Julio Alak, un hábil negociador premiado por su fidelidad K
Cuatro veces intendente de La Plata, de donde se fue dejando algunas causas pendientes con la justicia, su eficaz y obediente trabajo en Aerolíneas Argentinas, sumado seguramente a su fama de hábil negociador, le abrió el paso al Ministerio de Justicia, algo que él percibe como una puerta de entrada a la política mayor Luis Moreiro LA NACION
Allá, en su Benito Juárez natal, dicen que Julio César Alak, actual ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, soñaba con ser arquitecto. Pero un hecho fortuito torció su destino hacia la abogacía.
Estudió en La Plata, donde se recibió y comenzó a incursionar en la política. Formó parte de APU, una agrupación que, prohijada por Chacho Alvarez, convergió en la Renovación Peronista encarnada por Antonio Cafiero. Ya nada queda de aquellas alianzas a las que Alak adhería con fervor. Sólo los recuerdos. Y las heridas.
Dieciséis años en la intendencia de La Plata y un paso políticamente correcto -para los patrones K- por la gerencia de Aerolíneas Argentinas dejaron una secuela de separaciones y enemistades. A tono con los nuevos tiempos, ahora dice que por el kirchnerismo morirá con las botas puestas.
Su historia, sin embargo, lo emparenta con Carlos Menem. Y con Eduardo Duhalde y hasta con el cordobés José Manuel de la Sota, de quien llegó a ser candidato a vicepresidente de la Nación. "Estaba con Menem como lo estaban todos los políticos de ese momento, pero nunca comulgué ideológicamente con él", se defiende por estos días. "Yo crecí leyendo a Jauretche. Chacho Alvarez y Cafiero, al que admiro, fueron mis maestros. ¿Cómo voy a ser menemista?", desliza.
Ese pragmatismo parece ser una de sus máximas. Y tuvo sus costos. Los viejos compañeros de APU -Juan Amondarain, Carlos Martínez, Tommy Díaz, Jorge Lezcano y Daniel Soria, entre otros- terminaron enemistados con él. Pablo Bruera, actual intendente de La Plata y nacido bajo su ala, es otro de sus acérrimos rivales. Había sido concejal del alakismo, hasta que decidió cobrar vuelo propio con una ingeniosa campaña: "Bruera es agosto? porque viene después de Julio".Fue el inicio de una guerra despiadada y sin cuartel en la que no faltaron las acusaciones referidas a la vida privada de uno, y de otro. El dice ser un político que respeta los códigos. Sin embargo, los que ya no están a su lado repiten que, cuando las balas pican cerca, es capaz de dejar los principios en un segundo plano.
"Pibe, trate de perder por poco"
Julio César, el hijo de Salvador Alak y Lidia Asfora, siempre fue un pibe inquieto. Alumno ejemplar (abanderado en la primaria y en la secundaria), llegó a presidir el Centro de Estudiantes secundarios de la Escuela Nacional de Comercio Bernal Torres de Benito Juárez. Cuando promediaba 1975 y cursaba quinto año, tuvo que negociar las condiciones del viaje de egresados a Bariloche. Parece que puso tal ahínco en la tarea que el encargado de la empresa de turismo estudiantil fue el que le dijo: "Pibe, usted tendría que ser abogado". Y lo fue.
Perdió a su padre a los tres años y en la casa materna faltaba mucho más de lo que sobraba. A los 13 salió a buscar trabajo. Primero como cadete en una imprenta y después como periodista. Escribió en los dos diarios de Juárez, Patria Nuestra y Tribuna .
En 1976, con una carta de recomendación del director de uno de esos periódicos, se presentó en la redacción de El Día de La Plata. Con ese trabajo, solventó sus estudios universitarios. Sin embargo, los caminos de la política le granjearon algunos sinsabores. Uno de ellos, dicen, es el feroz enfrentamiento que, tras su paso por la intendencia, mantiene con el matutino platense, su antiguo empleador. ¿Las causas? Políticas, seguro. Económicas, se sospecha.
En 1991 fue elegido intendente de La Plata, cuando nadie daba dos pesos por él en una ciudad de cuño radical y en la que aún pesaba la figura de Ricardo Balbín. Ni Antonio Cafiero le tenía fe. "Pibe, trate de perder por poco; no me arruine la elección en la provincia", fue el consejo del veterano caudillo de San Isidro.
Pero ganó. "Por dos puntitos", como diría hoy Néstor Kirchner. Y se quedó en la intendencia platense durante cuatro mandatos. Allí terminó de forjar su innata capacidad de negociar y de acordar que destacan sus amigos. Y acaso también la de moverse al filo de la cornisa, como lo sugieren las causas pendientes que aún tiene con la justicia.
Era joven, exitoso, intendente y soltero. El más codiciado entre las diagonales, rememoran los diarios de la época. Se le atribuyeron mil romances e incluso algún escándalo por el que intentaron chantajearlo. Era el apogeo del menemismo, tan afecto a la pizza y el champagne. Y en esos años, él era el referente y la promesa bonaerense.
