El siglo XXI nos enfrenta a los desafíos de un cambio de era
Entre la ilusión por las mejoras y la incertidumbre que acarrean, hay que trabajar para moldear el futuro
Si a un señor feudal le hubiéramos dicho que en un futuro los reyes no serían las figuras políticas más importantes, que sus siervos iban a tener el derecho a voto igual que él, que el agro no sería el centro de la economía, que las ciudades albergarían a la mayoría de la población, que los caballos no serían el medio de transporte y que la comunicación no usaría postas ni palomas mensajeras, seguramente se habría reído cual si fuéramos bufones en su corte. Hoy estamos viviendo un cambio de era, un período de transición igual de radical. Estos momentos son excepcionales, la humanidad los ha transitado pocas veces. Vivirlo es un privilegio, pero, también, una incógnita.
Tanto desde la literatura de difusión (con autores como Yuval Harari con sus libros Sapiens y De animales a dioses) como desde la investigación académica (con estudiosos como Jan Rotmans, de la Universidad de Erasmus), hay hipótesis que sugieren cómo podría ser este futuro. Estos escritos buscan mostrarnos el punto de llegada. El tema de este artículo no está en vislumbrar cómo será o debería de ser el futuro, sino ayudarnos a transitar mejor el camino, poder entender el proceso de cambio de era. Ya en 2015 el papa Francisco remarcó que no estamos viviendo una era de cambios, sino un cambio de era. ¿Qué distingue una era de cambios de un cambio de era?
Primero, en las eras de cambio las transformaciones se aceleran, pero no modifican su lógica (por ejemplo, a lo largo del siglo XX, los autos se vuelven tecnológicamente más sofisticados, pero no cambia el medio de transporte). Por otro lado, los cambios de era tienden a ser procesos transversales. En el siglo XXI, los cambios trascienden las innovaciones tecnológicas y pasamos a la gestión del conocimiento (internet de las cosas, inteligencia artificial, blockchain) e involucran cambios en la comunicación (redes sociales, YouTube), en la economía, (el futuro del trabajo, Airbnb, Glovo), en la geopolítica (el Brexit, el auge de China, la caída del eje EE.UU.-Rusia), en la filosofía (la posmodernidad, la verdad poscientífica), en los objetivos colectivos (los nuevos objetivos de desarrollo sustentable de las Naciones Unidas), en el arte (arte digital, realidad virtual), en la educación (formación continua), entre otros. Entonces, si en los cambios de era los procesos son transversales, se debe ser consciente de que las lecturas parciales pueden ser equívocas.
A veces, por el afán de concentrarnos en un tema (típico de la especialización que caracterizó el siglo XX), perdemos de vista que las diversas fuerzas se presentan en modo interrelacionado, donde un cambio impacta y amplifica los otros. Por ejemplo, si tratáramos de circunscribir el fenómeno de #MeToo a un fenómeno de redes sociales sería una caracterización miope. #MeToo combina varios de los cambios mencionados: internet (tecnología), las redes sociales (comunicación), los objetivos de desarrollo sustentable de las Naciones Unidas (objetivos colectivos), no reconocer fronteras ni estar alineado a ideologías políticas (cambios geopolíticos). Desde esta perspectiva, la tecnológica, si bien importantísima, es solo un síntoma. Es, entonces, importante adoptar una mirada holística y sistémica.
Segundo, en las eras de cambio por su intenso ritmo, vemos en el transcurso de la vida de una persona, su nacimiento, desarrollo y madurez (por ejemplo, el surgimiento y desarrollo de la televisión). Alternativamente, en los cambios de era los tiempos son largos; son tiempos históricos. Tomemos el caso de la Revolución Francesa de 1789. Usualmente la ubicamos como el fin de las monarquías totalitarias y como el hecho histórico que sienta las bases de la democracia moderna. Sin embargo, en los ochenta años sucesivos a la revolución, Francia pasa por siete regímenes políticos: tres monarquías constitucionales, dos repúblicas efímeras y dos imperios. Podemos afirmar que un ciudadano parisino seguramente se sintió confundido: sabía que habían decapitado al rey Luis XVI, pero ¿iban para adelante? ¿Para atrás? ¿Hacia el costado? En un mundo en el que la inmediatez nos resulta tan natural, donde Google nos da la respuesta en nanosegundos, frente al cambio de era, tenemos que desarrollar la paciencia.
