Kicillof y Moreno recalientan el blue
El Gobierno debería revisar y cerrar de una buena vez el inmoral blanqueo
Los últimos días estuvieron signados por una fuerte suba del dólar blue y caída de reservas. Varios son los motivos inmediatos detrás de esta dinámica, pero todos están relacionados con lo mismo: la falta de un enfoque sistémico para enfrentar los crecientes e innecesarios problemas de nuestra economía, y su reemplazo por ocurrencias que terminan siendo contraproducentes .
Al asumir, el nuevo equipo de economía comenzó a tomar medidas que revelaban un diagnóstico implícito. Por un lado, y a pesar de haber acusado antes al "Club de los Devaluacionistas", aceleraron fuertemente el ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial, que pasó de 6 a 6,88 pesos por dólar en poco más de dos meses y ayer pegó un nuevo brinco a 7.14. Si ese comportamiento se extendiera a todo el 2014 -y aún ignorando lo ocurrido el último día- terminaríamos el año en un valor de 14,80, lo que significaría una devaluación de nada menos que el 128% (contabilizando el último salto las cifras dan 17,5 Pesos y 200%, respectivamente).
Esa política es un silencioso reconocimiento de algo que antes se negaba, el atraso cambiario, y supuestamente se complementa con los "precios cuidados" que apuntan a frenar la inflación de cara a mantener la mayor competitividad que aporta un dólar oficial más caro.
En segundo lugar, se intentaron diversas tácticas para contener el paralelo. Se optó así por malvender bonos de Anses (para bajar el denominado contado con liquidación, que es el precio de sacar un dólar fuera del país), a lo que se sumó la reapertura del dólar MEP (que es una forma legal de hacerse del billete verde través de la compra-venta de títulos públicos).
Es difícil ensamblar las piezas correctamente si no se sabe cuál es la imagen que está detrás. Y como las autoridades ignoran lo central, que es la inflación, nada encastra
El razonamiento oficial sostenía que, planchando el blue de esa forma y subiendo el oficial, se achicaría rápidamente la brecha. Y si a eso se le adicionaba un encarecimiento de las actividades influenciadas por la diferencia entre ambas cotizaciones y que conllevan salida de reservas, se reforzaría el esquema. Vinieron, entonces, el aumento del 20% al 35% de la tasa aplicada a los gastos relacionados con el turismo y el impuestazo a los autos de mayor valor. También se implementó una letra del BCRA que funciona como un seguro de cambio para lograr que se adelanten liquidaciones de exportaciones y se incentivó a YPF para que colocara deuda en el exterior: ambas medidas servirían para contribuir con divisas a las alicaídas reservas del Banco Central.
El Gobierno pretendía de esta manera armar un rompecabezas de iniciativas para resolver las urgencias que lo acosan cada vez más. Pero es difícil ensamblar las piezas correctamente si no se sabe cuál es la imagen que está detrás. Y como las autoridades ignoran lo central, que es la inflación, nada encastra: los precios se disparan, las reservas vuelven a caer, y el dólar –ese impreciso termómetro cuya evolución los argentinos utilizamos para ver la salud de la economía- retoma el sendero ascendente.
El blue sube por diversos motivos. Uno es estacional: cuando llega el verano hay mayor holgura debida al aguinaldo, más una demanda adicional de divisas por parte de quienes viajan al exterior. Sin embargo, en estos días la disparada que se está viviendo duplica a la registrada en el mismo período de 2013, aún cuando existen más obstáculos para gastar en otros países. Hay que buscar, entonces, otras causas.
Una, sin duda, la constituyen las erróneas políticas del Gobierno. Al aumentar la velocidad de depreciación del dólar oficial se provoca una espera en aquellos que tienen que ingresar los dólares (exportadores o potenciales inversores) y apuro en quienes precisan sacarlos (importadores, o quienes pretenden girar dividendos o cancelaciones de deuda con el exterior). En lugar de mejorarla, esto agrava la dinámica de las reservas. De esta manera se percibe que va a haber menos Dólares cuando la cantidad de Pesos en circulación continúa subiendo con ferocidad: en diciembre se volcaron 40 mil millones adicionales y, con un Gobierno que no acepta que el malgasto y su financiamiento vía emisión están generando la inflación (la Presidenta dio ayer una nueva muestra), es natural esperar que la cantidad de billetes locales continúe aumentando. Y recalentando los precios.
Lo más curioso es el impulso final que parece estar detrás del ascenso del blue: el escandaloso blanqueo de capitales que parece no tener fin
Cuando éstos suben con virulencia (el nivel de inflación de noviembre a marzo anualizado rondará el 40%) y la tasa que pagan los bancos está por debajo de ese nivel, los plazos fijos no alcanza para mantener el poder adquisitivo del dinero. Esa opción deja de ser atractiva para el ahorrista que ve, sin embargo, como el dólar –en todas sus versiones- sube. Si a ello se le suma la incertidumbre originada en los saqueos de fin de año, los apagones, las disputas internas que se ventilan y la ausencia de una conducción política, se obtiene una ansiedad multiplicada que se vuelca al blue. En estas condiciones, el mercado del dólar informal entra en una suerte de comportamiento inercial, que por momentos hasta puede tornarse irracional.
Lo más curioso, sin embargo, es otro impulso insospechado que parece estar detrás del ascenso del blue: el escandaloso blanqueo de capitales que, antes de la mano de Moreno y ahora de Kicillof, parece no tener fin. Alguien que, por ejemplo, tiene 10 millones de dólares en una cuenta no declarada en el exterior y desea blanquear puede no querer identificar la cuenta o bien formalizar sólo una parte. En ese caso, lo que hace es pagar afuera con una transferencia y, a cambio, pedir los billetes físicos en el mercado informal. Esto obviamente recalienta la cotización del blue, que subió 6% diario cuando arrancó el blanqueo y cada vez que se prorrogó.
Hasta ahora entraron en el esquema unos 700 millones de dólares. Si el BCRA pierde reservas a un ritmo de 80 millones por día, lo ingresado apenas alcanza para 9 días. Irrelevante si se pretendía revertir la tendencia de las arcas del Banco Central. Pero con un mercado informal que mueve entre 5 y 10 millones de dólares por día, un blanqueo en esos niveles es capaz de sacudirlo fuertemente. Por eso, además de reconocer el atraso cambiario y actuar en serio y explícitamente contra la inflación, el Gobierno debería revisar y cerrar de una buena vez el inmoral blanqueo.
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