Janucá, la semana de las luces
Si en esta semana, ustedes lectores, quieren saber si hay una comunidad judía en su barrio o en cualquier ciudad del mundo, no tienen que preguntarlo a nadie. Solamente recorran lugares públicos donde encontrarán enormes candelabros encendidos. Estas luces son expresión de la milenaria festividad hebrea de las luminarias o Janucá. Quizás el más simbólico de los candelabros sea el de la puerta de Brandemburgo, en Berlín, como expresión de concordia y paz, en un lugar que fue centro del odio racial, hace solo ocho décadas.
¿Cuál es el motivo de estos encendidos públicos? ¿Cuál es el significado de Janucá, que celebramos los judíos en esta semana? ¿Por qué este año se festeja tan temprano? ¿Cuál es la razón de darle vida a la luz? Habitualmente esta festividad se celebra a fines de diciembre, en una fecha muy cercana a la Navidad cristiana, pero este año, por efectos del calendario hebreo, se adelantó bastante (la última vez que ocurrió algo igual fue en 1975). Tanto Janucá como la Navidad (aunque de distinto significado) son festividades originadas en el invierno del hemisferio norte, cuando las noches son muy largas y propicias para las reuniones familiares con regalo a los más chicos. Ambas tradiciones le dan un valor supremo a “la luz”.
El símbolo principal de Janucá es la luz. La luz nos iguala a todos. Cuando la luz irrumpe, la oscuridad desaparece; incluso la tenue luz de una vela aleja mucha oscuridad. La luz es sinónimo de “sabiduría” y la oscuridad, de “ignorancia”. ¿Qué es Janucá? En muy pocas palabras, es la evocación de una de las primeras luchas por la libertad religiosa que se conoce en la historia de la humanidad. Esta ocurrió hacia el año 164 a. de C., pasaron “apenas” 2185 años.
El tirano rey greco- sirio Antíoco IV Epífanes había pretendido helenizar por la fuerza al pueblo hebreo. El judaísmo fue declarado ilegal, los judíos fueron masacrados y fue profanado el Templo. Sobrevino entonces un levantamiento popular de unos pocos, liderado por los macabeos. Luego de varios años de lucha desigual, consiguieron expulsar al ejército greco- sirio, recuperar la independencia y reinaugurar el Templo.
Justamente “Janucá” significa en hebreo “inauguración” o “dedicación”. Dice el historiador Flavio Josefo: “Estaban los hebreos tan alegres ( … ) que hicieron ley para la posteridad: el guardar esta festividad, en recuerdo de la restauración de su Templo de culto, durante ocho días”. Al reinaugurar el Templo pudieron encender el candelabro. Allí ocurrió lo que la tradición conoce como “el milagro de Janucá”: el aceite que servía para un día alcanzó para ocho. Por esto, actualmente, en los ocho días de la festividad se hacen encendidos graduales del candelabro de ocho velas (más una, que le sirve de apoyo), con cantos alusivos, y se comen alimentos freídos en aceite.
La celebración está también dedicada a recordar a dos heroicas mujeres: Janá (también llamada Salomé), que vio morir a sus siete hijos por no traicionar a sus creencias, y Judith, quien logró salvar su ciudad, luego de seducir, emborrachar y finalmente matar al comandante Holofermes. Nos preguntábamos al inicio el porqué de las ceremonias públicas de encendido de las luminarias de Janucá. El objetivo de la festividad es educar contra la tiranía y mostrar el milagro; es, también, un modo de “iluminar al mundo” con los valores milenarios.
Un deseo compartido: Janucá y Navidad son buenos momentos para renovar las esperanzas de que pronto veamos la luz del fin de la pandemia.
Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí