Julio Olivera, un humanista ejemplar
Evoco, como homenaje, al doctor Julio H. G. Olivera, fallecido de una neumonía hace unos días en nuestra ciudad a los 87 años. Su partida deja huérfana a la comunidad científica de uno de los más destacados economistas del país. Después de sobresalientes estudios de derecho, orientó sus investigaciones a la economía, ciencia en la que, además de precursor, fue indiscutido maestro (descolló también como matemático). En la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA dictó varias cátedras y, hasta su muerte, dirigió uno de sus institutos. En esa casa de estudios, amén de discípulos prestigiosos, dejó una huella imborrable. Ya jubilado, la Universidad de Buenos Aires lo honró designándolo profesor emérito, pero ¿acaso no sería mejor pensar que la Universidad de Buenos Aires se vio honrada al tener en el cuadro de sus eméritos a un estudioso de su talla?
Por su inteligencia, prestigio y noble proceder, en 1962, con sólo 33 años, resultó elegido rector de la Universidad de Buenos Aires. Tres años más tarde renunció al cargo ante el atropello mezquino de un reducido grupo estudiantil. Esa dimisión dio muestra de una inquebrantable conducta ética que, entiendo, profesó toda su vida. De los tantos hechos que revelan su notable personalidad recuerdo que el general De Gaulle, siendo presidente de Francia y en visita oficial a nuestro país, visitó al joven rector en su despacho; en esa ocasión el ilustre huésped le otorgó una distinción honorífica por su empeño en favor de la educación. Fue miembro titular de tres academias nacionales y en dos de ellas, presidente; además, investigador en las universidades de Londres y Sussex y profesor invitado en las de Gotinga y Chicago. Sobrio, riguroso, de un minimalismo extremo, orientado siempre al estudio de la ciencia pura y encarnizado defensor de las ideas republicanas.
Sus más de doscientos papers y numerosos libros cimentaron una fama acrecentada con sus trabajos sobre recaudación tributaria e inflación, ampliados luego por Vito Tanzi, de donde nació la medición internacional "efecto Olivera-Tanzi". En cuatro ocasiones fue consultado por la Real Academia de Suecia para el otorgamiento del Premio Nobel en el rubro Economía y en dos, propuesto para esa honrosa distinción.
Juzgó la economía como una ciencia humana al servicio del hombre, entendiendo el progreso económico como "el aumento en el grado de satisfacciones de las necesidades sociales". Dotado de una mente brillante, hablaba un inglés académico aprendido de su madre y se deleitaba con las lecturas de Shakespeare, Dickens y Chesterton; ferviente admirador de Cervantes. Cultivaba un porte señorial robustecido por su vestimenta siempre oscura, corbata negra, sombrero de fieltro y, en verano, el clásico panamá; también por el uso de objetos suntuarios algo obsoletos: reloj de bolsillo o la clásica lapicera Parker. Como excentricidad caballeresca, tiraba esgrima. Escribía a mano con letra diminuta y su firma ostentaba exquisitez caligráfica; en asuntos administrativos, solía valerse de la taquigrafía. Austero, sencillo, parco en el hablar y en el comer. Si vale la tautología, osaría decir que el doctor Olivera, por su comportamiento, fue único e irrepetible. Su proceder con aplomo confería solemnidad a cada uno de sus actos y su sola presencia imponía respeto.
Fue un amante del orden, la puntualidad y el decoro. Siendo él presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, tuve ocasión de secundarlo como académico secretario, y comprobé una vez más que detrás de esa imagen egregia y majestuosa se escondía una persona sensible y cálida, hasta tímida, afecta a las cosas pequeñas -que, en verdad, son las grandes- y con un amplio sentido del humor. Una vez le mencioné la genial invención borgiana "Pierre Menard, autor del Quijote". Se rió como se ríe un niño y dijo: "Ese título parece una humorada irlandesa" (había irlandeses en sus ancestros). Hoy, en un mundo invadido por banalidades, su imagen se impone ejemplar. Quienes tuvimos el gusto y privilegio de tratarlo ya notamos su ausencia.
Filólogo clásico y ensayista