José Muñoz. "El dibujo de la realidad es de una extrema belleza, pero los guiones son lamentables"
Ilustrador y pintor, creador con Carlos Sampayo del personaje Alack Sinner, rescata "el temblor" de cada dibujante en sus líneas y dice: "La historieta es un refugio cuando la historia es poco recomendable"
En un solitario salón de hotel porteño, con el tenue rumor de una aspiradora de fondo, José Muñoz mira a los ojos al detective Alack Sinner. No es una escena de historieta, aunque podría serlo. "Cada línea de ese rostro, cada mancha, está en el lugar en el que tiene que estar", dice Muñoz. Lo dice con la tranquilidad que le aporta ser el creador de ese gesto adusto que funde a la vez dureza y fragilidad.
Mientras sostiene en sus manos este volumen de setecientas páginas publicado por Salamandra, que por primera vez reúne la obra íntegra de Alack Sinner, uno de los personajes más emblemáticos de la historieta argentina para adultos, Muñoz se acuerda del año en que junto con el escritor Carlos Sampayo decidieron crear este personaje. Fue en 1974. "Nos habíamos exiliado, afligidos por las circunstancias políticas en la Argentina, un país que se aprestaba a masacrar a sus hijos. Estábamos recién divorciados y tratábamos de sobrevivir económica y espiritualmente. Teníamos el deseo común de encontrar una narración que atravesase los países de la literatura, el cine y la historieta que nosotros frecuentábamos con más placer." Tras las huellas de Chandler y Hammett entendieron que el género policial podía servirles para investigar, describir, dibujar y sentir las heridas sociales. "Nosotros veíamos una profunda herida social en la Argentina que empezaba a fragmentarse en conflictos políticos, de clases y de culturas", cuenta Muñoz. Aunque la acción de Alack Sinner sucede en Estados Unidos, en una escenografía de bares, jazz, ex combatientes de la guerra de Corea y millonarios inescrupulosos, también se agitan en sus aguas los conflictos raciales, los problemas de la inmigración y la corrupción policial de la que Sinner trata de escapar.
Cuando en una de esas conversaciones Muñoz y Sampayo llegaron a entender que el personaje surgía de los mismos "pecados" de la sociedad que intentaba enfrentar, entonces apareció el nombre: Sinner. Y así empezó a definirse su fisonomía. "Dentro mío veo muchas imágenes, no sé si las pienso, pero sí las veo", reconoce Muñoz que, como dibujante, se apoyó para su trabajo en la estructura ósea de dos actores de la época: Steve McQueen y Charles Bronson. De esa conjunción nació el duro Alack Sinner. "Cuando uno dibuja, busca tocar y sorprenderse. Yo empecé a tocar y me di cuenta de que esa cara estaba yendo para el lado justo: entonces sentí la sorpresa de ver aparecer algo convincente. No sucede a menudo. Éstas son líneas, es cierto, pero también son recuerdos. Y en esta cara hecha de líneas y de manchas baila la melancolía, la perplejidad, cierta tristeza comprensiva."
Cuando presentó su retrospectiva en el Palais de Glace en 2015, usted me habló del temblor en el dibujo. ¿Dónde identifica su temblor en el rostro de Alack Sinner?
Todo esto es temblor. Todo esto son temblores dirigidos a exprimir emociones, recuerdos. En esta cara hay huesos que se asoman, huellas de viejas cicatrices. También hay líneas que están volando en el aire y parecen no tener relación entre una y otra pero todas están relacionadas en el sentido estético de mi mirada hacia la imagen. Entre los blancos y los negros se crean tensiones y, de alguna manera, se sostienen. Fijate cómo los pómulos van apareciendo debajo de la piel y presionan hacia afuera. Son temblores. Nosotros somos trabajadores manuales y los temblores son particulares de cada uno de nosotros. Somos almas que dibujan y tiemblan al dibujar.
¿Ese temblor se convoca? ¿Se puede manejar?
A veces te maneja. Por ejemplo, esto es una narración. Aquí, el temblor que me caracteriza tiene que calmarse y no liberarse demasiado porque estoy contando una historia. En este dibujo que está en tapa, Alack Sinner con el cigarrillo en la boca, quería que él me mirase. Y me miró y nos mira.
¿Qué encuentra usted en esa mirada?
