Juana Viale sabe ver un camino cuando es sinuoso
Hace mucho que dejó de ser Juanita. Iluminada por el halo de una familia de artistas, Juana Viale brilla por mérito propio. Irradia luz. Y enciende a quien se le acerca. Puede ser fuego, ese fulgor apasionado e incandescente con el que se defiende de quienes la agreden y atacan su intimidad. O convertirse en el destello transparente que le devuelve el cristal al reflejarla en toda su autenticidad, derribando uno a uno las miradas inquisidoras de los otros, los que prejuzgan. O ser el mágico resplandor de una pantalla de cine, que la muestra en roles osados y valientes. O encontrar el camino correcto en medio de la más absoluta oscuridad, como si la luz de un faro estuviera mostrándole el sendero. Le apasionan los desafíos. Se define como una luchadora a la que no le gusta dejar temas abiertos, sino enfrentarlos. Es pura chispa, claro. Y trabaja con perfeccionismo, como el de sus luminosos antecesores.
Su abuela, Mirtha Legrand, su abuelo, Daniel Tinayre, dos pioneros del cine y la televisión; una pareja de artistas que formaron una familia sobre la que se pone el foco, seguramente la inspiraron. Los describe con las mismas palabras: perseverancia, trabajo. "Mi abuela es la escultura de la tenacidad y la constancia, mi abuelo desafió las leyes del cine". Marcaron una ruta que Juana sigue firme, como si caminara encima de esas célebres huellas, pero ajustándolas a su propio andar, paso a paso. Ya ha recorrido un largo camino: lleva quince años de trayectoria.
Su belleza es única; a cara lavada, casi desaliñada, nada empaña sus ojos, su pelo, su magnetismo. Justamente, ese atractivo la ubica en las curvas del camino que la acercan al éxito, el reconocimiento, la popularidad, pero también a la mirada del "cruel, dañino y cizañero mundo donde se maneja la profesión", describe con algo de rencor.
¿Por qué Juana Viale siente ese rencor? Por esa misma jugada sin humanidad y carente de empatía y rebosante de envidia de quienes no saben ver en ella una niña que quiso ser bióloga marina y terminó siguiendo el mandato de la familia y seguramente el de ella misma cuando se subió a un primer proyecto con Costumbres Argentinas. ¿Cómo decirle que no a Marcelo Tinelli? El productor de una tira que la instalaría como actriz. Después vinieron Doble Vida y Malparida.
Juana es ella misma, es tímida, mide las palabras, cuida cada frase. Dice que sus hijos son sus pilares, por los que daría todo, por los que hace y deshace cualquier cosa por más importante que sea. No se cree ni David ni Goliat, solo quiere salir de la zona de confort y asegura que la fuerza es del que la sabe usar.
Camino sinuoso es una señal preventiva de tránsito que se utiliza para advertir la proximidad de tres o más curvas sucesivas. Es la indicación que antecede a la dificultad y al riesgo. Es, además, el título de la última película protagonizada por Juana Viale y dirigida por Juan Pablo Kolodziej. No hay atajos ni caminos alternativos para la protagonista, una ex deportista olímpica. Decisiones tomadas en el pasado inciden sorpresivamente en el hoy, desencadenando una sucesión dramática de conflictos familiares. Personajes que no supieron ver la señal a tiempo y se ven, de pronto, adentrándose indefectiblemente en un camino lleno de curvas, desvíos y peligros.
No es un papel fácil el de Juana, como tampoco lo fueron los anteriores y acaso esa sea la razón por la que los elige. No hay camino sencillo en esta carrera. La de la deportista de la película y la de la actuación en la vida real. Hay curvas, hay peligros, pero hay que saber sortearlos. Un camino de miradas prejuiciosas; de herencias y de búsquedas; de infelicidades y de dichas; de furia y de calma. Un camino que es la vida misma. Con sus momentos de oscuridad. Pero también con sus tiempos de luz. La que irradia Juana Viale.