John Allen Paulos: la matemática como sentido común
El aclamado divulgador científico, que acaba de publicar un libro en clave autobiográfica, sostiene que la falta de nociones numéricas básicas conspira contra la democracia
A sus 70 años, John Allen Paulos tiene un vago parecido al Doc Brown de Volver al futuro, con esa melena fina al viento, la frente amplia, el aire de estar en otro lado. El hombre, nacido en Denver y criado en Milwaukee, tuvo que agregarle el "Allen" a su firma debido a que lo confundían con el papa polaco (John Paul-Juan Pablo). Matemático de amplio espectro, divulgador y docente en la universidad norteamericana de Temple (Filadelfia), conoció el éxito con su primer libro, traducido como El hombre anumérico (Innumeracy, 1989), que estuvo más de cuatro meses en la codiciada lista de best sellers del New York Times y fue traducido a unos treinta idiomas.
A partir de ahí, un poco por casualidad, tras doctorarse en Wisconsin, su carrera se encarriló como matemático-escritor y siguió con ocho libros más, entre ellos el recientísimo La vida es matemática (Metatemas-Tusquets), que insólitamente salió traducido al español antes que en su versión original (A Numerate Life, disponible desde noviembre en Estados Unidos).
Un poco al estilo del Tristram Shandy de Lawrence Sterne, esa extraordinaria novela humorística del siglo XVIII en la que el narrador tarda dos años en contar los dos primeros días de su vida, Paulos da un nuevo rizo a las autobiografías al contar en ésta –ya que, por cierto, en su último libro habla bastante de acontecimientos de su vida– que las autobiografías son en realidad imposibles desde el punto de vista matemático. Además del descubrimiento, curioso en alguna medida, de que la matemática aplicada a este género tiende al nihilismo, pese a que Paulos idolatra a Bertrand Russell más que a Nietzsche o a Sartre.
Contra la superstición
Pero el corazón de la obra de Paulos, plena de juegos e ironías, tiene que ver con la certeza de que la ausencia de nociones numéricas básicas (muy básicas) dificulta la vida, la enreda y la torna vanamente supersticiosa para mucha gente. Incluso más: la falta de esos rudimentos matemáticos conspira contra la democracia. "No hay necesidad, creo, de que todos sepan qué son las ecuaciones diferenciales. Pero una idea de números, probabilidades, lógica y pensamiento crítico tendría consecuencias políticas enormes. Y consecuencias personales, como menos superstición, menos demanda de acciones que no tienen sentido, y más comprensión de ciertas magnitudes y riesgos", dijo en 2009 en Buenos Aires, donde participó de un festival matemático.
Esa falta de nociones sobre riesgos y magnitudes dificulta muchas veces el análisis de lo público. "Por ejemplo –mencionó en aquella charla en Buenos Aires–, si uno tiene un billón de dólares de crédito como paquete de estímulo, como pasó en Estados Unidos, no habría quejas si los políticos buscan destinar seis millones de dólares en investigación sobre anticonceptivos. Es no darse cuenta de la enorme diferencia entre seis millones y un billón."
Y a continuación dio el mismo ejemplo que debe haber dado infinitas veces desde que lo escribió para su primer libro y lo mencionó en el living del famoso show televisivo de David Letterman, al que concurrió en ese 1989: "Un millón de segundos son unos 11 días y medio; mil millones de segundos, 32 años; un billón de segundos son 32 mil años. Una gran diferencia. Si no se conocen estas magnitudes, la diferencia entre millones, miles de millones y billones, no se pueden hacer correctas evaluaciones".
En otras palabras, matemática para construir ciudadanía y que la gente no sea fácilmente engañada. Como tampoco los periodistas, autores de barrabasadas matemáticas desnudadas en Un matemático lee el periódico (1995). "Hice una lista de ejemplos, de historias, a partir de periódicos de Estados Unidos, pero creo que perfectamente se puede aplicar a la Argentina. No entienden cosas simples, porcentajes, números, y están impresionados con la precisión. Les parece mejor decir 210.613 dólares que unos 200.000".
Pero no es un mal exclusivo del periodismo: "Escuché a un guardia de museo decir que los dinosaurios que exhiben estuvieron ahí por 70 millones y 8 años. Y si uno pregunta cómo sabe, responde que los dinosaurios tenían 70 millones cuando él ingresó en ese trabajo, 8 años atrás. Esa clase de precisión extra no tiene ningún sentido. Una sugerencia que hago es que las historias no sólo incluyan las típicas respuestas periodísticas de qué, quién, cómo, cuándo y por qué, sino también cuánto, cuál es la tasa, si crece o si baja, cuán frecuente es algo. La ausencia de esto es un problema; al no estar, falla la perspectiva real".
