La Argentina está para más
Corría el mes de marzo del presente año cuando estaba dando una habitual presentación al directorio de una de las empresas líderes del sector energético. Al explicar los escenarios económicos para la toma de decisiones, su accionista principal cuestionó la sustentabilidad del enfoque fiscal del Gobierno. En aquel momento se presentaban dudas, en particular con planteos tales como efecto “licuadora” o “freezer” que se esgrimían para explicar la reducción del gasto público. En ese momento no dudé en asegurar que, si bien se podía calificar de varias formas la política fiscal del Poder Ejecutivo, la Argentina nunca tuvo un titular tan comprometido y convencido del equilibrio de las cuentas públicas como el presidente Milei. Su actitud me hace acordar a un buen amigo y gran estadista, Mario Draghi (presidente del Banco Central Europeo), cuando en la crisis del euro (2011-12), acuñó la frase “haré todo lo necesario” (“whatever it takes” fue su expresión en inglés). Tan contundente resultó su postura que nadie más se atrevió a jugar en contra de la moneda de la Unión Europea. Nuestro presidente tiene un compromiso similar, en este caso con la sensatez presupuestaria, y hará todo lo imaginable e inimaginable para sostenerla. Este fenómeno marca una gran diferencia con el pasado y ha comenzado a internalizarse en gran parte de nuestra sociedad. Será difícil hacia adelante que cualquier aspirante a la primera magistratura, proponga un “plan platita” o “manotear” al Banco Central como se hizo en nuestro país a partir de 2010.
Sin embargo, la política económica de un país con visión estratégica debe tener la convergencia de cuatro vectores, a saber: el fiscal, el financiero, el monetario y el cambiario. En el primero ya no caben dudas de que el equilibrio fiscal no se negocia. En el segundo, el logro es aún parcial; en el tercero, se instauró una autoridad monetaria con independencia en el manejo de los instrumentos y que no funciona más como la tarjeta de crédito del Tesoro. La mayor incertidumbre se presenta aún en la política cambiaria. Está implícito que el esquema de devaluación preanunciada (crawling peg) al ritmo del 2% mensual es solamente transitorio, en particular porque, a diferencia de los años 90, los países han dejado flotar su moneda. En nuestro enfoque como “hacedores” de política económica creemos que es necesario brindar un horizonte permanente que permita la “convivencia” entre el peso y el dólar a libre elección de los argentinos, en el marco de un tipo de cambio flotante, con política monetaria anticíclica. Es decir, con un Banco Central acumulando reservas a medida que haya ingreso de capitales, para pasar a ser oferente de divisas en momentos de gran volatilidad cambiaria, sobre todo cuando es impulsada por fenómenos internacionales.
Más aún, cuando analizo las megatendencias mundiales, veo que el tren de la historia para una vez más por un andén llamado Argentina. Hoy el mundo demanda seguridad energética, trazabilidad de alimentos y energías limpias. Para no perder esta oportunidad, no podemos conformarnos solo con el equilibrio fiscal y la desregulación. La Argentina está para más.
En efecto, se requiere un enfoque estratégico que tenga como norte el desarrollo económico social y humano de nuestra sociedad. Para lograrlo, necesitamos una agenda que contenga transformación y simplificación impositiva, junto a una modernización laboral y logística, una profundización del mercado financiero, y una política internacional dedicada a generar nuevos mercados para la producción nacional, junto a negociaciones de tratados de protección de inversiones de última generación, con países complementarios al nuestro. Para generar este nuevo horizonte, la Argentina debe hacerlo tomando como base la innovación como elemento diferenciador. Esto se logrará con incentivos para programas en investigación y desarrollo del sector privado. Es decir, impulsando una política que priorice la inversión en conocimiento como eje de nuestro desarrollo. La resolución de los problemas de corto plazo debe estar alineada con los cambios estructurales que la Argentina precisa para consolidar un crecimiento sostenido de por lo menos 3,5% anual. La meta es alcanzar una tasa sólida y poder mantenerla en el tiempo.