Desconsuelo y una sombra de resignación. Siempre vemos algo parecido a una lágrima asomada. Así salió. Hay veces que vos resbalás por la cara y no conseguís ponerla en sintonía y otras veces que la pegás de lleno, como en este caso. Con respecto al temblor, quizás debería decir que no es mi máximo placer contemplar la línea razonada, que no vibra, que recorre la forma casi como proveniente del diseño gráfico, sin la expresión del gesto tembloroso de la mano y de la persona que está detrás con su alma. Por eso yo derivé en algo que podríamos llamar expresionismo. Allí encontré una casa donde pretendía encontrar una habitación para mí. Uno de los más talentosos y temblorosos fue Vincent van Gogh: todos sus dibujos tiemblan de vida. Cada mata de pasto, de hierba, tiene su temblor. Las hacía con plumas, con pedazos de madera. Van Gogh, en un dibujo, cuenta que una brisa pasa y peina la hierba, en una colina del sur de Francia que cae hacia el mar. En ese dibujo que recuerdo haber visto de chico en una enciclopedia en la biblioteca familiar está toda la hierba como una cabellera que hondea hacia abajo para luego volver. Y cada vez que abría ese libro y veía aquel dibujo, sentía que pasaba la brisa. No recuerdo el título de esa obra. A veces prefiero conservarla, de todos modos, en la indefinición de la falta de memoria para que me siga hablando a partir de la maravilla de la maravilla. Pero cuando vuelvo a encontrarla, la maravilla se repite. Eso sucede porque Van Gogh atrapó la emoción eterna de una brisa que pasa y peina. En cada una de sus líneas está el alma de ese hombre, el temblor de ese hombre, la extrema sensibilidad de ese hombre. Y ésa es la máxima aspiración para mí.
Leyendo de vuelta Alack Sinner advierto un cambio en el trazo a medida que pasa el tiempo. En un primer momento el dibujo está más definido y luego se hace, digamos, más etéreo. ¿Es posible?
Sí, muchísimo. La línea aparece y va eliminando detalles innecesarios. Está más segura, un poco más loca que antes, quizás.
¿Más alucinada?
Alucinada. Eso es. El intento es el de mantener un equilibrio entre informar y dejar bailar los trazos para experimentar. Esta cara está entre la construcción informal y la belleza de conseguir dibujar un rostro vivo. Que te mira. Ahora, cuando agarro este libro, veo cuarenta años de vida de Alack Sinner. Con Sampayo sentimos que inventamos un amigo que nos acompaña.
En 2006 decidieron terminar la historia. Debe ser difícil despedirse de un amigo.
No pensábamos que nos despedíamos. Pero lo dejamos con su nieto, con una vida relativamente rodeada de afecto. En tanto, los hombres de negocios, jubilados recientemente que manejan el gran juego del imperio de turno, discurren con respecto a las ganancias y las pérdidas y sobre lo que pasará en el futuro: si Estados Unidos desaparece como imperio central, como policía imperial. Y uno de ellos, en un momento, dice: "Ah, querido amigo, después de Estados Unidos no habrá nada. Sólo miedo". Se justifican como los policías que mantienen a la gente bajo control. Los explotamos, sí, pero evitamos que se maten. Está diciendo que este imperio policial puede estar sucedido por imperios policiales mucho peores. Y es una base que esa gente tiene en el pensamiento.
En ese punto, Alack Sinner tiene una actualidad inquietante. Desde la primera historia, que empieza con la violación de Toni, la hermana de Sinner, hecho que lo empuja a abandonar la policía, hasta la aparición del personaje de Sophie Milasewicz y sus penas como inmigrante polaca, la historieta atraviesa los grandes problemas sociales del mundo.
A veces la historieta es un refugio cuando la historia es poco recomendable. Y yo te debo decir que después de todo este viaje, dentro de las heridas de la historia, las virtudes y los defectos que tiene, tuve dificultades para acercarme nuevamente hacia la dureza de la realidad y denunciarla de nuevo como lo hice acá. Porque parece ser que no cesa. En el dibujo se produce una catarsis, una sublimación. También hay una atracción narrativa y estética hacia las partes donde se explayan las pulsiones del ser humano, pero llega un momento en que esas pulsiones te sobrecogen. Por eso decidí alejarme un poco de las historias que abordan la herida social.
¿Qué le estaba pasando?
