Jeb Bush, el candidato republicano hijo y hermano de dos ex presidentes al que ya temen los demócratas
Cauto, pragmático y cercano al electorado hispano, se perfila como el gran rival de Hillary Clinton de cara a las elecciones presidenciales de 2016
El rumor venía desde antes, pero sobre la celebración de Año Nuevo, en diciembre pasado, cobró forma de una manera muy de nuestros días: a través de la red social Facebook.
Esa mañana, en su página en la red, Jeb Bush - 62 años, acuariano- el segundo hijo del presidente número 41 de este país y hermano del que fue el número 43, "actualizaba su estado" con una revelación personal. La de "explorar activamente la posibilidad de presentarse a la carrera por la presidencia de los Estados Unidos" y convertirse, si le funciona el plan, en el número 45.Muchos republicanos celebraron. Deseosos de un rostro conocido que levante la interna del partido de cara a la empresa de recuperar la Casa Blanca, vieron allí la señal esperada. Para otros – y para muchos observadores fuera del país- fue, por el contrario, una cuestión inimaginable. Son los que se preguntan, con asombro, "¿Cómo?, ¿Otro Bush en la Casa Blanca?, ¿No ha sido suficiente ya?"
Eso, sin detenerse en la ensoñación de quienes imaginan que el final del ciclo de Barack Obama en la Casa Blanca, previsto para enero de 2017, sea la ocasión de un proceso electoral fuera de lo común.Uno que se dirima entre dos clanes: el de los Clinton, por el lado demócrata, y el de los Bush, por el republicano. Esto, si la puja queda planteada en la probable contienda entre Hillary, la ex secretaria de Estado y mujer del ex presidente Bill Clinton, y el Jeb del que hablamos hoy que, de dar el paso, se convertiría en el tercero de su clan en emprender esa marcha.
Falta mucho por recorrer, todavía, en los meses por venir. Y, si bien nadie puede asegurar el resultado final y con toda la cautela del caso, hoy por hoy, ambas figuras –Hillary Clinton y Jeb Bush- son los mejor posicionados dentro de sus respectivas fuerzas para pelear por la candidatura. La principal diferencia entre uno y otro es que a Hillary se la conoce mucho. Tal vez, demasiado. A Jeb –como le gusta que lo llamen- por el contrario, muy poco. Algo opuesto con lo que ocurre con su apellido que es, indudablemente, demasiado conocido. Y no siempre en el sentido de una ventaja.
Seguramente no le quedaba otro camino. El sello "Bush" es inevitable en su estampa. Pero dentro del misterio que es su persona, lo de la pertenencia familiar es algo que intentó despejar de entrada. "Mi candidatura no es un derecho de nacimiento", bromeó. Y en cuanto a la valoración de su padre y de su hermano, los puso, precisamente, en ese lugar, en el de familia. "Amo a mi padre y a mi hermano. A muchos les costará entenderlo, pero, para mí, es lo más natural", atajó.
Un primer paso, aunque no se sabe si suficiente. El "candidato Jeb" está en construcción y como tal, tiene mucho de incierto. Un misterio que él mismo está tratando de revelar con una serie de conferencias. Una forma de decir "conocen mi apellido, pero no me conocen a mi".
Se lo conoce más por ser hijo del ex presidente George H.W. Bush y hermano del también ex presidente George W. Bush que por haber sido dos veces gobernador de Florida. Cargo que ocupaba cuando se desató una de las más graves crisis con Cuba, como fue el llamado "Caso Elián", con la repatriación a la isla de un pequeño "balserito" que llegó a la costa norteamericana traído por su madre, que murió ahogada durante la travesía.
El nombre con el que se lo conoce -Jeb- se construye con las iniciales de los tres con los que fue anotado al llegar al mundo: John Ellis Bush. Desde su último intento por la gobernación de Florida, que obtuvo en 2002 y que ejerció hasta 2007, hace trece años que no está en campaña. En ese período, salvo en temas muy puntuales, como educación e inmigración, no se conoce exactamente su perspectiva para el abanico de frentes que se abren desde la Casa Blanca. Es poco lo que se puede decir de todo eso, porque –hasta ahora- no ha mostrado mucho juego.
