Inundaciones: la organización social es la mejor defensa
El más efectivo terraplén para evitar que un desastre natural se convierta en una catástrofe humanitaria lo brinda una sociedad civil organizada
La devastadora inundación que sufrió la región del Gran Chaco con el desborde del río Pilcomayo entre los meses de enero y febrero demostró que lo que impide que un desastre natural se convierta en una catástrofe social es una sociedad civil organizada.
El bioma chaqueño se convirtió en un ejemplo de articulación público-privada, esa alianza entre organizaciones de la sociedad civil, empresas y Estado en tantas ocasiones declamada y tan pocas veces plasmada en acciones concretas. El sistema de alerta para anticiparse a las crecidas del río Pilcomayo, prevenir muertes entre los pobladores y pérdidas de sus medios de producción implementado por la iniciativa Gran Chaco Proadapt alertó con varios días de anticipación la imponente crecida de las aguas que terminaría derivando en la inundación más grande de los últimos 35 años.
La iniciativa Gran Chaco Proadapt es una acción trinacional (Argentina, Bolivia y Paraguay) para la adaptación al cambio climático en ese bioma que impulsa Redes Chaco y que llevan adelante las organizaciones sociales ACDI, Fundación Gran Chaco, Sombra Árbol y Nativa, con el apoyo de Fundación Avina, el Fondo Multilateral de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo (Fomin/BID) y el Fondo Nórdico de Desarrollo (FND). Esta iniciativa creó las condiciones que evitaron que las aguas arrasaran kilómetros de terrenos, arrancaran decenas de árboles, destruyeran infraestructura vial y causaran muertes entre los pobladores.
El Sistema de Alerta Pilcomayo se basa en cuatro pilares: mapas de riesgos previamente construidos que indican los posibles desplazamientos que tendrá el río ante una crecida; instituciones públicas que informan la altura del río y eventos meteorológicos; imágenes satelitales y una red colaborativa de lugareños a lo largo de 800 kilómetros que aportan información sobre cómo se va moviendo el río, con el apoyo de múltiples medios para comunicar las alertas a través de las redes sociales, radios locales y aplicaciones en los celulares. De esta manera, las crecidas que se inician aguas arriba son detectadas y anunciadas a quienes habitan aguas abajo con varios días de anticipación, posibilitando que pongan a salvo sus bienes y resguarden sus propias vidas.
El pasado 21 de enero, a partir de la señal de alerta que emitió Gran Chaco Proadapt y el mapa elaborado por el equipo que identificaba los horarios y días en que la crecida llegaría a cada comunidad, los intendentes de localidades ribereñas comenzaron a organizar centros de evacuación y buscaron apoyo de los gobiernos provinciales para reforzar los planes de prevención de emergencia.
El sistema permite a las autoridades de diversos niveles coordinarse entre ellas y a los pobladores, contar con varias horas y hasta días para poner a salvo sus bienes.
Así, aquella alerta emitida el 21 permitió que desde el día siguiente se montara el programa de prevención. Las autoridades de los tres países conformaron un comité de emergencia ya que, de acuerdo con la información disponible, en algunos lugares "aguas arriba" solo restaban veinte horas para realizar trabajos de prevención en las zonas más pobladas y habilitar canales que ayudaran a direccionar las aguas del Pilcomayo. Se difundieron en los medios de comunicación las zonas más vulnerables para que las autoridades y la población pudieran implementar acciones de prevención. En simultáneo, en las pantallas de los teléfonos celulares se visualizaban otros mapas satelitales que informaban sobre las curvas y los desniveles de la cuenca para realizar trabajos de ingeniería en las zonas más vulnerables.
Ya con la crecida llegando a las ciudades y poblados, el sistema de alerta Gran Chaco Proadapt continuó informando de manera permanente con los datos que los propios pobladores y autoridades cargaban a la red sobre lo que ocurría en cada zona, tanto respecto de los riesgos que debían atenderse -desde la presencia de víboras hasta el ingreso de agua en zonas sin pendientes o los desbordes de agua en algunos terraplenes como de los daños que causaba el agua en su desplazamiento.
Autoridades y pobladores reconocen que el trabajo que se ha desarrollado en los últimos tres años en el marco de este programa, al crear una plataforma institucional y tecnológica que permite gestionar el riesgo climático, está dando resultado. Y el mejor testimonio de ello es que en las inundaciones de enero y febrero no debieron lamentarse víctimas mortales, al tiempo que la crecida pudo ser anticipada y en gran parte controlada gracias al monitoreo participativo.
Uno de los grandes desafíos es cómo se gestionarán los biomas frente a las consecuencias nefastas del cambio climático. El Gran Chaco está ofreciendo un interesante modelo de organización colectiva, que debería replicarse en otras zonas, al demostrar que la resiliencia para el cambio climático en zonas tan sensibles como el bosque chaqueño no solo requiere medidas de adaptación para mitigar efectos negativos, sino también acciones de anticipación para evitar daños y tragedias, y articulación social para alcanzar resultados en escala. La iniciativa descripta demostró en estas inundaciones que la organización social es el mejor terraplén.