Karl Lagerfeld, adieu!
Nos preguntábamos la razón por la cual no estuvo en el saludo final del último desfile de Chanel, en el Grand Palais, en la semana de la moda en París, celebrada en enero pasado. Parecía imposible que lo hubiera decidido sólo por cansancio. El "Kaiser" de la moda no hubiese dudado en salir a nutrirse de los aplausos que cada una de sus creaciones provocaban. Todos esperaban que hiciera su aparición, caminando por la pasarela, con su traje negro, sus gafas oscuras, levantando sus manos con guantes recortados para que asomaran sus dedos. Pero esa imagen no sucedió. El mundo de la moda comenzaba a extrañar a Karl Lagerfeld.
Chanel estaba en su peor momento cuando él la salvó en 1983. El instinto lo guiaba siempre y lo llevó hasta la Maison que ya nadie visitaba. Con su llegada vino la resurrección y aquella sofisticación histórica de la marca se fundió al espíritu provocador de un hombre que potenciaba la moda y la cultura. Único, amado, venerado, admirado, también envidiado por sus pares que difícilmente pudieron igualar la confianza que Karl tenía en sí mismo. Podía imaginar varias colecciones en un instante de inspiración. No tenía miedo de avanzar y concretarlas. Era un niño mimado al que todo le resultaba posible.
No hay reglas para la inspiración, decía. Acaso, su única e inclaudicable regla era el trabajo incansable. Como solía decir Picasso: "Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando".
El artista de la moda nació en 1933 en Hamburgo, su familia se alejó a 40 kilómetros de allí para protegerse después de la llegada de Hitler. Su madre, Elisabeth, fue una referente clave en su vida; ella vendía lencería en el Berlín de entreguerras y lo defendía de los comentarios de los otros niños. Sucede que, en tiempos de estética nazi, Karl vestía con extravagancia: pelo largo y traje tirolés. París lo recibió a los 19 años y se convirtió en parte de la generación que transformó la moda, fue quien impulsó la transición de la alta costura al prêt-à-porter.
Dejó atrás la tiranía de su país natal y se refugió en la capital de la vanguardia y la belleza. Dijo: "La vida se establece entre el ayer y el mañana, y lo bueno de la moda es que es una oportunidad de ir del antiguo al nuevo mundo". Balmain y Patou fueron sus maestros y le dieron el empuje para convertirse en un rey desfachatado e irreverente que no quería compartir su corona.
La rivalidad con Ives Saint Laurent comenzó a partir de Jacques de Bascher, quien fue pareja de Lagerfeld durante más de 18 años, pero que en algún momento lo engañó con el otro monarca de la moda. "Amé infinitamente a ese hombre, pero no tuve contacto físico con él", comentó el diseñador en una biografía que reveló su vida en pareja: Jacques de Bascher, dandy de l’ombre (dandy de la sombra), de Marie Ottavi. Cuando Jacques, a los 38 años, transitaba sus últimas horas en un hospital parisino, Karl no lo abandonó. Dormía en un catre, al lado de su cama, hasta el definitivo suspiro.
Podía ser ácido, sumamente exigente, y a la vez dulce y comprensivo. Sus icónicos anteojos negros escondían una mirada más indulgente que sus palabras. "Las emociones se expresan con los ojos y eso no es algo que me interesa que se vea. Por eso uso lentes oscuros", admitía. Los libros, la fotografía y la moda eran su obsesión. No quería ser "normal": sabía que una marca no se construye sólo con la calidad de sus diseños, sino también con una personalidad avasallante.
Su porte, sus pensamientos, su creatividad me hacen pensar en otro de sus pares, el genial Gino Bogani, que a pesar de la distancia, de las elecciones diferentes, también es un diseñador que dejó fluir su propia luz. Gino amaba a Karl, siempre lo escuché elogiarlo, algo que no hace habitualmente con ningún otro colega.
Bogani admira a Lagerfeld desde siempre. Le pregunté si se sentía identificado en algo con él, y me dijo: "Una de las cosas en las que más me reconozco en él es en que hizo su carrera de manera genuina, sin escuchar ni elogios, ni críticas". Gino opinaba, sin embargo, que, a diferencia de su propia realidad, el camino de Karl nació allanado: "Es más fácil cuando pedís la luna y se te da la luna, eso hace estallar la creatividad y esa libertad era la que le permitió ser tan grande". Y añadió, como describiendo su propia trayectoria: "La vanguardia, lo que surge, puede ser insólito y sin embargo no importa, se hace: vestidos de novias con plástico, sombreros extravagantes, diseños totalmente arbitrarios lejos de lo común".
Recuerdo mi primer desfile con Gino, a los 19 años, fue un gran desafío: además de bajar unas escaleras interminables en la pasarela, con el público atento y tacos de 15 centímetros, había creado una pasada con bodies y polleras con bananas absolutamente disparatadas, inéditas. Se trataba y se trata de vivir el presente como Lagerfeld, como Bogani. "La creatividad, con ese permiso, se desarrolla sin límite. El riesgo, la audacia. En ese sentido me acerco a Karl". Y con nostalgia y la voz entrecortada, cerró su comentario: "El mundo de la moda va a cambiar después de su partida, sin duda". El mundo de la moda ya no tendrá al más rocker de los diseñadores, el conquistador incansable de las nuevas generaciones que se despidió sin ceder ni un centímetro de su esencia.