Japón y su compleja relación con China
De los desafíos geoestratégicos que Japón enfrenta, su relación con China es sin duda el de mayor complejidad. China y Japón –segunda y cuarta economías del mundo, respectivamente– han interactuado desde el año 238 d.C. y son hoy vitales socios económicos pero rivales estratégicos, con un pasado conflictivo acentuado en la Segunda Guerra Mundial. Japón contribuyó, en los 70 y 80, a modernizar China, y fue de los primeros en participar en ese mercado. Pero Tokio hoy observa con mucha preocupación el “expansionismo marítimo” chino y mantiene una disputa por las islas Senkaku, en el Mar del Este de China.
Ambas naciones hablan de una “relación de mutuo beneficio basado en intereses estratégicos comunes”. Así, Tokio y Pekín procuran en general estabilizar sus relaciones, ya que China considera la inversión japonesa muy importante, en un momento en que los inversores occidentales se retraen. A su vez, el comercio mutuo es de 300.000 millones de dólares, y China es el principal socio comercial de Japón, al absorber el 24% de sus exportaciones y generar el 19% de sus importaciones. Así, esta nación de 125 millones de habitantes con un PBI de más de cuatro billones de dólares, ha manejado bien la integración con China, pero a la vez diversificado el off-shoring y su red de manufacturas –como por ejemplo a Asean–, para no depender demasiado de Pekín.
Japón ve con preocupación el gobierno de Xi Jinping, mientras el 71% de los japoneses consideran a Pekín una amenaza. Tokio observa una sobreconfianza de la elite china en su sistema político, que considera superior a las débiles democracias occidentales. Nota a su vez un desplazamiento de un liderazgo colectivo a uno individual –el de Xi Jinping– y una creciente debilidad del sistema económico chino. En este contexto, el primer ministro Kishida Fumio ha creado un nuevo ministro de “seguridad económica” para depender menos de China, y un “Tsar” de los derechos humanos, con foco en los abusos chinos en Xinjiang y Hong Kong.
Ante la creciente amenaza china, Japón implementó profundos cambios en su política de defensa. Desde su Constitución de 1947, el gobierno japonés renunció al uso de la fuerza militar para dirimir conflictos, pero invirtió en fuerzas de defensa el 1% de su PBI, creando una poderosa fuerza militar de bajo perfil. A su vez, hay más de 50.000 soldados norteamericanos en Japón, asignados a más de 20 bases militares. Este vínculo con EE.UU. ha sido vital para su seguridad. Durante el segundo mandato del primer ministro Shinzo Abe (2010-2020), se “reinterpretó” la Constitución de 1947 para permitir defender a países amigos y/o aliados bajo ataque –invocando el principio de seguridad colectiva–, tomando conciencia de que Japón no podría defenderse solo ante un ataque de una superpotencia. A su vez, el conflicto en Ucrania llevó a aumentar los gastos de defensa al 2% del PBI, y a adicionar capacidades misilísticas ofensivas. Además, en un país donde en lo nuclear se han seguido los “3 noes” (no poseer armas nucleares, no producirlas y no permitir su ingreso), se escucha en Tokio hablar de un “nuclear sharing” con EE.UU.
Por último, Taiwán es un gran riesgo por su proximidad y la alianza militar con EE.UU. Así, las bases militares norteamericanas en la isla de Okinawa están a solo 700 kilómetros de Taiwan. Abe sintetizó este riesgo al afirmar: “Una emergencia en Taiwán es una emergencia para Japón, y por ende una emergencia para la alianza Japón-EE.UU.”.