Por último, en las eras de cambio es relativamente fácil predecir el impacto del cambio (la introducción de Skype afectó en modo directo el negocio de llamadas de larga distancia de las telefónicas). Sin embargo, en los cambios de era, es fácil ver lo que ya no es, pero aún no sabemos qué será. Entonces, en los cambios de era se debe aceptar que "se está siendo", que, producto de las interrelaciones, intentar predecir su forma final es (casi) un ejercicio inútil. Por ejemplo: ¿sabremos a ciencia cierta cómo será el futuro del trabajo? ¿Es correcto hacer una comparación con lo que fue la revolución industrial del siglo XIX? ¿Serán las tareas netamente humanas, como el cuidado de las personas, las principales fuentes de trabajo? ¿Es necesario cambiar el sistema educativo? Si tratáramos de definirlo, seguramente estaríamos en lo cierto por un breve período, pero equivocados respecto del resultado final.
Retomemos el caso de las telecomunicaciones, soluciones que parecían novedades que iban a sustituir en modo permanente una tecnología (como Skype respecto de la llamada internacional del teléfono de línea fijo) fueron rápidamente sustituidas por otras, como WhatsApp. Hoy sabemos que habrá más novedades en las comunicaciones interpersonales. Tomemos otro ejemplo: el cambio en las preferencias en las formas de alimentación (vegano, macrobiótica, vegetariano). Aún no es claro si una de todas estas tendencias se establecerá como el nuevo modo de alimentarse, si todas convivirán o si son la antesala de algo que aún no ha surgido. Lo único que sabemos es que es un repudio a la "vieja" forma de comer y, desde un lugar más profundo, una nueva forma de vincularnos con los otros seres con los que compartimos el planeta. Entonces, en los cambios de era, pensar que "hemos llegado" es muy riesgoso, porque crea falsas certezas. Sabemos convivir con cambios, debemos aprender a vivir en la incertidumbre.
Lejos de una mirada pesimista, la invitación es a entender procesos, más que buscar soluciones. Comprender que todos los elementos que Zygmunt Bauman brillantemente sintetizó en la expresión "sociedad líquida" y que pueden parecer negativos son las características de una etapa de transición. Por ejemplo: los vínculos efímeros (en antítesis de los estables), el auge de los "relatos" (por sobre los "datos"), la velocidad con la cual los emprendimientos cambian y/o desaparecen (la vida promedio de una empresa en el siglo XX era de 60 años; hoy es de 18 años, menos de un tercio), la descentralización (que implica pérdida de control), las nuevas formas de la gestión como el lean management, el fail fast, el canvas (frente a la planificación a largo plazo o las estructuras corporativas), entre otros.
Es darnos cuenta de que no se puede cambiar de era sin que la anterior "ya no sea". Implica entender que esta deconstrucción es indispensable y aceptar que la nueva era no ha, aún, encontrado su nuevo formato. Desde esta mirada, los relatos son experimentos, verbalizaciones de posibles futuros, los vínculos efímeros son intentos de nuevas formas de relacionarnos, la velocidad del ciclo de vida de las empresas representa ensayos de las nuevas formas de plantear soluciones, la descentralización impide que haya actores preponderantes que por sí solos dirijan el cambio. En resumen, todas son maneras de fluir (líquidas como el agua) en busca de, eventualmente, encontrar la nueva forma.
Un cambio de era es el período que se ubica entre dos apogeos. Por ejemplo, en el primer párrafo de la nota describimos las características del apogeo de la Edad Media. El apogeo de la Edad Moderna se caracterizó, entre otros aspectos, por el predominio de la ciencia por sobre la religión, cambios tecnológicos, el surgimiento de los Estados-nación. El tránsito entre uno y otro no fue fácil; este cambio de era tampoco lo es y genera, simultáneamente, sensaciones encontradas: ilusión por las mejoras que se vislumbran e incertidumbre por la desorientación que acarrean. Sin embargo, si nos quedamos atados al pasado, no dejamos que llegue el futuro. Hay que trabajar para armar ese futuro y no para mantener el pasado. En resumen, este artículo es una invitación a mirar el presente desde la lógica del siglo XXI y no desde el pensamiento del siglo XX.ß
Si a un señor feudal le hubiéramos dicho que en un futuro los reyes no serían las figuras políticas más importantes, que sus siervos iban a tener el derecho a voto igual que él, que el agro no sería el centro de la economía, que las ciudades albergarían la mayoría de la población, que los caballos no serían el medio de transporte y, que la comunicación no usaría por postas o palomas mensajeras; seguramente se hubiera reído cual si fuéramos bufones en su corte. Hoy estamos viviendo un cambio de era, un período de transición igual de radical. Estos momentos son excepcionales, la humanidad los ha transitado pocas veces. Vivirlo es un privilegio, pero, también, una incógnita.
