Iom Kipur: “la buena firma”
Decía el escritor Joseph Roth en Judíos errantes: “Hoy no comerán y mañana tampoco… De pronto todos se han convertido en espíritus, con las mismas propiedades de los espíritus. Cada pequeño tendero es un superhombre, puesto que hoy ha de llegar hasta Dios”. Es que por un día en el año los seres humanos y los ángeles son iguales.
Pocos días en la liturgia universal son de tanta solemnidad como el Iom Kipur o Día del Perdón. Se trata del día más sagrado del calendario hebreo y está dedicado por entero a la vida espiritual en la sinagoga, a la plegaria intensiva, a la recordación de los fallecidos, al ayuno y a la meditación. Este año comenzó en el atardecer del martes 4 de octubre y culmina en el anochecer del miércoles 5.
El autoanálisis del balance del alma constituye una de las características principales de esta fecha, precedida de cuarenta días de preparación (en recordación de los mismos cuarenta días que pasó Moisés para lograr el perdón divino). Para conseguir ese estado, se prescinde, por más de 24 horas, de todos los placeres de la vida.
“Un hombre que se arrepiente –dice Erich Fromm– es un hombre que regresa”. El perdón divino no es un regalo, sino una meta que debe conquistar el hombre al volver sobre sí mismo. De alguna manera se nos pregunta qué hemos hecho para mejorar la humanidad y qué haremos en el futuro al respecto.
En 1913, un judío asimilado entró en una sinagoga, en Iom Kipur, y quedó tan impactado con lo que vio y sintió que cambió para siempre su camino; estudió y se convirtió en uno de los filósofos más renombrados del siglo XX. Nos referimos a Franz Rosenzweig, maestro y colaborador de Martin Buber. Es que profetas y poetas, músicos y pintores, creyentes y agnósticos han quedado prendados de la magia del Iom Kipur, reflejando en su arte parte de las sensaciones por las que atravesaron ese día.
¿Cuál es su origen? ¿Cuál es su significado? ¿Cómo es posible que plegarias y oraciones que datan de unos tres milenios de antigüedad, escritas en contextos tan diferentes, puedan conmover al hombre moderno? Nos anticipamos al decir que, en gran medida, interpretan al alma humana, prácticamente inalterable en el tiempo. De allí su vigencia.
El ayuno –han dicho últimamente algunos rabinos– facilita la comprensión, en carne propia, de lo que significa el hambre para el ser humano. Aunque fuera por un solo día, refleja lo que hoy padece, en diversos grados, casi un cuarto de la población mundial. ¿Cómo debe ser el ayuno? Según el texto del profeta Isaías, el cual se lee en este día, la inhibición de comer no debe ser pasiva, sino un llamado de atención para una actitud activa en favor del prójimo que así lo necesite. La palabra utilizada en hebreo para decir “caridad” es Tzedaká, que literalmente significa “justicia”, dado que ayudar a quien lo necesite es también hacer justicia.
Nos preguntábamos acerca de la vigencia de esta conmemoración durante casi tres milenios. La respuesta está, quizá, en que interpreta el sentimiento solidario de deseo de un mundo donde reine la justicia social, gobernado por la ética y el amor entre los seres humanos.
Hoy más que nunca se impone el llamado a la solidaridad, que nos hace el Iom Kipur, en una sociedad que se ha polarizado, aún más luego de la pandemia, entre los ultrarricos y millones de pobres que no tienen ni siquiera para su alimentación básica ni acceso a la salud.
La expresión “¡Jatimá tová!”, con la que nos saludamos al final del Día del Perdón, significa “¡buena firma!”. Simboliza el deseo de que sea refrendado por el Señor con una rúbrica afirmativa en el Libro de la Vida, en un mundo más justo.
Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí. (CIDiCSef).