Isabel Perón: la mujer improbable
En Isabel Perón (Planeta), María Sáenz Quesada se adentra en la misteriosa vida de la ex presidenta. Aquí, un anticipo de los capítulos dedicados a su primer encuentro con Perón, en Panamá, y a su captura por la Junta militar, en 1976
En 1953 trabajó por primera vez como bailarina en la compañía de danzas españolas y folclóricas de Jesús Redondo. Sólo entonces adoptó el nombre de Isabel Martínez que le habría propuesto el empresario y era un homenaje a su madrina. Luego de realizar trabajos menores, su extraordinario destino empezó a perfilarse cuando fue contratada para integrar el coro de "bailaoras" del ballet del empresario español Faustino García que emprendía una gira por Latinoamérica.
La joven Martínez no volvería a su país. Viajó luego como parte de un grupo contratado para bailar en el ballet español de Gustavo de Córdoba y Amalia Isaura, en Chile, Perú y Ecuador. Finalmente Isabel llegó a Medellín, Colombia, donde el grupo se disolvió. Sin recursos, desprotegida, aceptó la oferta de Joe Herald, un bailarín cubano radicado en Caracas, para incorporarse a su conjunto.
Según el historiador Joseph A. Page, el elenco pasó directamente de Medellín a Panamá a fines de 1955. Otra versión dice que de Bogotá viajó a Caracas, donde se presentó en el cabaret Pasapoga, en el céntrico barrio de Urdaneta. El cabaret funcionaba en una casa antigua y el espectáculo de revistas era pobre, recuerda Ramón Landajo, que acompañó a Perón en el exilio panameño. La foto de las chicas, vestidas muy sintéticamente, estaba en la vidriera de local y fue publicada por la revista Venezuela Gráfica y reproducida luego en otros medios. Las siguientes escalas del ballet fueron las ciudades de Panamá y Colón.
Entre tanto el ex presidente de la Argentina, Juan Domingo Perón, derrocado por un golpe militar, había llegado a Panamá en calidad de exiliado. Había buscado refugio primero en el Paraguay. Luego, debido a las presiones del gobierno argentino, aceptó una invitación del gobierno panameño para radicarse en ese pequeño país centroamericano donde la doctrina peronista de la Tercera Posición (ni yanquis ni marxistas) tenía muchos adeptos. (...)
¿Cuándo y cómo se conocieron Perón e Isabel? Hay varias versiones. Una dice que fue el ex embajador argentino en Panamá, Carlos Pascali, el responsable de la presentación. Se la llevó al departamento. Ella, una mujer culta que había estudiado música, danza y francés, se ofreció para hacerle de secretaria, afirma el historiador Fermín Chávez. Su primer trabajo fue pasarle a máquina el libro La fuerza es el derecho de las bestias , escrito en Colón.
De acuerdo con una segunda versión, fue Isabel la que audazmente se presentó en el departamento al que se había mudado Perón, en el edificio Lincoln, en la ciudad de Panamá, cuando se marchó del Washington (Colón). Según un panameño que habría formado parte de la custodia del ex presidente, ella actuaba en una función teatral a la que el General había asistido. Le tocan el timbre, el asistente observa por la mirilla, es Isabel Martínez. No le contestan. Y a cada hora o dos, miraba y ella seguía ahí, sentada en su propia valija como diciendo yo de acá no me voy. Perón, a la hora de la cena -como hombre de hábitos organizados cenaba temprano-, le dice: "Abrale la puerta, en la casa de un criollo no se le niega un plato de sopa a nadie". Le franquean la puerta, comen y ella recoge los platos y asume por su propia cuenta ese rol de ayudante, de personal de servicio. Le pide a Perón un trabajo y le asignan una habitación que estaba ubicada arriba.
