Jóvenes y militancia política. Las nuevas maneras de participación y los posicionamientos ideológicos
Termina un año intenso, con vistas a un 2023 que estará marcado por la campaña electoral; en este contexto, ¿cómo se relacionan las nuevas generaciones con la participación y los posicionamientos ideológicos?
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Se cierra un año político particularmente intenso, con vistas a un 2023 que promete mantener esa intensidad y que, además, estará marcado por la campaña electoral. En este contexto, ¿qué ocurre con la generación que recién está ingresando en la vida política? ¿Qué significan la militancia y el activismo para los chicos que estrenarán voto en 2023, transitan los primeros años de la universidad o están ingresando en la vida adulta? ¿Se reconocen en las propuestas de los partidos políticos tradicionales? ¿Buscan modelos en décadas tan ligadas a la participación política como fue la de los años setenta? ¿O, hijos de una crisis que parece eterna, desconfían, reniegan de la política y prefieren buscar otros modos de participación?
La respuesta no es sencilla porque hoy, más que un modelo único, existe un mapa complejo, activo y en formación de activismos, militancias y discursos distintos a los de las generaciones anteriores: las posturas parecen ser menos ideológicas, suelen estar más conectadas con lo emocional, lo estético y lo comunicacional (las grandes movilizaciones “verdes” y “celestes”, durante los debates por la ley de interrupción voluntaria del embarazo son un gran ejemplo).
Asimismo, muchos activismos tienden a ser transversales, ligados a la agenda de derechos o a las problemáticas medioambientales y, en el caso de quienes militan en los partidos tradicionales, aparece cierto interés por la profesionalización de la participación política.
¿La gran novedad? El sector juvenil, en muchos casos proveniente de sectores populares, que se apropia de los discursos de derecha, hace del antiprogresismo uno de sus baluartes y se identifica con las propuestas libertarias.
Ideología y afinidades
“En la historia argentina, por lo menos de los años sesenta a esta parte, encontramos distintos ciclos de participación con hitos políticos que marcan el ingreso de nuevas generaciones a la vida pública y política. Podríamos pensar en el Cordobazo, el regreso de la democracia, el conflicto del campo en 2008, los debates parlamentarios en torno a la interrupción voluntaria del embarazo, e inclusive también la pandemia. Hay algo ahí para pensar la participación, que invita a historizarla: momentos donde las nuevas generaciones ingresan a la vida política”, explica Melina Vázquez, socióloga, investigadora del Conicet y profesora de la UBA. Y aclara: “Hay climas de época que invitan a adoptar compromisos, que no siempre tienen que ver con lo que vemos en la protesta social en la dimensión más pública, sino también en la dimensión más cotidiana del activismo”.
Si a cada momento histórico le corresponde una juventud militante, sin duda la actual tiene características diferenciales en términos ideológicos pero también estéticos, expresivos, comunicacionales. Pablo Vommaro, docente e investigador, hace la comparación con aquella “juventud maravillosa” de los años setenta. “Hoy es una militancia menos ideológica y más vinculada con afectividades y emocionalidades y con aspectos estéticos, expresivos, comunicativos –dice–. Tiene que ver con ideologías, pero también con afinidades, con cercanías diversas más subjetivas y no tanto con una objetividad ideológica. Otro cambio tiene que ver con que en los años setenta la militancia estaba más vinculada con lo heroico, con el sacrificio. Una militancia del heroísmo. De entregarlo todo. De postergar la vida por… Ahora es una militancia más de la fiesta. De la alegría. De lo estético. Del amor. Del involucrarse con el cuerpo. Una militancia más de la vida. No una militancia que hasta muere o mata por militar”.
“Hoy es una militancia menos ideológica y más vinculada con afectividades y emocionalidades y con aspectos estéticos, expresivos, comunicativos. Tiene que ver con ideologías, pero también con afinidades, con cercanías diversas más subjetivas y no tanto con una objetividad ideológica.”
La agenda de esta nueva militancia ha variado. Es una agenda joven. Porque ser joven es un valor en sí. Los temas del debate están vinculados a las urgencias socio económicas del país, como siempre. Pero también suman otras cuestiones vigentes en el debate cotidiano como los derechos colectivos, el medio ambiente, el cambio climático, las diversidad sexual y de género. Y es una agenda transversal, que va más allá de lo partidario.
