identificación o autenticación. Todo ello deberá hacerse, por supuesto, a la luz de los principios, las tradiciones y la cultura propios del derecho civil, de modo que los negocios digitales estén rodeados de la seguridad jurídica indispensable para el correcto funcionamiento del sistema.
Elgobierno tiene un rol fundamental en esta empresa: su misión es liderar el cambio, dictar medidas que promuevan la economía electrónica, asegurar una activa presencia argentina en los foros internacionales, proteger la privacidad de los usuarios de las redes electrónicas, coordinar las normativas correspondientes en el ámbito del Mercosur y, fundamentalmente, diseñar y ejecutar propuestas educativas acordes con las necesidades de una sociedad de la información.
Las autoridades nacionales -y, globalmente, la dirigencia política y económica- deberían prestar especial atención a las advertencias sobre la necesidad de preparar y estimular el ingreso pleno de la sociedad argentina en la etapa de la economía digital. Más que un problema de recursos, es un problema de naturaleza cultural y, complementariamente, de decisión política.