Otra versión supone que Isabel y Perón ya se habían conocido cuando ella bailó danzas nativas delante de él como parte de un grupo artístico juvenil. Satisfecho con el espectáculo, le regaló una medalla a cada uno de los participantes. Con su medalla en la mano, la joven se le habría presentado en Panamá.
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El operativo de detener a la Presidente de la Nación se preparó cuidadosamente. Los comandantes habían sido advertidos por la interesada de que la tendrían que sacar por la fuerza de la Casa de Gobierno. La perspectiva no resultaba grata. Porque aunque secretamente la represión clandestina, en su metodología feroz, no discriminara entre varones y mujeres, era muy distinto arrestar a la presidente en el ejercicio del cargo. La opinión internacional miraría atentamente el procedimiento y la Iglesia se había constituido en garante de la integridad física de la Señora.
El general Villarreal había pasado sus vacaciones en La Falda. Al regreso a principios de febrero, le informaron que se iba a Buenos Aires, al Estado Mayor, donde se haría cargo de la Jefatura Uno (Personal). Dependería del general Viola, que había sido su jefe directo muchos años. "Villarreal, me dijo Viola en la primera charla, si acá se produce la ruptura del orden constitucional empiece a pensar en los cambios que tendríamos que hacer a nivel superior de Ejército; si este general va a tal lado y este general puede ir a tal otro, quién lo reemplaza, y empiece a pensar que usted también se va a ir." Unos días después el general Galtieri, subjefe del Estado Mayor le indica: "Villarreal, a usted le va a tocar una tarea delicada, no la va a hacer solo, la va a hacer con el brigadier Lami Dozo de la Fuerza Aérea y el almirante Santamaría; tienen que entrar a planificar la detención de la señora de Perón y el lugar donde se la va a trasladar... no se apure, yo le voy a avisar en una semana o diez días". Pero todavía sin saber fecha. Esta se supo después.
"En el destino de Isabel no intervino el nuncio, como algunos suponen. Nosotros analizamos algunas variantes. El Messidor, en Neuquén, que resultó elegido, tenía la suficiente lejanía como para que no hubiera por ahí una manifestación de apoyo a la Señora y reunía las condiciones de aislamiento y de seguridad. Al único miembro de la Iglesia a quien yo hablé fue monseñor Tortolo, obispo de Paraná y capellán castrense, dado que una de las `exigencias´ que teníamos nosotros era evitar el derramamiento de sangre y que le pasara algo a la señora de Perón. Cuando hablé con el jefe de Granaderos, cuya misión es defender al Presidente de la Nación, éste dijo: `Yo lo lamento, mi general, pero voy a cumplir con mi misión´; le digo: `Usted cumpla con su misión pero facilíteme la mía en el sentido de que no tenga que matar soldados, si entramos a Olivos o a la Casa Rosada, y si usted me va a colocar granaderos con ametralladoras, no me los coloque ahí delante, colóquelos al costado..."
Esta precaución se justificaba. En efecto, en el intento revolucionario del 16 de junio de 1955, el Regimiento de Granaderos había luchado con valor en un combate terrestre contra la Infantería de Marina para defender al presidente. En otras oportunidades (Lonardi, Frondizi, Illia) esto no se había repetido, pero existía el antecedente y quizá por esta razón el operativo fue modificado.
"El día antes recorrimos con Basilio Lami Dozo Campo de Mayo y el regimiento de Palermo, a ver qué tropa tendríamos a disposición, en la hipótesis de que la detención fuera en Casa de Gobierno o en Olivos. Cuando llego de la recorrida nos llama Viola, y me dice: `Vamos a intentar otra alternativa, si la Señora se desplaza en helicóptero hasta Olivos, el piloto simulará un desperfecto y aterrizará en Aeroparque. Prepárense para esa emergencia. Estén a las 10 pm en Aeroparque y tendrán el personal necesario.
