Jordan Peterson. Un predicador contra la corrección política
Psicólogo y profesor canadiense, saltó a la fama global en enero de este año cuando arremetió contra los estudios de género y sugirió que las jerarquías de poder tienen base biológica y no cultural
Es probable que exista, en la Argentina y en el mundo, una mayoría silenciosa que rechaza el progresismo cultural y la ideología de género, y que sin embargo no se reconoce ni en la derecha dura, ni en el conservadurismo religioso, ni en la nostalgia machista. Un indicio sería la popularidad repentina y arrolladora del psicólogo y profesor canadiense Jordan Peterson.
En enero de este año, Peterson, que presentaba su libro 12 Rules for Life, saltó a la fama cuando la periodista Cathy Newman, de la BBC, debatió con él con él temas como la brecha salarial entre hombres y mujeres, el carácter "cultural" del género y el uso del "lenguaje inclusivo". Newman señala que en Gran Bretaña las mujeres ganan un 9% menos que los hombres. ¿No es injusto eso? "Depende de las causas", responde Peterson. El salario promedio no lo determina solo el género sino también la edad, la ocupación, los intereses, las horas trabajadas, la personalidad. Profesiones como la enseñanza, la enfermería o la psicología (que generan menos ingresos) atraen a más mujeres, mientras que otras, como la ingeniería o la cirugía (que generan ingresos mayores) son elegidas por más hombres. Son opciones libremente asumidas, no resultado de una coacción; por caso, Suecia, quizá el país que más hizo para eliminar los condicionamientos de género, registra una proporción de 20 a 80 a favor de las mujeres en la carrera de enfermería, y la misma a favor de los hombres entre los ingenieros.
Este argumento no es nuevo, pero Peterson agrega su experiencia como psicólogo clínico, que incluye el coaching a mujeres que buscan mejorar sus ingresos. Los rasgos personales que predicen el éxito laboral son la inteligencia, la minuciosidad y la intransigencia. Los dos primeros son comunes entre hombres y mujeres; en cambio, las mujeres estadísticamente son más empáticas, lo que es un obstáculo a la hora de negociar aumentos de salario o categoría; Peterson elabora con sus clientas tácticas para privilegiar el propio interés e imponerlo. Esto suele permitirles triplicar sus ingresos en menos de un año.
Este enfoque no es inocente. Supone unas reglas de juego –en el trabajo, pero también en la existencia en general– que un jugador o jugadora experta puede usar a su favor, pero que no pueden cambiarse, a menos de caer en la tiranía.
En este punto Peterson se aparta, al mismo tiempo, del liberalismo puro y del progresismo por su concepción del poder. Por un lado, advierte que el poder en sus diferentes formas tiene una tendencia universal a concentrarse en unas pocas manos; esto es fuente de inestabilidad y puede ser catastrófico si no se rectifica. Por otra parte, el poder no dura mucho si no tiene un componente consensual: incluso entre los chimpancés, el macho dominante debe negociar con el resto o exponerse a ser despedazado por sus compañeros. El poder no deriva de la fuerza bruta, sino de la capacidad: un médico competente tiene poder real, un matón no. Pero este poder basado en la capacidad no es tan fácil de identificar.
Arquetipos biológicos
Peterson, que debe parte de su notoriedad a sus clases en YouTube sobre la Biblia, sostiene que los dioses y héroes de los mitos religiosos, igual que los personajes clásicos de la literatura y la leyenda, son arquetipos generados por la biología. Las jerarquías de poder que aparecen en todas las religiones, por caso, no son constructos culturales diseñados (como sostiene la teoría de género) para oprimir; esas jerarquías aparecen como un instrumento de supervivencia ya entre los crustáceos. Las langostas hembra seleccionan a los machos en lo alto de la jerarquía, por la razón de que así su progenie tiene mejores chances de sobrevivir. Ese proceso de selección es el origen de la figura del héroe: desde Hércules hasta Pinocho, desde Noé hasta la Bella Durmiente, el héroe es aquel que supera los obstáculos que la naturaleza –no por nada figurada, típicamente, bajo forma femenina– le opone en su camino hacia la cima de la jerarquía. Nuestras creencias, desde los relatos judeocristianos hasta best sellers como Cincuenta sombras de Grey, no construyen esa realidad, apenas enseñan a lidiar con ella.
