Joan Didion, la guardiana fiel del relato de su propia vida
Atardece y el balcón terraza rústico mira hacia el acantilado. La nena rubia en blanco y negro mira hacia la cámara, seria. Lo mismo hace su padre, a su lado, aunque en él se adivina una sonrisa. Un poco más atrás está la madre, con un cigarrillo en la mano derecha y un whisky con hielo esperándola sobre la baranda de madera. Ella no mira ni a la cámara, ni al acantilado, ni al mar. Los mira a ellos, atenta y celosa, como quien cuida un tesoro.
La foto fue tomada en Malibú, California, en la década del 70. Por entonces, en esa casa vivía la familia integrada por la periodista y escritora Joan Didion y su marido y colega John Dunne, junto con su hija adoptiva Quintana. Durante cuarenta años, Didion y Dunne compartieron el glamour, la cama y las comas. Intercambiaban lecturas, se leían uno a otro novelas y artículos y consiguieron trabajar a cuatro manos en Hollywood, donde escribieron los guiones de películas emblemáticas como Pánico en el parque, con Al Pacino, y la remake de Nace una estrella, con Barbra Streisand. Considerada una de las grandes maestras del Nuevo Periodismo, Didion practicó desde el comienzo una lengua de acero y terciopelo sobre temas cotidianos. Pese a su prestigio, su obra recién obtuvo alcance masivo con el libro El año del pensamiento mágico, registro minucioso y conmovedor del duelo y el enajenamiento provocados por la muerte de su marido.
"La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sentás a cenar y la vida, tal como la conocés, se acaba..." La muerte asomó el 30 de diciembre de 2003, a la hora de la cena, en el piso que compartían en el Upper East de Manhattan. Acababan de llegar del hospital en donde estaba internada en terapia intensiva Quintana, luego de un shock séptico provocado por una neumonía. La hija, la única, la elegida, tenía 37 años. John cayó fulminado por un infarto. Cuatro meses después, Joan escribía aquello de "La vida cambia rápido". Por primera vez escribía sin que su marido la leyera.
El año del pensamiento mágico (2005) fue escrito en ochenta y ocho días, todo un logro para una escritora que dijo que le llevaba toda una mañana obtener un párrafo que la dejara satisfecha. El libro aún no había sido publicado cuando la muerte golpeaba de nuevo y Joan quedaba definitivamente sola, sin marido y sin hija. Tal vez habrá recordado la escena profética que narra en uno de sus artículos, de 1967 y, si no lo hizo, es el lector quien no puede dejar de hacerlo: "Alguien hace un cálculo numerológico de mi nombre y del nombre del fotógrafo que me acompaña. Al fotógrafo le sale todo blanco y el mar (…), pero mi nombre tiene un símbolo de muerte doble…".
Una anciana sola con una prosa de prodigio y una cabeza a toda marcha sólo puede resistir el paso del tiempo escribiendo. En 2011, Didion publicó Noches azules, un breve ensayo sobre la vejez que es, también, una reflexión sobre las frustradas búsquedas de su hija, sobre su vida y sobre su muerte. En un texto que brilla en su desolación, todas las culpas y todas las preguntas resuenan como un eco. "Todo escritor está siempre traicionando a alguien", escribió, como anticipándose a las críticas por tomar la intimidad de los suyos como material literario. Cronista de su propia vida, la mujer que decía que uno de sus atributos como periodista era su estatura pequeña, que le permitía ver la realidad a ras del piso, elige ser guardiana de sus memorias, embelleciendo lo oscuro, iluminando lo opaco, ocultando aquello que no quiere que nadie vea. Está en su derecho.
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