Juan Carlos Portantiero: "Hay una vuelta al clima de los 70"
El sociólogo, coautor del reeditado clásico Estudios sobre el origen del peronismo, analiza las mutaciones de ese movimiento a través de la historia para iluminar la presente crisis interna entre Kirchner y Duhalde
Entender al peronismo nunca ha sido una tarea fácil. Pero los intentos por hacerlo son siempre bienvenidos, en tanto sus crisis internas se trasladan inevitablemente al conjunto del país, y a veces con resultados catastróficos.
Frente al recrudecimiento de la lucha interna en el PJ, de la mano de Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, valió la pena consultar al sociólogo Juan Carlos Portantiero, uno de los intelectuales que con más lucidez ha abordado el fenómeno peronista. Entre otras cosas, porque en los últimos días fue reeditada la obra Estudios sobre los orígenes del peronismo (Siglo XXI), que escribió junto con Miguel Murmis.
De ideas socialistas y estrechamente vinculado a Raúl Alfonsín cuando éste fue presidente, Portantiero es autor de varias obras clásicas, tales como Los usos de Gramsci, y fue decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA entre 1990 y 1998. De su pasado juvenil se destaca su militancia en el Partido Comunista, de donde fue expulsado en 1963.
-Mi primera pregunta no va a apuntar tanto a los comienzos del peronismo como a la explicación de su larga supervivencia.
-El peronismo es un fenómeno particular que explica su prolongada supervivencia por su capacidad de adaptación a las circunstancias. En ese sentido, es un fenómeno a la vez perdurable, pero también mutante, y en esas mutaciones están las razones de su perdurabilidad.
-¿De cuántos peronismos podemos hablar?
-A lo largo de casi sesenta años, desde que aparece el peronismo en la Argentina, podemos advertir un gobierno de tipo nacionalista popular típico de la posguerra, como el primero de Perón; hemos tenido un gobierno en los 70 más proclive a formas de izquierda nacional o nacionalista, que dio lugar a una reacción de ultraderecha, con Isabel Perón y José López Rega, que luego se mutó en un liberalismo económico en los años 90 y ahora dio lugar a una formación de centroizquierda o izquierda moderada con Néstor Kirchner. Es muy difícil decir cuál de esas caras es la del peronismo; seguramente el peronismo es todo eso. El haber jugado tantos papeles es probablemente lo que explica que haya durado tanto tiempo.
-Uno de los problemas que se advierte hoy es la tendencia a la coexistencia dentro del peronismo de cierto oficialismo y cierta oposición. ¿Cómo se explica este fenómeno y qué consecuencias puede tener?
-En parte eso se está viendo ahora, aunque sin las formas trágicas que adquirió en la década del 70, cuando el alojamiento de dos sectores contrapuestos llevó prácticamente a una guerra civil entre bandas. Pero hoy mismo no está resuelto el problema del liderazgo y, cuando esta cuestión no está resuelta o existen liderazgos bifrontes, no sabemos qué puede pasar.
-¿Cómo evalúa los antecedentes históricos de este problema representado por liderazgos bifrontes como para predecir el problema actual entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde?
-Es un problema que paradójicamente adquiere características de fines del siglo XIX, con el enfrentamiento de la provincia de Buenos Aires con el poder federal, o la pugna entre quien por entonces era el gran elector, como Julio Argentino Roca, y quien recibía el beneficio y trataba de acumular poder propio, como Miguel Juárez Celman. El conflicto Kirchner-Duhalde es bastante comparable con ese enfrentamiento, entre otras cosas porque cada vez hay menos partidos nacionales en la Argentina y más confederaciones nacionales de partidos. Si esto ha llevado al radicalismo casi al extremo de la desaparición, el peronismo es también hoy una confederación de partidos provinciales, con bastantes semejanzas al Partido Autonomista Nacional (PAN) de Roca. Es decir que estamos en un proceso de transición en donde un sistema político anterior está perdiendo vigencia y, en esos movimientos, hay partidos que desaparecen; otros que surgen, pero sin la fuerza institucional necesaria, por lo que se transforman en partidos de notables, como los de Ricardo López Murphy o Elisa Carrió; otros que languidecen como el radicalismo y alguno como el peronismo con serios problemas para resolver la cuestión de liderazgo y la relación entre Buenos Aires y el país federal.
