Juan Pablo Schiavi, con pasaje ideológico de ida y vuelta
De la cercanía con los montoneros a la renovación peronista, de allí al macrismo y hoy con los Kirchner, el hombre que reemplazó al procesado Ricardo Jaime en la Secretaría de Transporte ya se sueña como posible jefe de gobierno porteño Laura Di Marco Para LA NACION
La versatilidad -que algunos describen como "gelatinosidad"- parece ser el principal activo político de Juan Pablo Schiavi, quien hace menos de un año se convirtió en el sucesor del polémico Ricardo Jaime, hoy procesado, al frente de la Secretaría de Transporte de la Nación, un área estratégica en la construcción del poder K, desde la cual se distribuyen los millonarios subsidios a trenes, aviones y colectivos: un puesto sensible y una plataforma envidiable, a la vez, para alguien como Schiavi, que sueña con gobernar la Ciudad.
"Yo sería un gran jefe de gobierno", declara, sin pudores, el Secretario de Transporte, sentado en su oficina del Ministerio de Economía. Un puesto que él mismo llama "la silla eléctrica", y no sólo porque allí se sentó Jaime, el emblemático funcionario K hoy investigado por enriquecimiento ilícito, sino porque se trata de un área caliente, que debe administrar los conflictos de intereses de casi sesenta gremios y empresarios igualmente poderosos, más las transacciones diarias del transporte metropolitano, el resto del país, barcos y aviones.
Su contextura corpulenta contrasta con el apodo que lleva: "Juampi", le dice todo el mundo a este ingeniero agrónomo que hoy tiene 52 años y que empezó militando, a los quince, en las estructuras juveniles que respondían a Montoneros. Es probable que arrastre el "Juampi" desde aquella etapa setentista.
Sus amigos, y también quienes trabajaron con él en la función pública, lo describen como un hombre ambicioso, de buen olfato para detectar oportunidades, de inagotable energía para trabajar (un dato lo define: duerme con sus dos celulares abiertos para seguir conectado por las madrugadas, por eso muchos macristas lo siguen definiendo como un "hard worker") y con tendencia a exagerar su propio papel, hasta volverlo casi heroico, en cualquier relato que lo involucre.
Claro que Schiavi no es un funcionario K cualquiera. Porque además de haber tenido la piel tan dura como para aceptar ser el reemplazante de Jaime, fue nada menos que jefe de campaña de Mauricio Macri y su principal operador político, un hecho que hoy horroriza, por ejemplo, a los jóvenes hiper K de La Cámpora.
Como advierte el kirchnerista Juan Manuel Olmo, actual jefe del PJ Capital: "Hay que llegar hasta la Secretaria de Transporte después de haber sido un operador central de Macri".
Pero la versatilidad de Schiavi no se agota en este doble salto mortal, de opositor a oficialista. A la largo del tiempo, su biografía política vuelve a deparar otras mutaciones, no menos impactantes: después haber sido simpatizante montonero, fue grossista; luego, macrista, más tarde telermanista y, finalmente, devidista. E incluso, muchos aseguran haberlo escuchado, últimamente, bastante cristinista.
No llega ni por asomo a tener el poder y la influencia que tuvo su antecesor, con quien siempre se llevó mal, a pesar de haber compartido los polémicos vuelos a Río de Janeiro, a partir de los cuales el juez Claudio Bonadío supone que Jaime podía haber estado recibiendo dádivas de los empresarios a quienes debía controlar. Es probable que tampoco le interese ser, exactamente, el nuevo Jaime. "Este no es un cargo para estar mucho tiempo", suele admitir.
En cambio, tiene un plan para desactivar la bomba de tiempo de los subsidios y, a la vez, capitalizar esa movida en votos. En su mente, habita la idea de impulsar, en julio próximo, el Sistema Unico de Boleto electrónico (SUBE), una tarjeta prepaga que, en la práctica, serviría para que las empresas dejen de percibir las millonarias transferencias y, en su reemplazo, ese dinero llegue al bolsillo de los usuarios.
No parece un asunto sencillo. La fría realidad de los números indica que, pese a las promesas del Gobierno, la transferencia estatal a colectivos, trenes, subtes y aviones sigue estando en la delantera como el rubro que más dinero necesita para funcionar.
A la polémica de los subsidios se le sumó, en los últimos días, la del déficit de la estatizada Aerolíneas Argentinas, un rojo de US$ 103,3 millones para el primer trimestre del año: "Es que se mezclan la cuenta de gastos con la de inversión", explica el funcionario que confía, según dice, en que podrá estabilizar la compañía hacia fines de 2011. "A mí el déficit de Aerolíneas me duele; no es como se ha publicado por allí, que no me importa."
Montoneros de Manliba
Era muy joven cuando empezó su carrera como funcionario en la política, durante otra gestión polémica, la de Carlos Grosso, un ícono del peronismo de la renovación que, en 1992, debió dejar la intendencia porteña en medio de una catarata de denuncias por corrupción.
En aquella cuestionada gestión grossista, el joven Schiavi ocupaba un puesto oscuro, pero estratégico, donde podía tejer contactos de alto nivel que, más adelante, con Grosso caído en desgracia, le resultarían de vital importancia para sobrevivir y ascender.Ese cargo era el de Subsecretario de Mantenimiento y Servicios de la Municipalidad, que, en la práctica, implicaba estar a cargo de los jugosos acuerdos para la recolección de residuos. De entonces data su relación con el grupo Macri, cuando Manliba se convirtió en la principal contratista de la administración porteña.
Su pasado montonero, que hoy le gusta exhibir -aunque en rigor sólo estuvo vinculado con agrupaciones juveniles de superficie-, generaba chistes desde la ortodoxia peronista, cuando Juampi militaba en la renovación. A su grupo lo llamaban, con ironía, los "montoneros de Manliba".
Precisamente, uno de los denunciantes estrella contra él durante su etapa grossista fue, en los noventa, Aníbal Ibarra. Una cuenta que el ingeniero agrónomo se cobraría, años más tarde, cuando la historia se dio vuelta y el denunciador se convirtió en denunciado: nadie duda hoy que Juampi fue uno los más enérgicos activistas en favor de la destitución del frentista, en 2006.
Cuando era funcionario de Grosso, Schiavi no sólo conoció al actual jefe porteño, entonces presidente de Socma, sino que también trabó relación con Daniel Chaín, cuando ambos estaban en lados opuestos del mostrador. Chaín, hoy ministro de Desarrollo Urbano, era un ejecutivo del Grupo Macri .
"Cuando Juan Pablo se quedó sin trabajo, yo lo veía cada dos o tres meses. Por mi parte, quería hacer mi propio emprendimiento, así que un día se me ocurrió una idea y se la propuse", recuerda Chaín. Así ambos generaron una fructífera sociedad comercial, un estudio de arquitectura, que duró casi toda la década del noventa y que, entre otras cosas, realizó la refacción de unas treinta estaciones de trenes.
Sin embargo, un tiempo antes de que ambos disolvieran el lazo comercial, Chaín recibió un llamado de su ex jefe, Macri, que le imprimiría un nuevo giro a la vida de "Juampi".
-Che, Daniel, me dijeron que Schiavi es un tipo con el cual puedo estudiar la Ciudad, ¿a vos qué te parece?
Macri buscaba operadores con experiencia porque planeaba volcarse a la política. Sin embargo, la relación política entre Schiavi y Macri terminó bastante mal. "Cuando en 2003 Mauricio perdió el ballotage frente a Ibarra, le echó la culpa a su jefe de campaña", explican algunos en Pro, mientras que otros alegan que la ruptura se originó por un desgaste entre ambos. "Para mí, el límite con Macri fue la llegada de [Ricardo] López Murphy", suele explicar el propio Schiavi al rememorar aquella renuncia a Compromiso para el Cambio, en 2005, cuando el hoy jefe de gobierno porteño comenzó a coquetear políticamente con el Bulldog. "No puedo digerirlo -decía-, es demasiado gorila."
Después de la derrota ante Ibarra, Schiavi se quedó todavía dos años más junto a Macri, quién lo nombró como director en el Ente Único Regulador de los Servicios Públicos de la Ciudad. Fue en ese lugar donde empezó a trabar relación con Ricardo Jaime y Julio De Vido, su protector en el mundo K, de cuya mano llegó al importante lugar que hoy ocupa, con el aval -obviamente- de Néstor Kirchner. Antes, ya en junio de 2005, había empezado a concretar su reingreso al PJ oficial.
Sin embargo, la relación con Chaín siguió intacta; de hecho, Schiavi sigue teniendo amigos dentro de Pro, aunque muchos otros macristas lo resistan. "Hay momentos en los que tratamos de no hablar para no dañarnos", explica su amigo, el ministro Pro. Ayudó a mantener los lazos, según Chaín, que la mujer de Schiavi, la psiquiatra Verónica Mora, se haya quedado en el espacio de centroderecha, tras el portazo de su marido. Sin embargo, hay un detalle que ni el macrismo parecía conocer: "Mi mujer acaba de renunciar esta semana", informa Schiavi.
Caído Aníbal Ibarra, su reemplazante, Jorge Telerman, convocó a Schiavi como secretario de Obras Públicas de la Ciudad. Y, finalmente, cuando Macri arribó a la jefatura de Gobierno porteño, en 2007, los aceitados contactos que Schiavi se había ocupado de tejer con De Vido rindieron sus esperados frutos. Fue entonces cuando el santacruceño lo rescató para su órbita y lo designó al frente de la Administración de Infraestructuras Ferroviarias (ADIF), una empresa estatal que fue creada para impulsar las inversiones que le permitirían llevar adelante un reordenamiento ferroviario, que nunca se concretó.
De allí a reemplazante de Jaime, no había más que un paso. Y Schiavi lo dio. "Pero la verdad es que yo no le creo que ahora sea kirchnerista, y muchos le advertimos que nadie sale bien de este Gobierno", afirma una legisladora de Pro, que quedó en buenos términos con él.
Inmune a estas alertas, Schiavi sigue avanzando: a él, los saltos cuánticos no parecen asustarlo. Quizá los tome como un mero trámite de la política, o un peaje necesario para su objetivo final.
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Quién es
Nombre y apellido: Juan Pablo Schiavi
Edad: 52
La Ciudad como escenario: Casado y padre de dos hijos, Schiavi es ingeniero agrónomo (UBA). Siempre desarrolló su actividad política y profesional en la Ciudad. A pesar de su estructura "corpulenta", todos le dicen "Juampi".
Variadas mutaciones políticas: Comenzó militando a los 15 en las estructuras juveniles que respondían a Montoneros. Con el tiempo, su biografía política sufriría mutaciones: fue grossista, macrista, telermanista y ahora devidista.