La Argentina, bajo un doble peligro
El régimen teocrático de Irán, responsable del atentado a la embajada de Israel y a la AMIA, lanzó una real amenaza al país; el Gobierno además reorganizó la vieja SIDE, en la que tendrían una importante influencia el viejo jerarca Antonio Stiuso y el dirigente radical Enrique “Coti” Nosiglia
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El país vive un momento doblemente peligroso. Hubo, por un lado, una amenaza real del régimen teocrático de Irán, a través del diario oficialista Tehran Times. El periódico que mejor expresa las opiniones del gobierno iraní señaló que la Argentina pagará por haber reconocido formalmente que Hamas es una organización terrorista. Lo es. Qué duda cabe. El gobierno de Irán es, además, el responsable de los dos atentados que volaron la embajada de Israel en la Argentina, primero, y la sede de la mutual de la comunidad judía (AMIA), después, en los años 90. El atentado a la AMIA, del que se cumplieron 30 años de impunidad el jueves pasado, dejó 85 muertos y es uno de los más graves que haya sufrido el pueblo judío desde el Holocausto. La Justicia argentina concluyó, definitiva y formalmente, que esa criminal incursión en territorio argentino fue responsabilidad intelectual y financiera de Irán. El anuncio del Tehran Times estableció lo que se conocía mediante trascendidos de los gobiernos más poderosos del mundo: Irán es aliado y cómplice de Hamas y lo fue en la salvaje invasión a Israel del 7 de octubre pasado, cuando asesinó, torturó, violó y secuestró a ciudadanos israelíes inocentes. Hasta ahora, siguen cautivos de Hamas 121 rehenes, algunos argentinos. Los ayatollahs de Irán le reprochan a Javier Milei que haya aceptado, simplemente, una realidad objetiva: Hamas tiene una fachada política, detrás de la cual se esconde una cruel organización terrorista.
El segundo peligro argentino es que el gobierno nacional acaba de reorganizar a la vieja SIDE, el servicio de inteligencia del Estado, devolviéndole el nombre de SIDE y creando tres divisiones: Seguridad Interior, Seguridad Exterior y Ciberseguridad. El nombre importa poco, y menos aún el organigrama. El problema está en las viejas mañas. El Presidente aseguró que esas cloacas de la política argentina dejarán de hurgar en la política interna. Resulta que casi paralelamente la periodista Camila Dolabjian publicó en LA NACION que en ese nuevo organismo de inteligencia tendrán una importante influencia el viejo jerarca de la SIDE Antonio Stiuso y el eterno dirigente radical en las sombras Enrique “Coti” Nosiglia. Ambos influirían a través de Santiago Caputo, el poderoso asesor de Milei. Un tío de Santiago Caputo, el inolvidable excanciller Dante Caputo, le diría a su sobrino: “La política con mayúscula no se hace en los servicios de inteligencia ni con los servicios de inteligencia”. Pero ni a Stiuso ni a Nosiglia les interesa la SIDE por el importante papel que puede cumplir en la seguridad del país. Según sus antecedentes históricos, los dos se ocuparon de las miserias de la política local cuando participaron del control del servicio de inteligencia. Sobresale Stiuso, más que nadie, en esos despreciables menesteres; él le sirvió durante muchos años a Cristina Kirchner para crear historias falsas de periodistas y de medios periodísticos críticos, de opositores políticos y de empresarios odiados por el régimen cristinista. De hecho, el fallecido juez Claudio Bonadio encontró en un allanamiento fortuito en la casa de Cristina Kirchner 12 carpetas con información de los servicios de inteligencia sobre políticos y empresarios que ella consideraba enemigos. Bonadio mandó esas carpetas a sorteo (no eran motivo de su allanamiento) y el caso cayó en manos del juez Marcelo Martínez de Giorgi, que aspira a ser camarista y a que su esposa sea nombrada jueza federal en la provincia de Buenos Aires. Martínez de Giorgi tiene una vieja relación con Stiuso, quiere ascender (necesita los votos de la mayoría del Senado) y se propone llevar a su esposa a un alto cargo de la Justicia Federal. ¿Cómo esperar que esa causa progrese en sus manos? Improbable, si no imposible. Milei conoce muy poco de la Justicia y le da escasa participación en sus decisiones al ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. Influye mucho más el juez de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti, padrino del juez federal Ariel Lijo, propuesto para integrar el máximo tribunal de justicia del país. La candidatura de Lijo fue tan cuestionada que hasta abrió una grieta en la cima de la conducción política de la comunidad judía; varios expresidentes de la DAIA, la más importante organización política de la comunidad, cuestionaron al actual presidente, Jorge Knoblovits, porque este envió una carta de apoyo a la designación de Lijo como juez de la Corte Suprema. Nadie sabe por qué Knoblovits hizo eso ni quién empujó su mano para firmar tal carta. Milei ni siquiera necesita a Lijo, conocido por anestesiar las causas por corrupción, porque el actual presidente no tiene ninguna denuncia por corrupción. Ese es el contexto de la inteligencia y de la Justicia locales en el que se inscribe la clara amenaza a la Argentina de parte del criminal régimen que gobierna Irán. Por eso, el momento es doblemente peligroso: por la amenaza externa y por las ruindades internas.