Las casualidades, que tanto encienden la imaginación humana y que son el motor de muchas literaturas (la de Paul Auster, por poner un solo ejemplo), son más parte del ansia humana de ver patrones escondidos en sucesos simples y en absoluto relacionados entre sí, sostiene. "Muchos se impresionan por cosas que en verdad no son impresionantes. La gente se maravilla por las coincidencias, cuando en realidad no significan nada. Es parte de nuestra tendencia natural a describir cosas que suceden y observamos en el mundo como significativas, pero hoy tenemos conocimiento suficiente como para saber que esa tendencia natural es una tontería". Una trampa que nos tiende el cerebro, y que el propio cerebro detecta: otra vez, el rizo que se riza.
Más allá de ser casi homónimo del papa que reinó 26 años, y en medio de la andanada ultraconservadora de los gobiernos de los Bush (senior y junior), decidió publicar un Elogio de la irreligión (2008), "sobre todo debido a la influencia política de la religión en Estados Unidos". Allí, hace un listado de los argumentos que usan frecuentemente quienes sostienen la existencia de Dios, con el fin hacer notar agujeros lógicos. "No se puede probar que Dios exista. Si se analizan los razonamientos desde su proposición hasta su consecuencia, no hay deriva lógica. Cada uno de esos argumentos, los que hablan de un diseñador o el argumento ontológico, tiene fallas significativas y explico por qué." También aquí hay homenajes al Bertrand Russell de Por qué no soy cristiano y Elogio de la ociosidad, así como una búsqueda de laicismo ante la influencia del Tea Party en su país.
Sin embargo, y pese a que se define como liberal de izquierda "con una pequeña tendencia libertaria" (escapó de tener que pelear en Vietnam al unirse al Cuerpo de Paz e ir a Kenia; conoció a su esposa Sheila en una manifestación), dos hechos lo ubicaron en lo que parecería el opuesto ideológico.
Efecto mariposa
Primero, su insólita colaboración para que Bush (junior) le ganara la elección presidencial al candidato demócrata Al Gore, tras el escandaloso conteo en el estado de Florida en 2000. Sucedió así: Paulos escribió un artículo en The New York Times en el que decía que, dadas las deficiencias del sistema electoral, los votos perdidos y lo ajustado de una elección de seis millones de votantes, no había manera de definir un ganador con objetividad. El tema es que la Corte Suprema del estado lo llamó a declarar y usó su argumentación para darle el triunfo al republicano. "El margen de error en estas elecciones es mucho mayor que la victoria, gane quien gane, como señaló el profesor Paulos. La prolongación del proceso judicial no cambiará este hecho obvio y solo traerá confusión y desorden", se argumentó. Paulos opinaba lo contrario, en realidad: que ese empate técnico debió darle el triunfo a Gore. "Hasta el lanzamiento de una moneda con Gore en una cara y Bush en la otra en el Capitolio de Tallahassee habría estado justificado dado que el número total de votos era esencialmente indistinguible", escribió en La vida es matemática. Paulos lo narra como ejemplo del efecto mariposa: acciones mínimas, enormes consecuencias. Y pide irónicas disculpas por la invasión a Irak de la que, cada tanto, en alguna medida se siente responsable.
El otro evento no-liberal-friendly tuvo que ver con la Bolsa. Con codicia, invirtió su pequeña (o no tanto) fortuna proveniente de las regalías de sus libros en la empresa WorldCom, antes de que estallara la burbuja. Y resultó brutalmente estafado. Pero tuvo un aliciente: lo contó con detalle en Un matemático invierte en la Bolsa (2003), que resultó una graciosa manera de autoflagelación a la vez que una forma de recuperar parte del dinero perdido.
Últimamente, desde junio de 2009, se le dio por Twitter (@JohnAllenPaulos), y fue elegido entre los mejores 50 científicos-tuiteros, en un listado que encabeza Neil deGrasse Tyson, el astrofísico que conduce la nueva versión de Cosmos.
Paulos nunca probó drogas, salvo un intento fallido de fumarse una piel de banana; aún recuerda fragmentos de películas de los hermanos Marx, y Saul Bellow escribió su novela favorita (Herzog). Le dieron en 2003 el premio de la American Association for the Advancement of Science (AAAS) por promover "los placeres de las matemáticas a grandes audiencias".
Paulos es un aleteo que empezó en 1945 en el interior de Estados Unidos y sigue generando huracanes de matemático sentido común en todo el mundo.