La Argentina, a contramano en la educación inicial
Nueve mil niños y niñas de 0 a 3 años no tienen vacantes en los jardines maternales públicos de la ciudad de Buenos Aires. Lo admitió el propio ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich. Si para algo sirvió el muy vapuleado sistema centralizado de inscripción escolar online (a mi juicio sumamente útil y algo que las provincias deberían imitar) fue para transparentar el gran déficit que arrastra la ciudad en cuanto a instituciones educativas para los primeros años de vida.
El tema no es nuevo: en 2006, la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) demandó al gobierno de la ciudad por carecer de vacantes para 6000 niños de 0 a 5 años. Dos sentencias obligaron al Ministerio de Educación a firmar un convenio comprometiéndose a garantizar esos cupos antes de 2012. Aunque hubo avances, los incumplimientos continúan y la demanda creció.
El art. 24 de la Constitución porteña establece que "la Ciudad asume la responsabilidad indelegable de asegurar y financiar la educación pública, estatal, laica y gratuita en todos los niveles y modalidades, a partir de los cuarenta y cinco días de vida hasta el nivel superior". Pero miles y miles de padres, especialmente madres, no cuentan con instituciones escolares donde dejar con tranquilidad a sus hijos para salir a trabajar. El problema se agrava en la zona sur y en las villas de la ciudad, cuya población creció un 50% en la última década. Miles de familias enfrentan una doble discriminación: la educativa, social y cultural de sus hijos; y la económica y laboral de los padres. Pero esta exclusión afecta mayormente a las madres. Es una mezcla explosiva de pobreza (más del 20% de los niños del país sufre algún tipo de insuficiencia alimentaria) y exclusión de género que explica por qué los hogares con niños, a cargo de mujeres, presentan índices de pobreza y necesidades básicas insatisfechas muy superiores a los hogares a cargo de varones (censo 2010 y Observatorio de la Deuda Social de la UCA 2012).
La exclusión social y educativa en los primeros años de vida es infinitamente peor en el resto del país que en la Capital. La cobertura de salas de 3 años en jardines de infantes es bajísima, mientras que en Buenos Aires llega al 85%. Casi no hay jardines maternales estatales para los dos millones de niños menores de 2 años que hay en la Argentina. Según datos de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de Calidad Educativa, hay provincias, como La Pampa, que no tienen ni un solo jardín maternal. Catamarca tiene 1. San Luis, 2, pero son privados. Tucumán, 4, para un total de 78.316 niños. Córdoba, tan sólo 27. Un mapa desolador que revela que en la Argentina prevalece la vieja creencia de que un bebe o niño menor de 3 años siempre estará mejor en la casa, con la madre. ¡Como si las madres hoy no tuvieran que trabajar fuera del hogar!
"Tenemos que sacarnos el prejuicio de que los más chicos se van a desarrollar solos sea cual sea el contexto", explica Mercedes Mayol Lassalle, presidenta de la Organización Mundial de Educación Preescolar de la Argentina y vicepresidenta para América latina. "Las madres necesitan apoyo, y una mamá pobre, mucho más. América latina es la región más desigual del mundo y el acceso a la educación infantil también está marcado por este proceso: los niños pobres no acceden o acceden a circuitos más empobrecidos."
Hasta hace unas décadas se creía que la educación formal tenía que comenzar en preescolar, como ocurre hoy. Pero las neurociencias revelaron que los primeros tres años de vida son críticos en el desarrollo cognitivo de un niño. Estudios internacionales han comprobado que una educación temprana mejora notablemente las trayectorias escolares de los chicos de sectores vulnerables, disminuyendo la repitencia, el abandono y la exclusión posterior de los jóvenes que no estudian ni trabajan.
En América latina, Bachelet fue pionera en adoptar un enfoque integral. Durante su primera presidencia lanzó el programa Chile Crece Contigo. Se crearon 3500 maternales y 80.000 vacantes en sólo 4 años. Con esta misma óptica también han avanzado Uruguay, con Uruguay Crece Contigo, y Colombia, con el programa De O a Siempre.
En la Argentina vamos a contramano. Desde la sanción de la ley 26.233 en 2007, conocida como la ley Alicia Kirchner, se ha priorizado la creación de centros de desarrollo infantil que dependen de los ministerios de Desarrollo Social y no tienen supervisión de Educación. La Ciudad también aplica este modelo con los centros de primera infancia. Son instituciones asistenciales para niños pobres sin conducción pedagógica ni docentes a cargo del aula.
Cada vez que he solicitado a los funcionarios responsables que estas instituciones cuenten con los mismos requisitos pedagógicos de una institución educativa, me explican que "sería muy caro". Lo cual me indigna y aflige, y me hace recordar la célebre frase de un educador norteamericano que hace tiempo advirtió: "Si usted cree que la educación es cara, pruebe la ignorancia". Es lo que estamos haciendo en nuestro país con los niños más necesitados.
© LA NACION
La autora es legisladora porteña, UNEN Suma+
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