Finalmente contrajo matrimonio con Marita Scarpino, una reconocida fiscal de una tradicional familia platense. De ese matrimonio nacieron tres hijos. Hoy Alak está separado, pero sigue viviendo en Manuel B. Gonnet, el apacible suburbio de La Plata, donde tiene de vecino al ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Sólo los íntimos conocen la anécdota de su promesa antes de la elección de 1991 que lo condujo a la intendencia. "El Turco", como se lo conoce, solía hacer footing en las amplias veredas de Plaza Moreno, enmarcada por la Catedral de paredes rojas y aún sin las torres que la coronaron. Una mañana detuvo el trote frente a la Catedral para realizar una promesa. "Dios, si gano la intendencia, te prometo que levanto las torres de esta iglesia". En 1999 se dio el gusto de cumplir. Claro está, con los fondos del gobierno provincial y el apoyo político del gobernador Eduardo Duhalde.
Era su momento de gloria. Las urnas lo habían confirmado al frente de la intendencia con el 54% de los votos (más que De la Rúa, elegido presidente de la Nación). El uno a uno del menemismo y las aspiraciones presidenciales de Eduardo Duhalde le habían dejado de regalo las torres de la Catedral, la autopista Buenos Aires-La Plata, el nuevo Teatro Argentino y el Estadio Ciudad de La Plata.
No crecía entre las diagonales figura política que pudiera disputarle el poder. Ni tampoco lo permitía.
Hizo cloacas, dotó de agua corriente a gran parte de la ciudad y pavimentó calles como pocos. La oposición dice que los suyos fueron "pavimentos electorales".
"Me dicen que no hacía cordón-cuneta y que el pavimento tenía menos centímetros de espesor, pero la verdad es que al menos estaba la capa asfáltica, donde antes había una calle de tierra", simplifica.
La crisis de 2001 y el desmanejo económico determinaron la desaparición del Banco Municipal de La Plata, entidad que durante décadas fue el motor de la economía de la ciudad. Hoy la quiebra del banco -absorbido por el Banco Provincia- transita los lentos caminos de la Justicia Federal.
El comienzo de su ocaso, dice, fue enfrascarse en una pelea por los terrenos municipales en los que Estudiantes de La Plata tiene su estadio. Alak quería recuperarlos (también los de Gimnasia y Esgrima) y obligar a los clubes a jugar en el Estadio Unico. La historia tuvo ribetes tragicómicos en los que no faltó la creación de La Plata Fútbol Club (Alak nunca lo reconocerá como propio), que, de la noche a la mañana, construyó estadio, contrató jugadores y llegó a disputar el Torneo Argentino A de la AFA. Llamativamente, tras la derrota de Alak, La Plata Fútbol Club perdió impulso hasta que desapareció.
Su sucesor, Bruera, presentó seis denuncias penales en su contra. Las causas (dos por administración fraudulenta, dos por peculado, una por estafa y otra por defraudación a la administración pública) siguen abiertas en la fiscalía platense de Jorge Paolini. Hincha de Racing Club ("como Gardel, Perón y Kirchner", le gusta agregar), prefiere los asados y el vino tinto.
Sabe desenvolverse con habilidad en las intrigas palaciegas y en el manejo político se mueve como pez en el agua. De su paso como CEO de Aerolíneas Argentinas dice haber ordenado la compañía, algo que puertas adentro de la empresa estatal parece ser una verdad a medias. "Fue un político puesto a gerente. Y lo que hizo fue política", afirman en los pasillos de la torre de la calle Bouchard. "Supo aquietar a las fieras, otorgándoles espacios de poder. Así tranquilizó a los gremios. A todos los políticos les dio el gusto. Querían vuelos y los consiguieron. ¿Eso fue bueno? No lo sabemos, aunque presuponemos que no", revela un viejo conocedor de los entretelones del poder de Aerolíneas.
Recuerdan que durante su gestión, por ejemplo, se autorizaron los vuelos a Viedma, pese a que en ese aeropuerto no había un autobomba para atender emergencias.
Ahora toma el ministerio de Justicia como un desafío para volver a la política. Concede que haber llegado a ese puesto es el premio al trabajo prolijo y a los deberes bien hechos en Aerolíneas. Un premio kirchnerista y una venganza contra Bruera, que revista entre los "intendentes traidores" propiciantes del corte de boleta que castigó a Néstor Kirchner en la provincia.
¿Futuro candidato a gobernador?, se le pregunta. Y Alak salta como un resorte. "De ninguna manera, lo niego rotundamente".
Aunque lo intente, no suena convincente.
Quién es
Nombre y apellido:
Julio César Alak
Edad:
51 años
Abogado platense:
Se recibió de abogado en 1980 en la Universidad Nacional de La Plata, a la que había ingresado en 1976. Mantiene allí el cargo de profesor de Derecho Público, aunque en uso de licencia.
De intendente a ministro:
Fue intendente de La Plata entre 1991 y 2007, fue gerente y CEO de Aerolíneas Argentinas y el 8 de julio asumió como ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación.