Juan Manuel Abal Medina: "El discurso de la oposición es absurdo"
Funcionario, politicólogo y heredero de un apellido con raíces en el peronismo setentista, Abal Medina es un auténtico cuadro intelectual del kirchnerismo
Juan Manuel Abal Medina hijo era apenas un chico durante la dictadura, pero ya cargaba con un apellido tan famoso como difícil de sobrellevar en esos años. Su padre, una histórica figura del peronismo setentista, inmortalizado en la mítica foto del paraguas que cubre a Perón en su regreso a la Argentina, estaba asilado en la Embajada de México, donde permanecería seis años. Su tío, Fernando, fundador de Montoneros y pareja de Norma Arrostito, había sido asesinado a tiros por la Policía en 1970, cuando él apenas tenía dos años. Arrostito, la única mujer de la cúpula montonera, y Fernando Abal Medina habían comandado, unos meses antes, el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu. "De bebé, mi tío me llevaba a las reuniones sin que se enterara mi viejo", recuerda ahora este politicólogo que actualmente es subsecretario de la Gestión Pública, un área dedicada, entre otras cosas, al fortalecimiento del aparato del Estado y la participación ciudadana.
Es que Juan Manuel Abal Medina padre, quien hasta el 76 era secretario del Movimiento Nacional Justicialista, discrepaba abiertamente con el camino de la lucha armada que había tomado su hermano menor.
En un obligado exilio interno, después del golpe, Juan Manuel (h) tuvo que esconderse en un campo junto con su mamá y sus hermanos. Cursó la primaria en escuelas rurales. Para no despertar sospechas, la familia simplificó el doble apellido por el, más modesto, "Abal" a secas. Así vivieron hasta que pudieron irse del país.
Con los años, empezó a militar en la Universidad, conoció a Chacho Alvarez y se hicieron íntimos amigos. Juntos enseñaron en la Universidad de Quilmes y se fueron acercando, también, al proyecto K hasta que, el año pasado, Alberto Fernández le ofreció su actual puesto. Había conocido al jefe de Gabinete en la campaña de 2003 y, desde entonces, fue uno de los nexos entre el Gobierno K y el mundo académico.
Finalmente, hoy, podríamos decir que Abal Medina (h) es un auténtico cuadro intelectual del kirchnerismo, puro y duro.
- En la última semana tuvimos la marcha de Juan Carlos Blumberg, que puede gustarle o no pero lo cierto es que convocó mucha gente a la Plaza. ¿Cómo evalúa la aparición de este opositor surgido de la ciudadanía y no de la clase política?
-A este opositor habría que sumarle también algunos medios, ¿no?... Pero, bueno, volviendo al punto, es lógico que cuando no se puede construir una oposición partidaria el tablero político se llene desde algún lado. Este, como otros liderazgos ciudadanos, expresa la deficiencia del sistema de partidos y, a la vez, hay un aprovechamiento de la oposición política que, por su debilidad, pretende capturar estas figuras. Aparece Blumberg con sus marchas y la incapacidad de Macri lo lleva a ofrecerle una candidatura.
- Pero, ¿no ven a Blumberg como un opositor de temer?
-No, para nada. El problema de Blumberg es que se deja seducir por actores que quieren aprovecharse de él y que claramente no le suman. Por otra parte, él expresa un conjunto de opiniones sobre seguridad que, no sólo no funcionaron, sino que fueron malas para la Argentina. El tema de la seguridad es un problema creciente en el mundo. En la década pasada ya teníamos a [Carlos] Ruckauf sosteniendo las mismas ideas que Blumberg, y así le fue: la provincia de Buenos Aries empeoró brutalmente.
- Debería decir "tenemos" a Ruckauf, porque ahora está con ustedes. O sea es K, pero piensa como un opositor, ¿no es un desquicio?
-(Se sonríe) Ruckauf acompaña pero calladito.
- Y dígame, a un intelectual tan crítico de la foto de los 90, ¿no le incomoda compartir un mismo proyecto con ex menemistas emblemáticos como Kelly Olmos, el riojano Angel Maza, los intendentes Otacehé, Curto, Baldomero "Cacho" Alvarez o el mismo Luis Barrionuevo?