"Teníamos a disposición un mayor del Regimiento de Patricios, personal de Marina y el jefe de turno de Aeroparque. Organizamos de qué manera se iba a proceder. Sabíamos que el suboficial (Rafael) Luisi (jefe de la custodia presidencial) era muy buen tirador, un oficial estaba encargado de seguirlo desde un control apuntándolo con un FAL... Nos quedamos esperando que nos informaran y a las 12.45 pm nos llamaron y dijeron que el helicóptero había salido de la Casa de Gobierno.
"Las luces del Aeroparque estaban apagadas y además, previamente, el avión presidencial estaba preparado del otro lado de la pista. Sentimos el rateo del helicóptero como si tuviera una falla y el aterrizaje. El jefe de turno la invitó a la Señora a bajar, pero el jefe de la custodia le dice: `Señora, no baje del helicóptero, esperemos aquí a que los autos vengan de Olivos.´ El piloto les advirtió que el problema de turbinas implica riesgo de incendio. Entonces bajaron. Nosotros estábamos en el dormitorio del jefe de la base, hasta que el comodoro jefe nos dice que Isabel se encontraba en su despacho. Abren la puerta, ella estaba sentada, me presenté y presenté a Lami Dozo y a Santamaría. Julio González y Luisi estaban detenidos en otro lugar, y el edecán naval apartado. Mientras pedían el avión presidencial, pasaron cuarenta y cinco minutos de conversación con ella."
"Cuando entramos nosotros estaba sentada en la pose que tenía normalmente", dice el general Villareal; "la saludo, le presento a Lami Dozo y a Santamaría y le digo: `Señora, las Fuerzas Armadas han asumido el poder político de la Nación y usted queda destituida". `Estoy preparada para que hagan conmigo lo que hayan resuelto´, dice. Temblaba, era un temblor en la barbilla. Le digo: `No, señora, quédese tranquila, la presencia nuestra acá obedece a garantizar su seguridad personal´. Entonces pregunta: `¿Y se puede saber qué van a hacer conmigo?´ `Señora, la vamos a trasladar a la residencia de El Messidor,´ `¿Y dónde queda eso?´ `En la provincia de Neuquén.´ `Pero yo estoy con lo puesto.´ `¿Qué es lo que desea que hagamos?´ `Que la llamen a la gobernanta de Olivos para que me prepare.´
Los protagonistas de esta escena estaban muy nerviosos. El capitán de navío se había olvidado de grabar, como estaba convenido, y el brigadier de avisar a la Junta que ya se había concretado el operativo para que se pusieran en marcha las otras detenciones. Cuando cada uno partió a informar, la Señora y Villarreal se quedaron solos:
"En la conversación dice ella: `El general Perón me dijo siempre que confiara en el Ejército y ahora el Ejército me traiciona.´ `Mire, Señora, no es el Ejército el que la traiciona, son las Fuerzas Armadas que han decidido ante la situación que vive el país asumir el poder político, no lo tome como una traición del Ejército.´ `Pero, general, en este momento en que todo el sindicalismo, la CGT, se iban a poner detrás mío para combatir la subversión, ustedes me hacen esto.´ Me dice también: `General, ¿ustedes no saben que tienen en el propio Ejército gente que está ligada a los movimientos subversivos?´ `Es probable, señora, es probable.´ `No se equivoque, hasta tienen algún general que está.´ `Yo lo desconozco, señora.´ `¿Usted tiene hijos, general?´ `Sí, señora, tengo; por eso es que estoy con toda convicción en esto que estoy haciendo.´ `Espero que no se arrepienta porque van a correr ríos de sangre cuando la gente salga a las calles a defenderme´."
La escena afuera impresionaba, la oscuridad de la noche, solo el avión con las luces de la escalerilla y pocas luces arriba, la tripulación al pie de ésta que le fue presentada a la Señora. Esta se fue con lo puesto, porque no llegó la intendenta de la residencia de Olivos. Se había negado: "No soy mucama personal de la Señora." Al día siguiente viajaría Rosarito con las valijas y los perritos mascota.