Nadie puede decir hoy, a ciencia cierta, cómo respondería al desafío de Estado Islámico, o al de Putin. Ni siquiera, al de Cuba, isla de la que ha estado tan cerca desde su tarea como gobernador. Tampoco en economía o en energía, medio ambiente o en alineamiento internacional. No obstante, cientos de periodistas lo califican como "moderado" y "pragmático", un "hombre del establishment" al que, tal vez, le cueste conquistar a la estructura de su partido, en crisis de identidad y forzado a moverse más hacia la derecha. En esas aguas, el desafío que le ven los estrategas será el de mantener su perfil de moderado y vencer la desconfianza de las corrientes más extremas.
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Es una paradoja. "Lo que Bush tiene de apetecible para una elección general, como el hecho de que es moderado, pragmático y cercano al electorado hispano puede jugarle en contra en una primaria del partido", apuntó el estratega Miguel Angel Benedicto, de Gobernas Consulting.
Casado con la mexicana Columba Garnica Gallo, con quien tiene tres hijos, Bush tiene en ese costado hispano de su vida uno de los activos más atractivos de su perfil, de cara a la nueva radiografía de un país donde esa población es cada vez más significativa. No sólo porque con ella aprendió el español que hoy habla fluidamente, sino porque además, protagonizaron una atractiva historia de amor.
El aprendió el idioma para conquistarla, se convirtió luego al catolicismo para compartir religión y, con él, ella dejó atrás el mundo de Cenicienta en el que nació, con una infancia de privaciones y pobreza sin olvidar, jamás, de donde vino.
"Columba es un gran apoyo pero también una gran incógnita, porque hay dudas de que quiera el papel de Primera Dama, y el mundo de la Casa Blanca", dicen en medios republicanos.
No le está yendo mal en los movimientos de "detrás de la escena" necesarios en este país para abordar una campaña. Está teniendo buena respuesta inicial de donantes, de consultores políticos y de cuadros republicanos. En esa cosecha tiene que leerse la reciente decisión de Mitt Romney de dar un paso al costado en el proyecto de una tercera candidatura. Hay quienes dicen que lo que existe es un pacto secreto entre los dos para una eventual fórmula conjunta.
¿Qué más se sabe de Jeb? Que una de sus obsesiones es la educación, cuestión a la que dedicó empeño y preparación personal en los últimos años y que le gusta la comunicación directa. Fue el primero –sino el único- dirigente que incluyó a su teléfono móvil, en ese entonces, una Blackberry, en su retrato oficial como gobernador.
En la serie de conferencias que viene ensayando ha dado sus primeras definiciones económicas. Un reciente discurso en el Club Económico de Denver generó ríos de tinta y de interpretaciones incluso, del presidente Obama, que le regaló alguna referencia. Jeb habló allí de "desigualdad" y de "estancamiento de la clase media", dos expresiones que son poco menos que sacrílegas dentro del lenguaje conservador, que lo descalifica como "propio de un Obama".
Los demócratas empiezan a tenerle. Los hispanos lo mira bien: no sólo los entiende y sintoniza con ellos sino que habla claramente de la necesidad de un encuadre legal claro y comprensivo para la inmigración. Es pragmático y tiene cintura como para haber sobrevivido a la crisis de Elián, la misma que se llevó la carrera de numerosos políticos de Florida de aquel entonces. Otros, que aseguran tener lazo social con "la familia", lo califican como "el más inteligente" de los tres Bush que asomaron a la carrera presidencial y otros se encargan de llevar las diferencias con su hermano ex presidente, incluso, por el derrotero de los celos fraternales.
"Jeb es algo por sí mismo. No por su hermano o por su padre. Hay un territorio que es George W y otro que es Jeb y yo no veo mucha interacción entre ambos", dijo, por caso, Mark McKinnon, quien fue consejero en la campaña presidencial del padre de ambos.
Muchas de las referencias siguen siendo, sin embargo, por contraste. Al modo de "George padre es más dogmático, George hijo, más instintivo. Jeb es más intelectual", por ejemplo. Con el sello familiar de por medio. El mito que el "número tres" está tratando de quebrar con algo que, aún, no se termina de conocer. Hasta desde las matemáticas se lo trata de diferenciar. Por ejemplo, con el contraste de que las presidencia de George padre y de George hijo -41 y 43- tienen en común el hecho de que figuran en la tabla de números primos. En cambio, la que podría pretender Jeb, la número 45, no. Como tampoco la de Obama, que lleva el número 44.
Los ejemplos siguen y hacen del misterio de Jeb uno que podría dar para todo, menos, para el silencio. Empieza a hablarse de él.
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