-No.
- No me va a decir ahora que le encanta .
-Tampoco me encanta.
- ¿Cuál es su límite, entonces?
-La clave es comprender en cada proceso lo esencial y lo anecdótico. Cuando uno critica la anécdota, está equivocado. Por ejemplo, una crítica tonta al marxismo es cuestionar a Marx porque lo mantenía un burgués como Engels. En los procesos históricos siempre se mezclan lo viejo y lo nuevo, pero lo esencial es lo que prima. Y en este proceso es tan claro que la centralidad la tiene la expresión del cambio y de la centroizquierda que, el hecho de que acompañen actores de lo viejo, en lugares muy secundarios, no es malo de por sí. No tenemos miles de dirigentes que ganen elecciones en todos los municipios del país.
- Hablando de ganar elecciones, el oficialismo está llamando a una concertación "con los que piensan igual", ¿no parece un chiste de Nik?
-De ninguna manera. Ocurre que no se puede concertar con quienes piensan absolutamente distinto; esto no ocurre en ningún país del mundo. Es necesario tener una visión común del proyecto de país.
- Hace poco, Alfonsín aseguró que estamos ante un gobierno plebiscitario, una caracterización que no viene de un trotskista ni de la derecha golpista sino de un presidente de la democracia.
-Creo que hay cierta lectura disparatada y ultrasalvaje de la realidad. Porque, con cualquier dato objetivo que permita una comparación, éste es, por lejos, el gobierno más respetuoso de la calidad institucional de la historia argentina.
- Pero mire que va a tener que argumentar mucho para poder sostener esa idea... ¿Le parece disparatado lo que plantea Alfonsín?
-Si, absolutamente. Es una leyenda que no tiene asidero. Cuando hablo de lo esencial me refiero a lo que este gobierno hace, más allá de su estilo. Datos objetivos: el crecimiento de la economía -el más alto de los últimos cincuenta años-; la reducción de la pobreza y de la población en la indigencia; el crecimiento general de la expectativa de la sociedad; la derogación de las leyes secretas; el nombramiento de juristas respetados en la Corte Suprema. Hoy cualquier ciudadano puede saber, desde su computadora, con quién me reúno yo todos los días. El país anda tan bien que la oposición, en lugar de discutir temas puntuales, radicaliza su discurso y lo lleva al absurdo.
- Pero si la Argentina es, a su entender, casi como Suecia, ¿cómo explica que intelectuales que también son respetados, como Guillermo O Donnell o Beatriz Sarlo, por darle sólo dos ejemplos, se preocupen por el descuido institucional de Kirchner?
-Yo no digo que seamos como Suecia; digo que, en comparación y teniendo en cuenta de dónde venimos, nadie ha cuidado más la calidad de las instituciones que esta administración. Por otra parte, hay que decir que Guillermo hace mucho que vive fuera de la Argentina y Sarlo, que es una excelente intelectual de crítica cultural, no es politicóloga. Más allá de eso, ellos son intelectuales críticos y está bien que cuestionen cosas; es su función.
- Las reelecciones indefinidas que Kirchner apoya entre sus gobernadores amigos, ¿también le parecen algo anecdótico?
-Kirchner no está apoyando reelecciones porque eso lo decide cada provincia. Sin embargo, a pesar de que a mí no me gustan, en Estados Unidos siempre existió la reelección indefinida de gobernadores o intendentes y nadie dice que eso está mal. En otros países de Europa pasa lo mismo.
- Digamos que la Argentina no puede compararse con aquellos países que tienen instituciones tan sólidas. La reelección indefinida aquí lo único que genera es el fortalecimiento de los liderazgos personales.
-Creo que se hace una pésima lectura de los motivos de la fragilidad institucional, que básicamente deriva de la violación histórica de las normas. Kirchner, en cambio, empieza a recuperar la idea de la democracia cuando actúa en consecuencia con lo que la gente vota.
- Y alentar a dirigentes que fueron votados por la oposición a sumarse al oficialismo, ¿cómo se llama?