En este sentido, Bruno Rodríguez (22), integrante de Jóvenes por el Clima Argentina, asegura: “No me gusta cargar con el título de ‘activista’. Desde los 13 años milito políticamente, pasé por espacios partidarios, organizaciones de derechos humanos y movimientos sociales hasta formar parte de la construcción de Jóvenes por el Clima Argentina. Creo que tiene un peso simbólico y un significado mucho más potente el concepto ‘militante’, es parte de la jerga popular de la política argentina. Soy militante, no activista”.
Los temas del debate están vinculados a las urgencias socio económicas del país, como siempre. Pero también suman otras cuestiones vigentes en el debate cotidiano como los derechos colectivos, el medio ambiente, el cambio climático, las diversidad sexual y de género.
Respecto de su militancia actual, explica: “Me volqué a la militancia ambiental motivado por el componente social de las injusticias que perpetra la crisis climática y, fundamentalmente, por la importancia de que la Argentina y Latinoamérica cuenten con un movimiento que traccione y empuje una agenda emancipatoria, una propuesta de transición ecológica que cierre con la gente adentro”.
Vommaro precisa que la agenda de la participación política joven “es una agenda de búsqueda de reconocimiento, de visibilización de diversidades. Una búsqueda de resaltar lo diferente. De producir igualdad no como homogenización, como el borramiento de lo diferente, sino igualdad en la diversidad”.
En la década de los ochenta la agenda “era de los derechos y la democracia”. Hoy, insiste Vommaro, la “agenda de derechos continúa pero la agenda democrática está menos presente”, y hay una agenda “más vinculada a la diversidad, a los derechos colectivos”.
Legitimidad automática
La resignificación de la agenda viene acompañada por una reivindicación del ser joven. Actualmente el joven militante no busca ocultar sus rasgos juveniles ya que, a diferencia de lo que pasaba antes, ser joven militante ahora es un valor positivo. “Frente a la red semántica que existe entre bueno, nuevo y joven, y entre viejo, malo y adulto, en los setenta los jóvenes buscaban adultizarse. Eran los jóvenes barbados, los Che Guevara y Fidel Castro que querían parecer adultos. En cambio hoy tienen legitimidad por ser jóvenes”, resalta Vommaro.
¿Ser quienes acercan a las viejas estructuras la nueva agenda es suficiente para ser considerados militantes activos, con chances de crecer en la carrera política?
“Soy militante porque creo en la cercanía de la política, porque creo que es un requisito necesario para conocer las demandas de la ciudadanía, y para pensar de forma más eficiente las soluciones necesarias –explica Agustín Rombolá, presidente de la Juventud Radical porteña–. La militancia, en definitiva, la política de acción, es el ejercicio más inmediato de una democracia. Creo que es fundamental que las personas se involucren, sientan el deber ético que implica la militancia y que, sobre todo, se den la oportunidad de convertirse en verdaderos agentes de cambio real”.
Por su parte, Facundo Cruz, analista político, autor del libro Socios pero no tanto (Eudeba) y columnista en la sección La gente vota del sitio cenital.com, afirma: “El joven militante que hoy participa activamente en política, es un joven muy comprometido, muy preocupado por la realidad argentina y alguien que está buscando las herramientas necesarias para transformar la realidad”, señala.
Buscar las herramientas implica muchas veces formarse. Aprender. Cruz agrega: “Me ha tocado, desde mi experiencia profesional, encontrarme con muchos jóvenes militantes que buscan espacios de formación adicional a la experiencia de militar. Buscan perfeccionarse en la gestión pública, en la gestión política, en la negociación, y tratan de ampliar los conocimientos que tienen para cuando les toque ocupar lugares de decisión. Son jóvenes militantes a los que les gusta trabajar en equipo. Crear espacios virtuales, grupos, subgrupos. Y también salir con las mesitas el fin de semana”, subraya.
Entre los espacios dedicados a este tipo de formación podría citarse, por ejemplo, el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), institución dirigida por Rodrigo Zarazaga que apunta, precisamente, a la formación de líderes sociales y políticos.
