La apertura de sesiones del Congreso, una oportunidad para construir consensos
En pocos días más, el presidente Javier Milei debe cumplir con el mandato constitucional de presentarse y hacer la apertura del período ordinario de sesiones ante el Congreso reunido en Asamblea Legislativa. Este acontecimiento -“muy sabio”, en palabras del comentarista de la Constitución de los Estado Unidos Joseph Story-, tiene como fundamento otorgarle al jefe del Departamento Ejecutivo una “tribuna institucional” en donde informe sobre el estado de la Nación, haga conocer sus proyectos para dar mayores herramientas para la deliberación del cuerpo legislativo, y le permite hacer una reseña de las medidas que considere necesarias y convenientes para su administración de gobierno.
Este procedimiento tiene su origen en las costumbres del Parlamento inglés, y se plasmó en la Constitución de Estados Unidos, en su art. 2, sección 3ra. y, fue incorporado en nuestro texto fundamental en los arts. 63 y 99 inc. 8.
En Estados Unidos, el famoso “Estado de la Unión” fue una práctica descontinua, por cuanto el tercer presidente de los Estado Unidos, Thomas Jefferson, se apartó de este mandato y no se presentaba ante el mismo ya que este consideraba que ese discurso tenía rémoras monárquicas. El discurso del “Estado de la Unión” tiene gran importancia, porque el Presidente se presenta ante el Congreso y presta un informe detallado de la situación de la administración de gobierno para que el cuerpo legislativo lleve adelante las reformas que busquen como resultado una buena gestión.
Esta práctica fue copiada en nuestra Constitución y a lo largo de nuestra historia nuestros presidentes se hicieron presentes y otros faltaron a la apertura de las sesiones frente al Congreso. En 1871 Domingo F. Sarmiento hizo su discurso ante la Asamblea Legislativa en julio de ese año –hasta 1994 la fecha de inicio era el 1 de mayo–; pero Bartolomé Mitre en 1866 no participó de la apertura y la llevó adelante Marcos Paz. También por motivos de enfermedad se ausentaron ante el legislativo los presidentes Roque Sáenz Peña y Roberto Ortiz.
Un párrafo aparte fue la decisión del presidente Hipólito Yrigoyen (UCR), quien no participó durante todo su mandato por enemistad con un Congreso producto del fraude electoral y el bloqueo sistemático que llevaban adelante las bancadas opositoras a su programa de gobierno. La actitud asumida por Yrigoyen llevó a que, en la Sesión Preparatoria del 26 de abril de 1921, el diputado socialista Federico Pinedo dijera: “Nos hemos reunido para dejar a esta Cámara constituida y en condiciones de funcionar desde el 1 de mayo. De acuerdo con el reglamento, la Honorable Cámara declararía en esa forma que, para cumplir su misión constitucional, el parlamento puede reunirse por sí solo; declararíamos la completa autonomía del Congreso y su absoluta independencia del Poder Ejecutivo”.
En conclusión y siguiendo al jurista riojano Joaquín V. González, la apertura del período de sesiones ordinarias permite una comunicación más directa entre el presidente y el Congreso, y el mensaje presidencial se debe concentrar en los objetivos de su administración, las políticas públicas y las decisiones legislativas trascedentes.
Teniendo como marco la conflictiva relación mantenida entre ambos poderes en estos primeros meses, esta ceremonia asoma como una oportunidad concreta que tiene nuestro primer magistrado para intentar acercar posiciones con el órgano legislativo. El Presidente tiene delante de sí una ocasión especial para tender puentes y buscar lugares comunes que le permitan cumplir con los propósitos de su gobierno y promuevan el bienestar general de la sociedad en su conjunto, en base al diálogo, el debate público y la construcción de consensos.