Japón resiste la globalización
A diferencia de los "nuevos países industriales" (NIC) del Asia, no hay en Japón sobrecalentamiento de los mercados bursátiles e inmobiliarios, sino una profunda y prolongada depresión, en la que se sumergió en la década del 90.
Las exportaciones japonesas crecen. No hay problema de competitividad en su industria exportadora: las ventas al exterior aumentaron el 12,1% con respecto al año anterior en los primeros seis meses del 97. Su pujanza exportadora refleja la devaluación del yen, que cayó el 50% frente al dólar en los últimos dos años. Alcanzó un pozo de 127 yenes/un dólar en abril de 1997, tras un pico de sobrevaluación en 1995 (79,95 yenes/un dolar).
También hay un excepcional salto de productividad del sector exportador de la industria japonesa. Sus márgenes operativos aumentaron del 2,7% en 1993 al 4,52% en 1996: 67,4% en tres años. Se suponía que era imposible competir desde el archipiélago con una paridad de 100 yenes por dólar. Prácticamente la totalidad de la elite exportadora japonesa (90% de la industria automotriz y electrónica) logró ser rentable en esas condiciones, a través de un dramático aumento de la productividad y una drástica reducción de costos.
Dos años atrás sólo la mitad del sector exportador estaba en condiciones de competir internacionalmente con una paridad semejante o menor.
La industria exportadora japonesa atravesó el límite de lo posible en la década del 90.
Al mismo tiempo, la economía doméstica se hundió en la depresión. Tuvo cinco años de recesión continuada a comienzos de la década, con tres años consecutivos de crecimiento igual a cero.
Los rasgos letales del fenómeno deflacionario se manifestaron con enorme fuerza. El precio de los inmuebles cayó un 50% y los valores de la Bolsa de Tokio se derrumbaron el 60%.
Toda la estructura económico-política de Japón se muestra en la disparidad entre la productividad de su sector exportador y la depresión de su economía doméstica.
Japón es un país cuya moneda tiene dos paridades. Según su capacidad de compra, hay distintos valores del yen en la economía japonesa. La del sector externo es diferente de la del doméstico. La capacidad de compra interna es, aproximadamente, un 50% inferior a la externa. Los bienes "domésticos" son el 50% más caros que los del sector exportador.
La diferencia es el resultado de una red impenetrable de 11.000 regulaciones, en las que funda su poder la alta burocracia del Estado, último resorte de decisión en el sistema japonés.
Sobre este "dualismo estructural" se asentó el estallido de la burbuja especulativa de fines de la década del 80.
El empuje del sector exportador es tan grande que puede llevar a la economía a crecer el 1,9% este año, a pesar de la depresión doméstica. En la etapa de globalización del capitalismo, la competitividad internacional -eufemismo por productividad interna- es sistémica y no estrictamente económica. Este es el problema del Japón en la década del 90.
La revolución tecnológica de la información hace que la producción de bienes y servicios sea indistinta. Es una unión de carácter simbiótico.
No hay diferencia en una economía globalizada entre bienes públicos y privados. Por eso, el crecimiento de la productividad de la industria japonesa -incluso de su elite exportadora- decayó sistemáticamente desde el agotamiento del boom artificial de la década del 80 (burbuja especulativa inmobiliaria y bursátil).
El sistema japonés en su conjunto es el que compite en la economía mundial a través de sus empresas exportadoras. El atraso de su economía doméstica, hondamente deflacionaria, con niveles de productividad un 50% inferiores a los norteamericanos, arrastra, hunde y mella el filo exportador excepcional de sus industrias "externas".
En el mejor de los casos, el crecimiento potencial de Japón es del 2% anual, cuatro veces menor que durante el "milagro" (1960/1990).
El 35% de la población tendrá más de 65 años en el 2030. La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) estima que, con un crecimiento del 2% anual, una población cada vez más envejecida, y una productividad declinante, la deuda pública japonesa crecerá exponencialmente.
Hoy alcanza al 10% del producto, y se multiplicará por tres -es decir, llegará al 30%- en el 2030, para luego acelerarse aun más.
En el capitalismo no hay diferencia de naturaleza entre el capital líquido y la inversión directa. Son mercancías mediadas por el dinero. La globalización financiera es una característica del proceso de acumulación mundial. Es la acumulación global del capitalismo de fin de siglo en su aspecto financiero.
Se trata de una masa de 1.5 billones de dólares (cada billón es un millón de millones), que nadie controla. Esto es lo que otorga carácter explosivo a la divergencia de sistemas dentro de la economía mundial. La fricción sistémica puede transformarse en explosión a través de los bancos. La globalización del capitalismo está escrita en clave norteamericana, así como el código de la Revolución Industrial tuvo impronta británica.
No hay problema "financiero" en Japón o Corea del Sur. Son sólo sistemas que resisten la fuerza avasalladora de la globalización.
(*)Analista internacional y director adjunto del diario El Cronista.
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