Me absorbía profundamente. Me caía dentro de mí mismo. Soy parte de la humanidad, soy parte de los problemas y las repeticiones, de mediocridades sanguinarias que la especie se propina. Y a partir de 2006, con las historietas sobre Carlos Gardel o Billie Holiday, y con otros trabajos que hemos hecho con Sampayo, traté de darles más espacio a los golpes de luz, de afecto, de dignidad. A esos instantes de placer que significa estar vivo bajo el rayo de sol. Trato de buscar consuelo. Porque esto llegó a desconsolarme un poco.
Además de ser una herida que no cesa, lo peor es que es una herida que se profundiza con el tiempo: un problema grave es la violencia contra la mujer. Y en ese punto me parece que Alack Sinner aporta un fuerte discurso sobre el tema. Sophie, por ejemplo, podría ser un personaje que encarna una bandera del movimiento feminista en todo el mundo.
Y en ese momento ya lo era. Venía de las hijas de aquel hippismo anglosajón que en cierta manera luego se propagó. Las ideas viajaron y fueron cambiando de color, pero era la misma búsqueda de respeto y dignidad. Sin dignidad, la vida de la especie es intolerable.
Otro de los temas que aparecen en la historieta es la discusión entre la justicia y la ley. ¿Puede existir una sin otra? ¿Puede existir la justicia? Porque pareciera que la ley es un poder que se impone.
Es un poder ejercido por un sector social sobre otro sector social.
¿Entonces cómo podría funcionar una ley justa?
Todas estas estructuras son un gran guión que está carcomido por ambiciones y oscuridades densas que habitan dentro de nosotros. El género policial atraviesa todas esas oscuridades. En cierta manera, el camino de nuestra especie, tratando de conseguir una mayor dignidad y libertad, sufre retrocesos. Pero ése debería ser el centro de las esperanzas que aún conservamos. Deberíamos darnos un guión que al menos esté a la altura del dibujo. Porque el dibujo de la realidad es de una extrema belleza y complejidad, pero de pronto los guiones y diálogos que deben soportar esos dibujos son lamentables. Es lamentable, además, que no hayamos conseguido establecer, de forma sólida para la especie, un mutuo respeto como punto de partida. Una mínima dignidad.
En los años setenta, cuando ustedes con Sampayo se exiliaron, la situación estaba complicada en el país con la creciente violencia política, pero tenían la sensación de que podían irse a otro lugar y estar al menos un poco mejor. Hoy pareciera que no se encuentra ningún lugar en el mundo donde estar a salvo.
Los entendidos podrían decir que nunca estuvimos a salvo de nada. Nuestra condición humana es de una extrema fragilidad. Pero cuando llegás a entenderlo, hasta casi el último de tus huesos, y se interna dentro de vos esa convicción y lo vas viendo, el dolor del alma se vuelve inaudito. Somos materia que tiene conciencia de sí. Ante la pobreza creciente del guión que nos ofrecen los hechos, Alack tiene sus razones para andar por la vida con esa mirada.
En el capítulo "Viet blues", Alack Sinner se define como un escéptico que sólo cree en la amistad. Un grupo de Panteras Negras le responde que Alack no cree en la ley pero ellos sí. "La ley es un instrumento de la clase dominante y tratamos de destruirla", dicen. ¿Con cuál de las dos frases se identifica Muñoz?
Digamos que el Muñoz actual viaja a través de matices de esa disyuntiva. No se puede dejar los instintos del ser humano librados, sin límites. Necesitamos un cuadro de referencia que impida la agresión. Porque somos bestias aterrorizadas. Por eso viajo entre las dos ideas pero estoy más cerca del afecto y de la amistad que del combate entre la ley y la justicia. Hay leyes que habría que reformarlas y leyes que habría que escribirlas. Y otras tantas leyes que habría que entenderlas..
¿Y el escepticismo dónde queda?
En aquel momento yo tenía más esperanzas que Alack Sinner. Ahora quizás estemos más parejos.
Biografía
José Muñoz nació en Buenos Aires en 1942. Ilustrador y pintor, se formó con Alberto Breccia y Hugo Pratt. Trabajó con Héctor Oesterheld, Eugenio Zappietro y Andreu Martín, e ilustró El perseguidor de Julio Cortázar, Cuatro cuartetos de T. S. Eliot y El extranjero de Albert Camus. Vive en Milán.
Por qué lo entrevistamos
Porque la edición completa de Alack Sinner permite redescubrir un arte y una reflexión sobre ese trazo