Juego: prevenir y combatir la ludopatía
La industria del juego genera un grave problema social que podría atenuarse si el Congreso se ocupara de los proyectos que buscan ponerle freno
Muchas veces hemos abordado las preocupantes aristas asociadas al desmedido crecimiento de la industria del juego a lo largo y ancho del territorio nacional. Una de ellas, sin duda una de las más preocupantes, se refiere al aumento significativo en la cantidad de personas que padecen del impulso irreprimible de jugar, aun siendo muchas veces conscientes de sus consecuencias. En la Capital, más de 58.000 pacientes presentan síntomas de "juego problemático" frente a las máquinas tragamonedas, ruletas electrónicas, punto y banca y póker, en bingos y casinos, sin contar a los que apuestan online. Además, en otras 16.000 personas el cuadro avanzó hacia el "juego patológico", que genera dependencia emocional y pérdida de control al punto de interferir con el desarrollo de la vida cotidiana.
Cuando la adicción adquiere ya ese carácter patológico, el juego pierde su connotación placentera para convertirse en fuente inagotable de angustia y culpa. Mientras que en el caso de la adicción a sustancias los consumidores persiguen el seudoplacer que puede acompañar a la experiencia, los adictos al juego se aferran a la frustración y al dolor. Convencidos de que finalmente ganarán, muchas veces debido a las promesas de la publicidad vuelven así a jugar para recuperar lo perdido, algo que rara vez ocurre. Gastan el dinero que tienen y el que piden prestado, en exceso, a escondidas del propio entorno que puede no percibirlo. Los casinos y lugares de juego se convierten en su familia y esos espacios son cuna de una interacción social amplia que promueve el vicio.
La proliferación de atractivos y publicitados casinos y lugares para apuestas convocó a mucha gente que terminó volcándose a los juegos de azar. La adicción al juego entre adultos mayores produce estrés, consumo de drogas, ansiedad, alcoholismo y pérdida de bienes y dinero. Los casinos y lugares de juego se convierten en la familia del adicto y, de esta forma, el juego se torna parte de una interacción social amplia que promueve el vicio. Existen evidencias que indican que los jugadores patológicos tienen un riesgo seis veces mayor de padecer abuso de alcohol y 4,4 veces mayor de riesgo de sufrir un trastorno por consumo de sustancias en comparación con los no jugadores. También es mayor el riesgo de sufrir depresión y ansiedad generalizada.
La oferta para los jugadores es tan amplia como variada, con más de 500 salas y casinos en todo el país. Según los datos elaborados en 2014 por la Asociación de Loterías, Quinielas y Casinos Estatales, hay más de 25 mil puntos de venta de quiniela y 70.419 máquinas tragamonedas, de las cuales 21.870 están en la provincia de Buenos Aires. La ciudad de Buenos Aires no se queda atrás: sólo en el Hipódromo Argentino de Palermo funciona nada más ni nada menos que la disparatada cantidad de 4500 tragamonedas.
La ludopatía es un problema social que ocasiona serios inconvenientes y elevados gastos, tanto a las instituciones públicas como a los afectados y sus familias. Todas las medidas tendientes a combatirla deben ser bienvenidas. En este sentido, resulta auspiciosa la iniciativa de la diputada nacional por Cambia Jujuy, Gabriela Albornoz, que presentó un proyecto de ley de prevención de la ludopatía, con el objeto de promover políticas públicas que constituyan herramientas eficaces para evitar esta enfermedad y acompañar los esfuerzos de superación de quienes la padecen.
Entre los puntos fundamentales del proyecto se encuentra la prohibición al funcionamiento de cajeros automáticos dentro de las salas de juego, la creación de una línea telefónica gratuita para asistencia y orientación de las personas con esta adicción, la creación de un Registro Nacional de Autoexclusión y la colocación obligatoria de un mensaje sanitario en las boleterías de las salas de juego.
La ludopatía no es un tema nuevo en la agenda del Congreso Nacional, sin embargo, a la fecha no se pudo completar su tratamiento, perdiéndose en consecuencia la oportunidad de contar con un marco normativo que impulse respuestas adecuadas para quienes padecen este cuadro y sus familias, que resultan siempre profundamente impactadas. El proyecto presentado cuenta con consenso y ha sido reclamado por diversas asociaciones que han puesto de manifiesto la gravedad de la situación ante la ausencia de un marco normativo. Es de esperar que este año el tema pueda avanzar y convertirse finalmente en ley, toda vez que el juego promueve, además, hábitos que alejan a las personas de la responsabilidad del esfuerzo, de la cultura del trabajo y del estudio.