-Usted comparó el conflicto Kirchner-Duhalde con el enfrentamiento entre Roca y Juárez Celman. Juárez Celman terminó muy mal y venció el gran elector...
-El conflicto entre Kirchner y Duhalde tiene un final abierto y aun cuando parezca que la sangre no llegará al río nadie sabe cómo va a terminar. Seguramente un punto de choque importante se dará a la hora de conformar las listas de diputados nacionales de la provincia de Buenos Aires para las elecciones del año próximo.
-¿Qué hay en común entre figuras como Perón, Cámpora, Menem, Duhalde y Kirchner?
-El peronismo siempre expresó mejor que otras fuerzas la relación entre política y corporaciones; mientras el radicalismo era un partido de ciudadanos, éste era un partido de grupos y corporaciones. Tiene un sentido muy fuerte del poder y es capaz, con tal de mantenerlo, de entrar en situaciones que otros partidos más principistas evitarían. Es un partido que siempre apelará más a una relación directa entre el líder y la masa que a instrumentos de mediación más institucionales. Y tiene las características de los movimientos nacionales y populares de América latina, a diferencia de la idea clásica más republicana de los partidos tradicionales de Occidente.
-Al principio de esta charla, usted definió al kirchnerismo como una especie de izquierda moderada. ¿Cree que eso ya está claramente definido o puede sufrir mutaciones?
-Si uno toma en cuenta lo que parece ser la voluntad de los actores principales del kirchnerismo, empezando por el Presidente, estamos en presencia de una suerte de resurrección del clima ideológico de los 70 sin todos los elementos de violencia militar que había en el ala izquierda del peronismo. Sería una especie de setentismo sin muchas cosas malas que sucedieron en los 70. Ese es para mí el pensamiento profundo de quienes están más cerca del Presidente y se expresa en muchos de los gestos de Kirchner y en la manera en que se involucra como parte de una generación. Claro que esto no es el peronismo, sino que fue una parte del peronismo.
-¿Piensa que puede haber una ruptura en el peronismo?
-Hasta qué punto, en la necesidad de impedir que el movimiento se fracture, puede haber componendas entre un elemento y otro, se sabrá en el futuro. No creo personalmente que vayamos a una ruptura, ya que hay un sentimiento de autoprotección de cada uno de los actores que hará que no caigan en eso porque sería grave para los dos en términos de pérdida de poder. Pero a veces las situaciones se desbarrancan porque se llega a puntos de no retorno. Aún no sabemos si se llegará a algo así. Lo que sí sabemos es que, si uno toma la situación mes tras mes, se ven impulsos y frenos, pero en un nivel cada vez más alto de enfrentamiento.
-¿Qué hay detrás de la pelea entre Kirchner y Duhalde? ¿Una mera pugna por un espacio de poder territorial o factores ideológicos?
-Creo que hay una cuestión ideológica. El perfil de Kirchner no es el perfil más clásico del peronismo de Duhalde. Al margen de eso, hay una disputa por el liderazgo. De todas maneras, la incompatibilidad ideológica se puede resolver, porque ni siquiera es un enfrentamiento como el que podía haber sido el de Cámpora con López Rega.
-¿Por qué dice que Kirchner es un neocamporista?
-Quiero recalcar que cuando hablo del kirchnerismo como parte de una resurrección del setentismo, no estoy queriendo decir que Kirchner es montonero ni pretendo caer en un montón de acusaciones ridículas que se hacen, sobre todo desde el menemismo.
-¿Cómo ve la idea de la transversalidad de la que tanto se habla desde el kirchnerismo?
