Jóvenes en la Argentina, entre demandas urgentes y un horizonte esperanzador
Las juventudes en nuestro país representan a más de 7 millones de personas. La Organización de Naciones Unidas, en sus definiciones establece que quienes la integran se encuentran en la franja de los 15 a 24 años. Sin embargo, más allá de la delimitación etaria, el significante “joven” en nuestra sociedad ha recibido, y recibe, por parte de diferentes actores sociales, contenidos y significados diversos, así como interpretaciones y valoraciones distintas.
Estas nociones oscilan entre la rebeldía, la idea de los jóvenes como sujetos en transición entre la niñez y la adultez, y estereotipos como personas desinteresadas o “perdidas”, a quienes la sociedad debe “encauzar”. También se encuentra la figura del joven “peligroso”, generalmente asociada a aquellos provenientes de sectores populares, o la noción de la juventud como una etapa cargada de ocio improductivo.
Ahora bien, ¿cuáles son verdaderamente los proyectos de vida de las juventudes en nuestro país? Un informe reciente destaca que una amplia mayoría de los jóvenes de nuestro país manifiesta el deseo de continuar su educación luego de la secundaria (85%) y de insertarse en el mundo laboral (65%), lo que refleja una fuerte motivación por progresar y desarrollarse.
El dato demoledor radica en que, más allá de estas estadísticas, sólo cuatro de cada diez jóvenes siguen estudiando o trabajando y esto no se vincularía con la falta de deseo de avanzar en un proyecto de vida sino con las dificultades que presenta el camino para alcanzar esos objetivos. Y es allí donde aparecen dos de las múltiples problemáticas que atraviesan al sector en nuestra región: el desempleo y la pobreza. Son las personas jóvenes las más afectadas por la caída económica y las que están más expuestas, a fenómenos de estigmatización como a vulneraciones de derechos básicos.
En la Argentina, el 63% de los niños y adolescentes vive en situación de pobreza y el 16% se encuentra en la indigencia. Asimismo, se encuentran también sin destino en el mercado laboral. En este espectro, las desigualdades son tanto cuantitativas, en relación con el acceso a ocupaciones y salarios, como cualitativas, en términos de la calidad de los empleos y la experiencia laboral: la tasa de desocupación juvenil triplica a la del resto de la población, y además entre aquellos jóvenes que acceden a un empleo, el 63% lo hace en la informalidad. La problemática adquiere una dimensión aún más preocupante al analizar el efecto acentuado del desempleo en aquellos provenientes de entornos vulnerables, y allí el desafío de encontrar un oficio se convierte en una lucha. Un informe reciente revela que el 42% de los jóvenes de mayor nivel de ingreso accede a un trabajo de calidad, y ese número se reduce a 2% cuando vamos al decil más bajo. Una posible salida, el empoderamiento (individual y colectivo) Más allá de las dificultades del contexto actual, las juventudes se reconstruyen a sí mismas desde una perspectiva de sueños, proyectos y esperanza. La vocación de este sector por establecer un trayecto formativo y laboral reflejan con firmeza esa búsqueda.
Somos testigos de la capacidad y las ganas de crecer de la juventud de nuestro país. Para acompañar ese impulso, existen empresas y personas voluntarias, que tienen el objetivo de tender un puente de oportunidades al empleo formal de este sector. El trabajo articulado entre distintos actores de la sociedad permite soñar con desafiar a las estadísticas. El denominador común de esta red radica en escapar a uno de los preconceptos que resulta más perjudicial, el de pensar al joven como ser del futuro: una persona al que el pasado no le pertenece porque no lo habitó, al que el presente no le corresponde porque no está listo y que solo se aferra al futuro, a un tiempo utópico que lo corre de la centralidad de hoy.
Por el contrario, hay que estar convencidos de que los y las jóvenes son nuestro presente y que como sociedad podemos reflexionar y accionar para fortalecer sus trayectorias. Esa será la condición de posibilidad de una sociedad más justa y equitativa.
Socióloga y responsable de desarrollo institucional de fundación Empujar