El poder puede sembrar y cosechar rápidamente una insoportable cultura de agresiones y de agravios. Mientras el poder dure
Alguien debería filtrar los arrebatos del Presidente en la red social X. El último berrinche desplazó a un funcionario, uno más de su gobierno, y ofendió a dos exintegrantes, que trabajaban ad honorem, de su Consejo de Asesores Económicos. Se trata de Fausto Spotorno, uno de los mejores exponentes de la nueva generación de economistas, y del empresario textil Teddy Karagozian, el más apegado entre el empresariado a una economía cerrada y antigua. Las ideas de Karagozian son polémicas y su presencia provocaba incomodidad en ese consejo, sobre todo porque muy pocas cosas son tan caras en la Argentina como los productos textiles. Tiene derecho, no obstante, a opinar sobre el Gobierno y a decir, como dijo, que no hay reactivación de la economía y que el dólar oficial está subvaluado. Spotorno fue mucho más diplomático y explicó públicamente que renunció a ese consejo porque eran incompatibles sus funciones dentro del organismo y su trabajo como economista privado. Pero es cierto que Spotorno había criticado un anuncio del ministro de Economía, Luis Caputo. Milei sacó a Spotorno de la diplomacia y lo acusó sin pruebas de buscar información reservada para la consultora que dirige con Orlando Ferreres. Para el Presidente, siempre hay un móvil económico detrás de las posiciones y los principios de las personas. Los periodistas son ensobrados o directamente corruptos. Los economistas trabajan para sus clientes. ¿Será que él era así cuando trabajaba como economista? ¿Será que solo le importaba beneficiar a sus clientes? ¿O, acaso, está enojado porque los economistas dicen que el consumo en supermercados bajó un 10 por ciento en mayo y un 12,5 en junio, y que eso es consecuencia de la recesión y de los pobres ingresos de la mayoría de los argentinos? Hay que aclararle al Presidente que esos mismos economistas subrayan que hubo una leve recuperación de la economía desde el sector agropecuario y que la caída del PBI durante este año, el 3,5 por ciento según el Fondo Monetario, es menos profunda que la que pronosticaba el fuerte ajuste de la economía hecho por Milei.
El Gobierno busca litigios hasta donde no los hay. Es raro, pero por primera vez la vicepresidenta, Victoria Villarruel, cometió un acto impolítico e injusto en la política exterior. Como consecuencia de un pleito menor entre una parte de la selección argentina que cantó un estribillo con párrafos racistas y homófobos tras ganar la Copa América, Villarruel destrató a Francia porque había franceses ofendidos. El estribillo fue creado por los argentinos en la final de la Copa del Mundo entre la Argentina y Francia. Los cánticos de las canchas de fútbol son casi siempre, y desgraciadamente, ofensivos. Pero el principal jugador argentino que protagonizó esos cánticos en Miami, Enzo Fernández, se disculpó en el acto. Para sorpresa de todos, Villarruel acusó a Francia de ser una nación colonialista. Habló contra uno de los principales países de Europa con las ideas de un nacionalismo rancio y desusado, que Francia no merece, porque su gobierno ni siquiera había opinado sobre el tema. Milei tuvo el acierto de enviar a su hermana, Karina, a pedir disculpas a la embajada de Francia, aunque fue el primer desacuerdo explícito y público con su vicepresidenta. El caso le costó el cargo al entonces subsecretario de Deportes, Julio Garro, porque este aconsejó un pedido de disculpas por aquellos cánticos de la selección argentina. Se lo pidió a Messi. Error. Messi ni siquiera estuvo en esa festichola. Pero ¿era un pleito como para echar a un funcionario? No, desde ya. Los funcionarios quedaron cuadripléjicos de pánico. No hacen nada, no dicen nada.
Milei se las agarró también injustamente contra la periodista de LA NACION Sofía Diamante porque esta había opinado sobre las últimas decisiones del ministro Caputo en materia cambiaria. Poco después, el empresario Marcos Galperin escribió un increíble tuit hiriente contra la periodista María O’Donnell, ni siquiera por algo que valga la pena. El poder puede sembrar y cosechar rápidamente una insoportable cultura de agresiones y de agravios. Mientras el poder dure.