Tanto desde la literatura de difusión (ej. autores como Yuval Harari con sus libros Sapiens y De Animales a Dioses), como desde la investigación académica (ej. estudiosos como Jan Rotmans de la Universidad de Erasmus), hay hipótesis que sugieren cómo podría ser este futuro. Estos escritos buscan mostrarnos el punto de llegada. El foco de este artículo no está en vislumbrar cómo será o debiera de ser el futuro; el foco es ayudarnos a transitar mejor el camino, poder entender el proceso de cambio de era.
Ya en 2015, el Papa Francisco I, remarco que no estamos viviendo una era de cambios sino un cambio de era. ¿Qué distingue una era de cambios de un cambio de era?
Primero, en las eras de cambio las transformaciones se aceleran, pero no modifican su lógica (por ejemplo, a lo largo del Siglo XX, los autos se vuelven tecnológicamente más sofisticados, pero no cambia el medio de transporte). Por el otro lado, los cambios de era tienden a ser procesos transversales. En el Siglo XXI los cambios trascienden las innovaciones tecnológicas y pasamos a la gestión del conocimiento (internet de las cosas, inteligencia artificial, blockchain) e involucra cambios en la comunicación (redes sociales, YouTube), en la economía, (el futuro del trabajo, Airbnb, Glovo), en la geopolítica (el Brexit, el auge de China, la caída del eje USA-Rusia), en la filosofía (la post modernidad, la verdad post-científica), en los objetivos colectivos (los nuevos objetivos de desarrollo sustentable de Naciones Unidas), en el arte (arte digital, realidad virtual), en la educación (formación continua), entre otros. Entonces, si en los cambios de era los procesos son transversales, se debe ser consciente que las lecturas parciales pueden ser equívocas. A veces, por el afán de concentrarnos en un tema (típico de la especialización que caracterizó el Siglo XX), perdemos de vista que las diversas fuerzas se presentan en modo interrelacionado, donde un cambio impacta y amplifica los otros. Por ejemplo, si tratáramos de circunscribir el fenómeno de #MeToo a un fenómeno de redes sociales sería una caracterización miope. #MeToo combina varios de los cambios mencionados: internet (tecnología), las redes sociales (comunicación), los objetivos de desarrollo sustentable de Naciones Unidas (objetivos colectivos), no reconocer fronteras ni estar alineado a ideologías políticas (cambios geopolíticos). Desde esta perspectiva, la tecnológica, si bien importantísima, es sólo un síntoma. Es, entonces, importante adoptar una mirada holística y sistémica.
Segundo, en las eras de cambio por su intenso ritmo, vemos en el transcurso de la vida de una persona, su nacimiento, desarrollo y madurez (por ejemplo, el surgimiento y desarrollo de la televisión). Alternativamente, en los cambios de era los tiempos son largos; son tiempos históricos. Tomemos el caso de la Revolución Francesa de 1789. Usualmente, la ubicamos como el fin de las monarquías totalitarias y como el hecho histórico que sienta las bases de la democracia moderna. Sin embargo, Francia, en los ochenta años sucesivos a la revolución francesa, pasa por siete regímenes políticos: tres monarquías constitucionales, dos repúblicas efímeras y dos imperios. Podemos afirmar que un ciudadano parisino seguramente se sintió confundido: sabía que habían decapitado al rey Luis XVI, pero ¿iban para adelante? ¿para atrás? ¿hacia el costado? En un mundo donde la inmediatez nos resulta tan natural, donde Google nos da la respuesta en nanosegundos, frente al cambio de era, tenemos que desarrollar la paciencia.
