La apasionante biografía de Bam Bam Miranda
Con dinámica coral, Germán Arrascaeta reconstruye el derrotero del percusionista peruano que revolucionó la música de cuarteto
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Cuando uno de los críticos de música popular más prestigiosos de la Argentina define al libro que tenemos entre manos como “una biografía en llamas de un personaje que atravesó la música de Córdoba dejando un surco profundo”, es como cuando el Indio Solari, en “Las increíbles andanzas del Capitán Buscapina en Cybersiberia”, nos dice “¡Abrochensé los cinturones, mis queridos!”. En el prólogo de El Patrón del ritmo - Buscando a Bam Bam Miranda, de Germán Arrascaeta, Gabriel Plaza también advierte: “En el fondo, este material funciona como un manifiesto, un acto de reivindicación estética sobre un artista y un circuito (el del cuarteto) que siempre es mirado de reojo por los que ejercen el camino del periodismo musical”.
Se trata de un reciente lanzamiento de la Editorial Vademécum, el emprendimiento de Roque Di Pietro, que ostenta un catálogo admirable: desde Tigres en la lluvia, un brillante trabajo de Martín E. Graziano sobre Invisible, hasta dos grandes colaboraciones de Daniel Riera y Fernando Sánchez, una compilación de entrevistas a Charly García y la edición definitiva de Virus, una generación, sobre el emblemático grupo liderado por Federico Moura. Y otra de las gemas a destacar: Como esperando la noche, las flamantes memorias del uruguayo Fidel Sclavo sobre el disco Zurcidor de su notable compatriota Eduardo Darnauchans.
El cordobés Germán Arrascaeta es un referente del periodismo musical (y cultural) con una trayectoria que abarca tres décadas en La Voz del Interior. Pero es, ante todo, un aliado de sus colegas y un amable anfitrión. Nos conocimos en la Plaza Próspero Molina, en los camerinos de la ediciones seminales del Cosquín Rock, a comienzos del nuevo milenio. Y más allá de su actividad principal, vale destacar su rol como cantante de The Tristes, el grupo de power pop con el que lleva editados cinco discos.
Esta biografía coral del percusionista Bam Bam Miranda (Lima, Perú, 1956 - Córdoba, 2011), su primer libro, funciona como la puerta de entrada a una multiplicidad de universos musicales, en una sucesión de historias maravillosas, con el velado, frenético y triste mambo marginal producto de su adicción a la cocaína, la sustancia que el artista peruano consumió por primera vez a los 10 años.
Como un Forrest Gump de la percusión, Bam Bam tuvo mil vidas en una. De cuna aristocrática (de su padre sabemos que fue diplomático y juez de la Corte Suprema), fue la oveja descarriada. Vivió en la selva amazónica, donde absorbió ritmos y costumbres de los pueblos originarios. Antropólogo espontáneo, fue en busca del legado afro-peruano (“había armado un Buena Vista Social Club con los talentos negros disgregados”, asegura una de sus exparejas, Olga Tarditti), tocó en Nueva York en la orquesta del legendario Machito, junto al virtuoso pianista frances Michel Petrucciani y el guitarrista Jim Hall, le enseñó las virtudes del cajón a eminencias como Alex Acuña y Rubem Dantas, llegó a la Argentina de la mano de Alejandro Lerner en los 80 y tocó con Liliana Vitale y Teresa Parodi, tuvo como discípulos al mendocino Facundo Guevara y al exbaterista de Divididos Jorge Araujo, fue amigo de rockeros (Willy Crook, Pity Alvarez, Gustavo Cordera, entre otros) y luego de sumarse a la banda de La Mona Jiménez, a comienzos de los 90, revolucionó el ritmo del cuarteto cordobés. “La de ustedes es una música que gira como una pelota, y la música con swing debe girar como un huevo”, explicó. Su mayor marca puede verse en el increíble recitado que abre Raza Negra, el álbum conceptual que La Mona lanzó en 1994.
“Si uno la disfruta, la vida se transforma en un realismo mágico maravilloso”, le dijo a Víctor Pintos en una entrevista previamente inédita. El periodista le había mencionado a García Márquez, y Bam Bam, culto y descarriado como Luca Prodan, dejó una frase para la posteridad.