Sin embargo, el panorama no es unívoco: hay analistas que aseguran que, en realidad, los jóvenes están alejándose de la política. Para quienes sostienen este punto de vista, es significativo el número de jóvenes que se desconectaron de la política, por desilusión o directamente porque las crisis recientes que atravesó el país les dificultaron el estudio, el trabajo, la seguridad. Las alarmas se encienden cuando aparecen indicios de que algunos sectores juveniles también han tomado distancia de los beneficios de la democracia.
Muchos de estos jóvenes desencantados se han cautivado con el discurso libertario y sus diatribas contra la dirigencia política. Ser parte de este grupo significa para muchos pararse en la vereda de enfrente del prototipo del militante progresista del que se adueñó el oficialismo y la izquierda, y que aparece ahora como parte del statu quo gobernante, peinando incluso canas.
Diversas búsquedas
Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, por ejemplo, cree que “los jóvenes si son de clase media alta, se han ido del país. Y si son de clase media baja, directamente han abandonado la democracia”. Asegura que estos últimos prefieren “figuras autoritarias que rivalizan con el arquetipo progresista”. Por eso, afirma, “se han corrido del centro hacia los extremos, sobre todo a la derecha”.
Según sus investigaciones, hoy el 65% de los jóvenes de sectores populares menores de 30 años están indicando que les da lo mismo la democracia que otro sistema, e incluso que consideran mejor un sistema autoritario que uno democrático. El país no es lo que esperaban, se sienten amenazados por la economía, y no creen en los políticos, entre los que ninguno tiene una imagen positiva mayor al 45%. Ni siquiera los Milei o Espert que han salido con fuerza (y cierto éxito) a conquistar este segmento de votantes.
¿Se han vuelto de derecha los jóvenes? “No creo que el joven militante argentino hoy sea de derecha o de izquierda. Hay jóvenes militantes en todos los espacios políticos. Tanto de una derecha más radicalizada como la que representan Javier Milei y José Espert, como militantes que están a la izquierda, dentro del Frente de izquierda y de trabajadores. Y las opciones que están en el medio entre estas dos más, ya sea de cualquiera de los partidos que integran Juntos por el Cambio o bien los espacios dentro del Frente de todos, la juventud de la Cámpora, del Partido Justicialista, las distintas juventudes provinciales, la del Partido Socialista. Son todos espacios políticos que tienen distintas posturas y los jóvenes militantes se enrolan en las banderas de esos partidos”, se explaya Facundo Cruz.
¿Apáticos?
Para Melina Vázquez no habría una apatía juvenil, sino una reconfiguración ideológica de las juventudes militantes: “Hoy, con el florecimiento de las juventudes de derecha, lo que se pone en duda es esta idea de que lo joven se asocia con una idea de transformación social ligada al progresismo. El historiador y periodista Pablo Stefanoni analiza justamente esto en su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? (Siglo XXI) . Hoy muchos jóvenes identificados con la derecha van a valorar la movilización en la calles, van a mirar la experiencia de las movilizaciones juveniles, para apuntar a construir un espacio de representación político y partidario. Van a tratar de dar ‘la batalla cultural’, como dice Agustín Laje [coautor de El libro negro de la nueva izquierda; fundador y presidente de la Fundación Libre], que no se agota en la contienda electoral sino que busca construir y poner a disposición lecturas, marcos para interpretar la realidad, de acuerdo con valores que tienen que ver con reconocerse como jóvenes de derecha. Es un elemento distintivo del presente y que en el corto plazo constituye una novedad: reconocerse como de derecha como algo prestigioso, y como jóvenes y de derecha, como elemento singular”, describe.
En la misma sintonía se expresa Vommaro al asegurar que “no diría nunca que las juventudes se han vuelto apolíticas o antipolíticas”, sino más bien que “están en una búsqueda de otras políticas”. Y que el verdadero riesgo “es que en esa búsqueda puedan caer en formas que tras barnices o máscaras de novedad, en realidad sean más de lo mismo”. Resulta alentador, sin embargo, que “más allá de la contingencia de apariencias y de formas, hay una búsqueda de otras maneras de participación”. Eso es lo que vale la pena. Lo que debe sembrar esperanza. Eso sí, a no olvidar: “los jóvenes buscan ser escuchados, visibilizados, reconocidos –concluye Vommaro–. Por ahora hay una insistencia en hablarles y no a escucharlos”.