La Argentina en la presidencia del G-20
El 1° de diciembre próximo, la Argentina se hará cargo de la presidencia del G-20 en el peor momento de este grupo desde su fundación, en 1999, a raíz del cambio en los Estados Unidos, que está pasando a sostener posturas antiglobalización.
Precisamente el G-20 fue creado como un espacio de diálogo informal entre los funcionarios gerenciadores de la política económica de países que por su tamaño o su rol de mercado tienen un papel importante en la economía global. No son necesariamente los países más grandes, que desde ya están presentes. Hay casos como el nuestro, que logró estar entre los fundadores por haber sido en esos momentos el mayor colocador de deuda de la categoría "mercados emergentes".
El G-20 propició algo que ya sucedía en el G-7: una gran interacción a nivel de viceministros vía conferencias telefónicas, algunas reuniones presenciales y seminarios a lo largo del año, configurando la verdadera "cocina" de la coordinación internacional de las políticas económicas.
El lanzamiento del G-20 fue en septiembre de 1999, en una reunión paralela a la asamblea del FMI y del Banco Mundial de ese año. Pocos podían suponer entonces la importancia que este foro habría de tener para nuestro país unos años después a raíz del default. La crisis argentina ocupó un lugar central en la agenda del G-20 desde mediados de 2000 hasta la reestructuración de 2005. Al momento de la asunción de Néstor Kirchner, en mayo de 2003, se desarrolló en la Ciudad de México un seminario de reestructuración de deuda del G-20 que dejó de manifiesto muchos de los errores cometidos por el FMI y por los dirigentes argentinos que llevaron a la suspensión de los pagos de deuda en diciembre de 2001 y su posterior default.
Entre 2002 y 2003, la Argentina tuvo que lidiar en simultáneo con la crisis interna en el FMI y con la actitud antiargentina de Italia en el G-20. En el año previo al default, nuestro país cometió el grave error de colocar bonos de deuda entre ahorristas de Italia y Japón que no entendían lo que estaban comprando, cosa que fue posible por la laxitud de las normas, el pobre control de los organismos de supervisión de esos países y la irresponsabilidad de los funcionarios argentinos.
De hecho, la Argentina no asistió a la reunión ministerial de noviembre de 2004 por la encerrona diplomática que se había gestado para que otorgásemos condiciones más favorables al canje de deuda que las que habíamos anunciado en Dubai unos meses antes. Pasado exitosamente el canje de 2005, volvimos al G-20 con el reconocimiento de la tarea realizada.
En 2008, cuando el presidente Bush (h.) estaba terminando su mandato, impulsó darles nivel presidencial a las reuniones anuales del G-20. Las cumbres dejaron de ser reuniones de ministros y presidentes de los bancos centrales. En la Argentina esto coincidió con un desafortunado repliegue del país de la arena internacional, en que la participación en el G-20 pasó a tener un carácter de formalidad presidencial.
Por suerte, esa página de grandes dificultades quedó superada. Desde el cierre del conflicto con los holdouts y la vuelta a los mercados financieros internacionales, la Argentina despierta la mayor curiosidad del mundo económico. Esa curiosidad es el favorable "telón de fondo" de la presidencia que viene en el G-20. En términos de diplomacia económica, la oportunidad de volver al ruedo desde un lugar central empezará el 1° de diciembre, al asumir la presidencia del G-20. Ojalá no se desperdicie.
Economista, fue la contraparte nacional del G-20 como secretario de Finanzas entre 2002 y 2005