La abanderada de Callao
En el Ejército de los Andes hubo una eximia jinete que peleó a la par de los hombres por la independencia americana, en especial en el Perú, donde le otorgaron el honor de llevar la bandera en el campo de batalla; se llamaba Josefa Tenorio y era afrodescendiente y esclava
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Josefa Tenorio no tiene una calle con su nombre en Buenos Aires. Pero quizás, un pedacito de Callao le pertenece.
Para explicar esta afirmación, hagamos un poco de historia. Cuando a mediados del siglo XVI los españoles se asentaron por vez primera en un lugar próximo al Pacífico Peruano al que bautizaron más tarde Callao, lejos estaban de imaginarse que con ese nombre se llamaría también, unos cuántos años después, una de las avenidas más importantes de la ciudad de Buenos Aires.
Es que Callao, en Perú, se convirtió en poco tiempo en una ciudad y un puerto fundamental para el comercio de los colonizadores españoles y, más tarde, en un bastión realista de los más difíciles de vulnerar en la gesta independentista sudamericana. De hecho, el General San Martín y su ejército lograron arriar la bandera española de Real Felipe -inexpugnable fortaleza del lugar- en septiembre de 1821, después de sitiar la ciudad meses por mar y tierra.
La historia les daría a los realistas la oportunidad de recuperar esa ciudad un tiempo más, en el año 1824, pero en el plano de Buenos Aires, en 1822, ya aparecía la calle con el nombre de Callao, en homenaje a la gloriosa gesta de San Martín en ese enclave portuario peruano. Entonces, la primitiva arteria era la avenida de circunvalación de aquella aldea porteña, que poco antes llevaba por nombre Calle de las Tunas, por la cantidad de esas plantas tipo cactáceas que había por esa zona, aún salvaje.
Otros nombres relacionados con aquella epopeya de Callao dejaron su marca en la cartografía porteña. Por caso, la calle Esmeralda recuerda una fragata española apresada allí por el capitán Cochrane (que también tiene su calle) en noviembre de 1820. Se pueden sumar también a la lista a Las Heras, Guise, Espora y Miller, entre otros.
Pero en el listado el plano porteño de quienes participaron de aquel sitio histórico no vamos a encontrar a un personaje que, por su valentía, méritos y calidad como jinete, fue elegida por el General Las Heras como abanderada de aquella aventura independentista en tierras peruanas. Se trata de Josefa Tenorio. Mujer, negra y esclava de Doña Gregoria Aguilar, que se alistó en el ejército de los Andes, llevando su propio caballo, para servir a la causa de la emancipación americana.
Ataviada con uniforme de soldado y provista de sable y pistola, Josefa cruzó Los Andes con las tropas del libertador y destacó en el campo de batalla, en especial en Perú. “Mi sexo no me ha sido ni será impedimento para ser útil a mi patria”, escribió ‘la Negra’ Tenorio, como le decían, en una carta dirigida al General San Martín en la que pedía su libertad en virtud de los servicios prestados.
En esta misiva, rescatada en el libro Argentinos de origen africano, de Marcos de Estrada, la intrépida afrodescendiente aseguraba que estuvo en diversas contiendas en el Perú -San Borja, Chacra Alta, Copacabana y Puruchuca- donde, en sus palabras, “pelando como soldado, no perdí la bandera y armas”.
Con relación a Callao, la abanderada del ejército participó en un osado intento encabezado por Las Heras de tomar la fortaleza de la ciudad por sorpresa, en una operación relámpago, aprovechando que las puertas de Real Felipe solían estar abiertas. Fue el 14 de agosto de 1821, y, si bien no se logró tomar el castillo, ese ataque causó bajas importantes en el bando realista.
Al frente de la caballería, en ese asalto que concentró unos 1150 patriotas, se encontraba Josefa Tenorio. Guerreando en su propio caballo. En una mano la bandera y en la otra, el sable para defenderla del enemigo.
Se desconoce el destino de esta combatiente que la historia ha dejado en el olvido, pero se sabe que San Martín acusó recibo de su carta y atendió su solicitud. “Téngase presente a la suplicante en el primer sorteo que se haga para la libertad de esclavos”, escribió el General. De modo que cabría suponer que Josefa, que luchó por la libertad de miles, finalmente consiguió la que le correspondía a ella.