Nuestro país necesita avanzar hacia la construcción de un camino productivo, federal y de innovación. En síntesis, estos son los tres pilares para construir un cambio profundo que sea bisagra en nuestra historia: una revolución impositiva, una revolución exportadora y una revolución federal.
•Revolución impositiva: ampliar la base de tributación, bajar impuestos para nuevos trabajadores que se incorporen a la vida laboral. Para que el superávit fiscal sea sustentable, hay que lograr que más argentinos salgan de la informalidad y puedan contribuir a través de sus impuestos a poder bajar la relación con el gasto público.
La modernización tributaria debe impulsar la inversión y la competitividad, otorgando beneficios y eliminando impuestos distorsivos con un cronograma preciso y cumplible. Por eso se propone, para las nuevas inversiones, la amortización acelerada de bienes de capital en el impuesto a las ganancias y la devolución anticipada del IVA para imputar hasta 4% de esta como pago a cuenta de Ganancias. En la misma línea se debe reducir la distorsión impositiva alrededor del IVA y el impuesto a los créditos y débitos (en jurisdicción nacional) y el impuesto sobre los ingresos brutos (en jurisdicción provincial); es clave que el Estado, en todos los niveles, se comprometa a realizar una devolución automática de estos tributos para las exportaciones. Además, se debe fijar un cronograma que permita el uso de todo el impuesto a los débitos y créditos bancarios como pago a cuenta de Ganancias de sociedades para todas las actividades económicas. Sería la ocasión de simplificar el régimen tributario. Los niveles de eficiencia del Estado mejorarían con una coordinación eficaz entre los niveles de gobierno, que sobre todo evitará la doble o triple imposición y sus costos económicos y administrativos.
•Revolución exportadora: la Argentina debe convertirse en una máquina exportadora para generar dólares genuinos y no de endeudamiento u otras operaciones financieras. Se necesita generar una inserción productiva con el mundo, que nos permita capturar las nuevas cadenas globales de valor y mostrarnos como proveedores confiables. Deben fijarse objetivos muy claros para que se hagan propios en toda la sociedad y nos brinden un sentido de propósito. En primer lugar, generar una integración productiva con el mundo que nos permita duplicar nuestras ventas externas en la próxima década. Segundo, diversificar las exportaciones hacia productos de mayor valor agregado, que no solo sean bienes primarios como el trigo o el petróleo, exportando también servicios así como logrando que las marcas argentinas se inserten en el globo. Tercero, desconcentrar las ventas hacia nuevos destinos tales como India, Vietnam, Malasia, Sudáfrica, Arabia Saudita, por solo mencionar algunos. Cuarto, derramar los beneficios de las exportaciones sobre todo el espectro productivo. En la misma dirección, es necesaria una política de infraestructura que permita bajar los costos de transporte, para que nuestros productos sean más competitivos a la hora de exportar.
•Revolución federal: es necesario dar a las provincias los recursos que les corresponden de acuerdo con el marco legal existente. Por ejemplo, impuestos tales como el IVA deben ser en su totalidad coparticipables. En cambio, hoy el 11% se destina a financiar la seguridad social. Por tanto, un primer paso para subsanar la desigualdad territorial es la derogación de la mayoría de las asignaciones específicas tales como la descripta. Más aún, fijar la distribución primaria y secundaria con base en los criterios constitucionales, enfatizando las modificaciones sobre las competencias, servicios y funciones entre la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos Aires. En este nuevo marco es necesario actualizar la coordinación tributaria federal que posibilite una necesaria modernización tributaria que potencie la competitividad de los sectores productivos.
Solo con una agenda de este calibre y una probada capacidad de implementación, dejaremos atrás un pasado de frustración colectiva. El equilibrio presupuestario es condición necesaria pero no suficiente para alcanzar un desarrollo sostenido e inclusivo. Estará en todos nosotros pensar y ejecutar una Argentina superadora, respetada e inclusiva.
Director de Fundación Capital