-Kirchner es alguien que recibió un poder delegado, sobre todo por Duhalde y el justicialismo de la provincia de Buenos Aires. Desde el primer día de gobierno, el Presidente trató de afirmar su propia autoridad, como poder propio. Una de las herramientas con las que se manejó para crear una relación de fuerzas que le permita llevar adelante una lucha interna con probabilidades de ganarla fue montarse sobre un movimiento externo al partido, no para reemplazar al PJ -porque eso implicaría que Kirchner quiere irse del partido, cosa que no creo- sino para aparecer con una fuerza propia, que no le debe nada al partido, y lograr mayor grado de autonomía. De todos modos, la posibilidad de que esto tenga éxito no la tengo clara. Lo cierto es que la transversalidad en términos de cooptación de figuras independientes o de otros partidos a su propio seno la viene haciendo Perón desde 1946. De ocho ministros, Perón tenía tres que venían del Partido Socialista: su ministro del Interior, Borlenghi; su canciller, Bramuglia, y su ministro de Trabajo, Freire. Si eso es la transversalidad, no implica ninguna novedad.
-¿Y es eso lo que pasa por la cabeza de Kirchner?
-No creo que Kirchner apunte a una mera cooptación, sino a construir una fuerza propia que recolecte fuera del espectro peronista y que podrá converger con ciertos sectores internos del peronismo, sin necesidad de ruptura en el PJ. Pero pienso que este proyecto seguirá todavía el modelo de ensayo y error.
-¿Descarta la idea de que la transversalidad pueda dar lugar a una fuerza de centroizquierda independiente del peronismo, con figuras como Aníbal Ibarra y Hermes Binner?
-Me parece que esto tiene mucho de experimento. Otra cosa es que el país necesita una fuerza de centroizquierda autónoma respecto del peronismo, por la que personalmente abogo. El Frepaso pudo encarnar ese espacio, pero el fracaso de la Alianza arrastró al Frepaso. Ahora hay que construir ese espacio desde cero, desde la nada. Pero si uno se guiara por el espíritu del votante de las grandes ciudades, evidentemente la existencia de una fuerza de centroizquierda autónoma sería altamente probable, como lo fue el Partido Socialista en los años 40. Y creo que este tema no será resuelto por la transversalidad.
-El peronismo históricamente se ha puesto como víctima perpetua de la historia argentina, olvidando tal vez que también gobiernos peronistas -particularmente el de Isabel Perón- sometieron a la sociedad a persecuciones. ¿Cómo evalúa la revalorización del pasado que está haciendo Kirchner?
-Creo que Kirchner busca colocarse del lado de las víctimas del terrorismo de Estado y mostrarse como quien, treinta años después, recupera el espíritu de esa generación que fue derrotada. En las condiciones de un mundo que no son las de los 70, pero en donde aquellos ideales seguirían teniendo justificación histórica. Ese es el lugar que a sí mismo se da el Presidente y la manera legítima en que se coloca frente al pasado.
-Curiosamente no hemos hablado hasta aquí de Carlos Menem. Prescindiendo de Menem, ¿cree usted que el menemismo o lo que significó el peronismo en la década del 90, con sus aires neoliberales, está terminado?
-Creo que Menem dio vuelta como una media lo que tradicionalmente hizo el peronismo. Me parece que una vez desaparecido él de la escena política, la probabilidad de que quede algo del menemismo dentro del justicialismo es muy escasa.
-¿De manera que no ve dentro del peronismo una corriente que exprese aquel neoliberalismo?
-No lo veo como algo dentro del peronismo. Quedará para los sectores de centroderecha tradicionales, con la ventaja de que se tratará de un partido con valores más republicanos.
El perfil
Sociólogo
Juan Carlos Portantiero nació en Buenos Aires en 1933 y se graduó en sociología en la UBA. En 1976 se exilió en México. A su retorno, en 1983, tuvo una estrecha relación con Raúl Alfonsín.
Decano socialista
Fue decano de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA entre 1990 y 1998. En la década del 80 había fundado, junto con José Aricó, el Club de Cultura Socialista y la revista La Ciudad Futura. Entre sus libros se cuentan Los usos de Gramsci, La producción de un orden y El tiempo de la política.