Juvencia
Al ver los terribles resultados de cirugías estéticas mal hechas uno desde su lógica algo anticuada se pregunta si es realmente necesario pasar por esos trances y si la vida se modifica para bien con semejantes engendros que en muchos casos afean más que embellecen y, lo peor de todo, hacen perder rasgos que, más allá de ser imperfectos o poco convencionales, marcan la personalidad y la individualidad intrínseca del ser humano. ¿De qué vale tener la misma cara de tal o cual estrella de cine sin tener la originalidad que marca a cada persona con rasgos únicos e irrepetibles?
¿Barbara Streisand hubiera sido más talentosa con otra nariz? ¿Bette Davis hubiera sido mejor actriz con la cara de Marilyn Monroe? ¿Marilyn Monroe hubiera sido tan seductora e inocentemente sexy con la figura casi anoréxica de Twiggy? Seguro que no. Las personas públicas que uno conoce lucen espléndidas a cualquier edad cuando modifican su físico con mesura y sin borrarse las caras a medida que pasan los años y pueden mantener su lozanía por hábitos de vida y alimentación cuidando su salud sin injertarse prótesis, siliconas y demás yerbas en el desafortunado afán de aparentar treinta habiendo pasado los setenta.
El mundo es cada vez más cruel con los poco agraciados, que son sometidos a marginaciones, burlas, bullying y demás experiencias negativas
En nuestro mundo la expectativa de vida ha aumentado en los últimos años consiguiendo que los setenta de ahora parezcan los cuarenta de hace treinta años, por lo tanto, al vivir más el ansia de parecer más jóvenes se transforma en obsesión y cual modernos Faustos somos capaces de vender el alma al diablo en busca de la supuesta fuente de juvencia. Y ya se sabe que el diablo suele pagar muy mal.
El que esto escribe odia la sola idea de entrar a un quirófano por problemas de salud, imagine el lector el espanto fóbico que puede significar someterse voluntariamente por el vano deseo de parecer más joven a operaciones, estiramientos, liftings y demás procedimientos. Sin embargo muchas veces esas cirugías están bien implementadas por maestros responsables y con un alto nivel profesional y sirven para levantar autoestimas algo caídas y para impulsar cambios positivos y mejores rendimientos espirituales. El problema es que a veces estas operaciones se convierten en una obsesión y sin atender razones se tornan perjudiciales para la salud física y mental y pueden llegar a alterar la psiquis a niveles peligrosos.
El mundo es cada vez más cruel con los poco agraciados, que son sometidos a marginaciones, burlas, bullying y demás experiencias negativas. Se da un exagerado valor a la belleza física cuyo concepto cambia con las modas, usos y costumbres de cada época y así se pasa de las curvas voluptuosas a la anorexia, del busto grande al busto inexistente, del desnudo al vestido y de lo holgado a lo tubular y no estarían mal tantas mutaciones si no se promocionaran como única manera de ser un ganador, un elegido, un iluminado porque esto lleva a mucha gente a la locura, la enfermedad y el camino sin retorno de la desesperanza.
Muchas víctimas de malas praxis pagan con su vida tales excesos y la legislación vigente no permite castigar al mal profesional que siempre se aferran a la tabla de salvación de echar las culpas a los pacientes a los que ellos debieron complacer ignorando cuadros clínicos que podrían advertir a tiempo ciertas incompatibilidades peligrosas de substancias químicas que pueden destruir a muchas personas, personas que por no llegar a viejos mueren en plena juventud.