Juntos por el Cambio: falta grandeza para sortear su momento más complicado
“El poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene”, dijo alguna vez el expremier italiano Giulio Andreotti. Está máxima política es útil para interpretar el presente conflicto que atraviesa la principal coalición opositora Juntos por el Cambio. Es que, por primera vez desde que nació Cambiemos en 2015, corre peligro sostener lo que hasta ahora fue su mayor fortaleza: la unidad. Esa que supo sobreponerse a la derrota de 2019, que también sirvió para ganar las elecciones de término medio de 2021, la que garantizaba a cada precandidato a la presidencia un boleto en primera en el tren que puede devolverlos al poder.
Contra todos los pronósticos que señalaban que, luego del regreso del kirchnerismo al poder, los partidos que componen Juntos iban a tomar cada uno su propio camino, supieron mantenerse unidos, con debates, peleas, desencuentros que existen en cualquier coalición política de cualquier país, pero que nunca llevaron a esa unidad al borde de la cornisa como se refleja esta semana producto de pretender incorporar al espacio a un sector del peronismo federal liderado por el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti.
Las razones para llegar a esta situación límite son varias. Podría decirse que, como señalaba Andreotti, la falta de poder desgastó a los protagonistas. Todos saben que el poder ordena y, a diferencia del peronismo, en Juntos no rinden pleitesía y obediencia ciega a un líder mesiánico, lo que los hace más ricos en cuanto a calidad democrática interna, pero también los muestra demasiado atomizados a la hora de tomar definiciones importantes. Es más, cuando uno de los referentes intenta bajar una línea forzada, como le sucede a Horacio Rodríguez Larreta con su intención de incorporar a Juan Schiaretti, los enconos se despiertan de modo más vehemente de lo normal. Para un sector importante de JxC, Macri es ese líder, pero no lo es para todos, si lo fuese sería el candidato indiscutible y por aclamación. El tema es que para quienes creen que era Macri sí o sí, nada o poco los conforman los candidatos que siguen en carrera.
La aparición disruptiva de Javier Milei también influyó en este conflicto interno de JxC. Es un candidato que hoy paga poco por proponer imposibles que a la vez le redundan en seguimiento de parte de una sociedad cansada de la falta de respuestas de gestión provechosa de la política tradicional. Ese cansancio, que ya existía desde hace mucho tiempo, tocó su pico más alto producto del perezoso fracaso que resultó ser la experiencia del Frente de Todos, con Alberto Fernández y Cristina Kirchner a la cabeza: peleados, con una líder cercando el escaso poder que le otorgó a su elegido -a lo que se suma la incapacidad del Presidente y su gabinete- lograron por primera vez que una fuerza política emergente, que si bien siempre las hubo pero nunca llegaron a golpear la puerta del poder, esta vez pueda sentarse en esa mesa de discusión con serias aspiraciones a coronarse a través del voto popular.
Milei también tiene su lado débil, porque sus propuestas polémicas pueden ser títulos atractivos para ese electorado desencantado que busca una salida mágica, cansado de hacer esfuerzos, pero que tienen pocas chances de ser realizables. Pero este sería un problema para más adelante, en campaña y a la hora de sumar voluntades, a Milei le está resultando esta táctica y en JxC no le encontraron la vuelta aún para neutralizar esa expansión. Milei amplió la cancha, llevó el debate fuera de lo tradicional, no importa lo que diga -así sean barbaridades-, patea el tablero y suma desde el enojo y nadie va a igualar algunas de las cosas que dice por falta de coincidencia o porque son inviables. Esta situación hizo ruido dentro de la principal coalición opositora por la manera de tratar con él. Algunos creen que lo mejor es exponerlo, confrontarlo. Eso entienden, sobre todo en la UCR y la Coalición Cívica, mientras que en el ala más dura, que encabeza Patricia Bullrich, creen que pareciéndose un poco, sin llegar a imitarlo, se lo puede frenar, sobre todo si exponen sus problemas de construcción política. Una duda que genera este momento de crecimiento del libertario es que suma candidatos en los distritos que no son fiables en cuanto a su lealtad. Si Milei no gana las elecciones, ¿podrá su espacio ordenar de manera uniforme los legisladores que consiga para actuar en bloque y de acuerdo con la propuesta que sostienen en campaña? ¿O terminará el PJ absorbiendo lo que no está tan firme como hizo en otras oportunidades? La experiencia de la Ucedé, del PI, de lo que quedó del Frepaso en otras etapas de la política doméstica, que siguieron ese camino desmembrándose hacia el partido de poder, podría repetirse. Esa es la gran pregunta que seguramente aparecerá en breve como una estrategia preventiva de Juntos para alertar al electorado.
Hoy Juntos por el Cambio tiene esas herramientas para contrarrestar el crecimiento de la tercera fuerza emergente y para plantarse como opción de gobierno derrotando a un kirchnerismo desgastado y que atraviesa su peor momento desde 2003, y que tampoco sabe si va a llegar entero a las elecciones con el ruido que generaría un apartamiento del Frente Renovador en el caso de que no se logre una fórmula única. Pero para ejecutarlas necesita como base esencial sostener la unidad del espacio.
La madurez y la templanza de los protagonistas con capacidad de liderazgo aparecen siempre en los momentos cruciales, en los más difíciles. En Juntos, esa materia aún no ha sido aprobada por quienes aspiran a ser presidenciables. Hoy todo indica que sumar nombres que son rechazados por la otra parte, en este momento donde los días para cerrar listas son escasos, más que un crecimiento sería cavar una fosa entre unos y otros.
El cronograma electoral les dice que solo les quedan siete días para demostrar que están a la altura de ese 41% que aún en la derrota no los abandonó. A favor tienen que solo dependen de sí mismos, pero aún no dieron muestra de darse cuenta de ello.