-Me atrevería a decir que esa es una anécdota, perdón, pero casi ridícula. Que el diputado de un partido se pase a otro ocurre en todas las democracias del mundo.
- No me diga, ya sé: el hecho de que De Vido sea controlado por su propia esposa en la Sigen es otra anécdota.
-Así es.
- Una anécdota nada graciosa, por cierto.
-Pero es que a De Vido no lo controla la mujer sino un cuerpo colegiado del que ella forma parte. Si en lugar de nombrar a Minniccelli me hubieran nombrado a mí o a cualquier técnico de este gobierno, sería lo mismo.
- ¿Está de acuerdo con esta idea de Lavagna de buscar un candidato único de la oposición aliándose con Macri?
-No, para nada. El problema de la Argentina fue construir sólo por intereses electorales, y así nos fue. No vamos a tener un sistema sólido hasta que los actores no se constituyan en base a ideologías. Lavagna era hasta hace muy poco ministro de este gobierno; que ahora, entonces, se junte con opositores explícitos, es un aquelarre. La gente nunca va a votar algo así. A la democracia le hace bien que la oposición se construya como lo está haciendo el kirchnerismo: en base a principios claros.
- Lavagna se pronunció en contra de los superpoderes, la reglamentación de los DNU y la última reforma del Consejo de la Magistratura, ¿no es ésa una fijación de principios claros?
-No; son chantadas absolutas.
- ¿Es un chanta Lavagna?
-Al menos, me parece muy poco serio su comportamiento. Alguien que gobernó durante tres años, dentro de la actual ley de presupuesto, sin respetar los montos de las partidas y que él, desde el Ministerio de Economía, usufructuó, no puede salir a decir al mes que eso está mal.
- Y en el marco de tantas bondades, ¿por qué entonces hay miedo en esta administración?
-¿Miedo a qué?
- A disentir .
-Bueno, pero si uno está en contra de lo que Kirchner hace, se tiene que ir a su casa. Nosotros somos funcionarios de este gobierno, no de otro. Y la gente votó a este Presidente porque confía en él. El Gobierno no discute, ni debate: ejecuta. Acá hay una confusión típica entre el presidencialismo y el parlamentarismo.
- Usted sabrá que la autocrítica es, en la Argentina, un ejercicio raro; sin embargo, el Presidente se la pide a casi todos. ¿No cree que daría un excelente ejemplo si empezara por hacer la propia?
-El Presidente pide autocrítica a los sectores a los que la sociedad les pide una autocrítica. Kirchner tiene un 75 por ciento de imagen positiva, y nadie se lo pide a él.
- Pero el Presidente y su esposa apoyaron en los 80 a Luder, un candidato que avalaba la autoamnistía de los militares, ¿no deberían decir algo al respecto, dado que la defensa de los derechos humanos es ahora una de sus principales banderas?
-Bueno, pero Luder era el candidato de su partido. Estaba bien que lo apoyara.
- Le pregunto porque el Presidente, la última semana, cuestionó por este tema a Alfonsín, que sin embargo tiene, a diferencia de él, una larga historia en la defensa de los derechos humanos.
-Alfonsín podía decir lo que quería en los setenta; en cambio, si Kirchner hablaba, lo mataban.
- ¿Por qué podía decir lo que quería?
-¿Pero quién hubiera querido matar a Alfonsín, si el radicalismo tenía embajadores en la dictadura? Distinta era la situación de los que militaban en los setenta para cambiar al país.
- La verdad es que usted, Abal Medina, es un kirhnerista invulnerable .
-Es que el Presidente siempre va más allá de mis expectativas.
El perfil
Estudios y cargos
Juan Manuel Abal Medina nació en Buenos Aires, en 1968. Estudió en la UBA, la Universidad de Georgetown y Flacso-México, donde obtuvo el título de doctor en Ciencia Política. En la actualidad, además de ejercer la función pública es profesor universitario.
Familia y militancia
Está casado y tiene cuatro hermanos, entre ellos, una que es hija de Juan Manuel Abal Medina y Nilda Garré. Militó en la Universidad y luego integró el Frente Grande. Desde 2003 oficia de nexo entre el Gobierno y el mundo intelectual.