Esto no significa, para Peterson, que la naturaleza sea algo bueno. Su nuevo libro, aunque ya desde el título adopte el perfil de la autoayuda, se aparta de los exponentes más notorios del género por su pesimismo filosófico. Como el progresismo, como el ecologismo, la autoayuda es un optimismo: somos esencialmente buenos, el mundo natural es el paraíso y la cultura nos corrompe. Peterson –cuyos referentes son Nietzsche, Dostoievski, Jung y Freud– piensa justo lo contrario. La vida es naturalmente dolorosa, las desgracias son inevitables y el único paraíso es la infancia, lo que equivale a decir que comer del Árbol del Conocimiento, es decir crecer y ser expulsados del paraíso, es no solo inevitable, sino necesario para acceder a la conciencia.
Estas ideas solo podían enfrentar a Peterson con la ideología de género, que postula que la división binaria de los géneros es un constructo cultural y un dispositivo de opresión. Esta ideología no es privativa de la izquierda política; al contrario, su mejor aliado son las grandes corporaciones. Peterson evoca el caso de James Damore, el ejecutivo de Google que fue despedido en agosto de 2017 por hacer circular un escrito en el que cuestiona la idea de que todas las diferencias entre hombres y mujeres son producto de la cultura.
Política y género
La ideología de género también permea a la política. En junio de 2016, el senado de Canadá aprobó una enmienda a su Código Penal dirigida a combatir la discriminación de género; incluye la obligación legal, para los profesores y otros funcionarios públicos, de dirigirse a los transexuales mediante pronombres alternativos: zhe en lugar de she, o zir en lugar de he. Peterson declaró públicamente que se negaría a usarlos. "Hace cuarenta años que estudio la historia de los autoritarismos", dijo, "y todos empezaron con el intento de controlar el campo lingüístico e ideológico. No pienso usar palabras inventadas por personas que proceden de esa forma". Aclaró que si un estudiante transexual se lo pidiera, se dirigiría a él o ella según su preferencia. Pero sostiene que la pretensión de regular desde el Estado la identidad de género es un instrumento usado por construccionistas sociales radicales para silenciar a sus oponentes. La ideología de género, según Peterson, usa a las minorías como escudos humanos mientras avanza sobre la libertad de expresión y aumenta la injerencia del Estado sobre la vida privada.
Su tesis es que a fines de los años 70, con el "socialismo real" desprestigiado por las experiencias de la China de Mao o la Camboya de los Jemeres Rojos, intelectuales posmarxistas como Jacques Derrida reemplazaron la oposición entre burguesía y proletariado por el antagonismo entre raza y raza, género y género, grupo y grupo. En esta concepción no hay interés común, lo que convierte a la democracia en un agregado de lobbies enfrentados por sus despojos; no hay lenguaje común, lo que vuelve imposible la idea de diálogo; no hay individuo fuera del grupo identitario, lo que vuelve irrisoria la idea de libertad. No hay ni siquiera hechos objetivos, solo interpretaciones. Esto permitió a la feminista radical Andrea Dworkin declarar que los Principia Mathematica de Isaac Newton son "un manual de violación"; también, podríamos agregar, lo que permite suponer que reemplazar los indicativos de género por una x o escribir, como en cierta pintada porteña, "No te avergüences de tu cuerpa", son pasos hacia la iguadad. para Peterson, el posmodernismo, que pasó del claustro universitario al mainstream, socava el método científico, el contrato social y el Estado de Derecho.
¿Cómo calificar a Peterson? Por un lado, es un crítico de la cultura embarcado en un proyecto intelectual tan ambicioso que cabe preguntarse si es posible: tender un puente entre razón y creencia, entre biología y religión. No es el único: uno puede pensar en libros como La evolución de Dios, de Robert Wright. Pero el temperamento de Peterson es más cercano al de un predicador secular. En la entrevista con Newman, que lleva siete millones de vistas, declara que su trabajo se dirige, en gran medida, a los jóvenes frustrados y deprimidos porque las sociedades occidentales no tienen nada para enseñarles, salvo que pertenecen a una casta opresora y que deben avergonzarse. "La mayoría de estas personas no han escuchado una palabra de aliento en toda su vida", dice. "De lo contrario, ¿por qué diablos iban a necesitar sacarla de una clase en YouTube?". De todas las preguntas que plantea Peterson, no es la menos interesante.