Por último, en las eras de cambio es relativamente fácil predecir el impacto del cambio (la introducción de Skype afecto en modo directo el negocio de llamados de larga distancia de las telefónicas). Sin embargo, en los cambios de era, es fácil ver lo que ya no es, pero, aún, no sabemos, que será. Entonces, los cambios de era se debe aceptar que "se está siendo" que, producto de las interrelaciones, intentar predecir su forma final, es -casi- un ejercicio inútil. Por ejemplo, ¿sabremos a ciencia cierta cómo será el futuro del trabajo? ¿Es correcto hacer una comparación con lo que fue la revolución industrial del Siglo XIX? ¿Serán las tareas netamente humanas, como el cuidado de las personas, las principales fuentes de trabajo? ¿Es necesario cambiar el sistema educativo? Si tratáramos de definirlo, seguramente, estaríamos en lo cierto por un breve período, pero equivocados respecto del resultado final. Retomemos el caso de las telecomunicaciones, soluciones que parecían novedades que iban a sustituir en modo permanente una tecnología (como ser Skype respecto del llamado internacional del teléfono de línea fijo) fueron rápidamente sustituidas por otras como WhatsApp. Hoy, sabemos que habrá más novedades en las comunicaciones interpersonales. Tomemos otro ejemplo, el cambio en las preferencias en las formas de alimentación (vegano, macrobiótica, vegetariano). Aún no es claro si una de todas estas tendencias se establecerá como el nuevo modo de alimentarse, si todas convivirán o si son la antesala de algo que aún no ha surgido. Lo único que sabemos es que es un repudio a la "vieja" forma de comer y, desde un lugar más profundo, una nueva forma de vincularnos con los otros seres con los que compartimos el planeta. Entonces, en los cambios de era el pensar que ?hemos llegado' es muy riesgoso porque crea falsas certezas. Sabemos convivir con cambios; debemos aprender a vivir en la incertidumbre.
Lejos de una mirada pesimista la invitación es a entender procesos más que buscar soluciones.
Comprender que todos los elementos que Zygmunt Bauman brillantemente sintetizó en la expresión de "sociedad líquida" y que pueden parecer negativos, son las características de una etapa de transición. Por ejemplo: los vínculos efímeros (en antítesis de los estables), el auge de los relatos (por sobre los "datos"), la velocidad con la cual los emprendimientos cambian y/o desaparecen (la vida promedio de una empresa en el Siglo XX era de 60 años; hoy es de 18 años, menos de un tercio), la descentralización (que implica pérdida de control), las nuevas formas de la gestión como el lean management, el fail fast, el canvas (frente a la planificación a largo plazo o las estructuras corporativas), entre otros.
Es darnos cuenta que no se puede cambiar de era sin que la anterior "ya no sea". Implica entender que esta deconstrucción es indispensable y aceptar que la nueva era no ha, aún, encontrado su nuevo formato. Desde esta mirada, los relatos son experimentos, verbalizaciones de posibles futuros, los vínculos efímeros son intentos de nuevas formas de relacionarnos, la velocidad del ciclo de vida de las empresas representa ensayos de las nuevas formas de plantear soluciones, la descentralización impide que haya actores preponderantes que, por si solos, dirijan el cambio. En resumen, todas son maneras de fluir (líquidas como el agua) en búsqueda de, eventualmente, encontrar la nueva forma.
Un cambio de era es el periodo que se ubica entre dos apogeos. Por ejemplo, en el primer párrafo de la nota describimos las características del apogeo de la Edad Media. El apogeo de la Edad Moderna se caracterizó, entre otros aspectos, por el predominio de la ciencia por sobre la religión, cambios tecnológicos, el surgimiento de los estados nación. El tránsito entre uno y otro no fue fácil; éste cambio de era tampoco lo es y genera, simultáneamente, sensaciones encontradas: ilusión por las mejoras que se vislumbran e incertidumbre por la desorientación que acarrean. Sin embargo, si nos quedamos atados al pasado, no dejamos que llegue el futuro. Hay que trabajar para armar ese futuro y no para mantener el pasado. En resumen, esta nota es una invitación a mirar al presente desde la lógica del Siglo XXI y no desde el pensamiento del Siglo XX.
Doctora en Investifación de Gestión, Universidad de Leicester; profesora de Marketing en la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella