Iwo Jima: el orgullo y el remordimiento
En momentos en que por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial crece en Japón el sentimiento nacionalista, el film de Clint Eastwood Cartas de Iwo Jima estimuló entre los japoneses el examen de cómo y por qué su gobierno envió a miles de soldados a la muerte segura
TOKIO .- Fue necesario un director de cine estadounidense -Clint Eastwood-, con valores de producción de Hollywood y una estrella local cavilosa, para conmover a los habitualmente reservados japoneses hasta derramar lágrimas de orgullo y remordimiento en cines de todo el país.
La causa de esto es la película de guerra de Eastwood Cartas de Iwo Jima , la primera hecha por un estadounidense que presenta a los soldados japoneses de la Segunda Guerra Mundial con respeto, a la vez que con rasgos humanos descarnados. "Mi reacción fue de lágrimas, lágrimas y lágrimas", dijo Toru Haga, de 59 años, un editor de diario, al salir de una proyección de la película en Tokio, días atrás.
El título se refiere a los cientos de cartas encontradas después de la guerra y que nunca fueron enviadas a las familias de los soldados en Japón. El film se ha convertido en un éxito sorpresivo. Pero también ha creado las condiciones para un doloroso examen de cómo y por qué los gobernantes japoneses enviaron a sus hombres a la muerte segura en una causa sin sentido, un debate que a menudo se ve ahogado por las discusiones en torno a libros de texto que minimizan la culpa de Japón en la guerra y por la controversia política respecto del santuario Yasukuni, que conmemora a los muertos en la guerra.
Sólo sobrevivieron 804 defensores japoneses de una guarnición de 20.933 hombres, cuando los marines norteamericanos se lanzaron al asalto de las playas de Iwo Jima, una isla que queda 675 millas al sur de Tokio, el 19 de febrero de 1945. Los estadounidenses tuvieron 6821 muertos en cinco semanas de batalla, lo que llevó a sus generales a predecir un millón de bajas en una eventual invasión a Japón y ayudó al presidente Harry Truman a tomar la decisión de utilizar la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.
Ken Watanabe, la más conocida estrella internacional de Japón, representa al general Tadamichi Kuribayashi, el comandante en jefe de Iwo Jima. Muestra al general como una persona sensible en medio de una misión que, sabe, es cruel y sin sentido.
En la vida real, Kuribayashi era un oficial sofisticado, que había estudiado en los Estados Unidos entre 1931 y 1933 y que luego sirvió como agregado militar en Canadá. Pero su conocimiento de Occidente no le impidió cumplir con su deber ante el emperador y conducir una defensa salvaje de la sagrada tierra de Japón, sin considerar nunca la opción de rendirse. Tampoco le impidió responder a las expectativas del Ejército Japonés Imperial, al cometer suicidio al final. En la película se mata con un Colt .45 de empuñadura blanca. "Clint Eastwood hizo un gran trabajo", dijo un hombre de cabello cano al salir del cine. "Muestra gente digna en una guerra. La dignidad es lo principal en este trabajo. Sólo quisiera que un director japonés hubiese hecho este film". En realidad, los directores de cine japoneses han evitado los temas de la guerra por décadas. Un reciente intento cinematográfico de humanizar a la tripulación de la nave de guerra Yamato, en una incursión condenada al fracaso en 1945, tuvo críticas buenas y malas.
Dos versiones
Pocos japoneses han visto la otra mitad de la obra fílmica de Eastwood sobre la misma batalla, titulada Banderas de Nuestros Padres , que echa una mirada cínica sobre lo que sucedió a un grupo de marines estadounidenses que elevaron la bandera de Estados Unidos en Iwo Jima. Ambos films cuestionan la mitología convencional de la posguerra respecto de la batalla.
"Ha roto las reglas del género de cine de guerra tradicional patriótico", observó Ian Buruma, el crítico cultural y estudioso del Japón, en el New York Review of Books . "No hay nada sentimental en el retrato de Kuribayashi. No es un pacifista que oculta sus verdaderas opiniones sino un soldado japonés profesional", escribió.
El tema es de alta sensibilidad en momentos en que está en ascenso el sentimiento nacionalista en Japón, alimentado por tensiones con China y la amenaza nuclear desde Corea del Norte. El gobierno conservador de Shinzo Abe, el primer ministro japonés, está decidido a alterar la constitución pacifista de la posguerra y dar a las bien equipadas fuerzas armadas del país un rol importante en asuntos internacionales.
Es, de hecho, un período en que un cineasta extranjero podría generar fácilmente un amargo resentimiento. Pero la apuesta de Eastwood al hacer un film casi por completo en japonés ha dado beneficios, al menos en términos de la crítica. "El director se muestra abierto, al tratar de ver la guerra desde la perspectiva japonesa", señaló Yoshio Tsuchiya, un crítico de la revista Yomiuri semanal. "Uno puede ver la sinceridad del general Kuribayashi y los verdaderos sentimientos de los soldados", añadió.
Incluso el puñado de veteranos japoneses sobrevivientes de la batalla ha dado su aprobación. "Esta película muestra la verdad. Yo la vi con las familias de las víctimas y todos lloramos", dijo Kiyoshi Endo, de 84 años, que era un subteniente de la marina imperial de 21 años de edad cuando se produjo la batalla de Iwo Jima.
Endo, que recuerda haber visto a Kuribayashi en la isla, más tarde creó la Asociación de Iwo Jima, que busca recuperar los restos y posesiones de los soldados y marineros. Aún permanecen en el terreno rocoso de la isla los huesos de 13.000 hombres y mujeres de las fuerzas armadas japonesas, dice.
Suelo japonés
La defensa de Iwo Jima quedó grabada en la psique nacional, porque marcó el primer desembarco de fuerzas estadounidenses en la cadena de islas japonesas después de años de combate por el Pacífico. "Es tremenda la decisión con la que combaten los hombres. Saipan y Guam fueron islas de las que los japoneses se apoderaron. Pero Iwo Jima siempre fue japonesa y estos hombres trataron de defenderla", indicó Seishi Yoda, un gerente de 64 años.
Algunos de los adversarios de Japón en la guerra pueden sentirse incómodos por la manera en que la película de Eastwood permite a japoneses tales como Saburo Takai, de 70 años, un historiador de la guerra, honrar la memoria de Kuribayashi.
"La gente ahora puede ver lo grande que fue el general Kuribayashi", dijo Takai, un coronel retirado y ex profesor de la Escuela de Autodefensa de las Fuerzas de Tierra de Japón. "A diferencia de Saipan, donde nuestros militares usaron tanques y tuvieron grandes bajas, y Okinawa, donde nuestras fuerzas intentaron infructuosamente luchar cuerpo a cuerpo, él se mantuvo dentro de la base e hizo uso de un intenso poder de fuego. Realmente tenía personalidad".
Pero incluso Takai reconoció que, cuando acompañó a un grupo de estudiantes jóvenes de una academia militar japonesa en un viaje a Iwo Jima, en la década de 1980, se sintió apesadumbrado. A los japoneses modernos, criados en la comodidad y seguridad de una nación que prosperó hasta convertirse en la segunda economía más poderosa del mundo, el film da motivos para reflexionar acerca de la generación que ahora está pasando a las sombras.
"Pensé: ¿He experimentado la verdadera esencia de una guerra?", dijo Tadashi Lida, de 30 años, un instructor de triatlón, luego de ver la película.
Traducción: Gabriel Zadunaisky
© LA NACION y The Sunday Times