Intriga global y obsesión íntima
Un escritor que suele fluir con igual soltura en las tempestuosas aguas del thriller político y en las no menos agitadas de la narrativa de los sentimientos suele decir que es mucho más sencillo explicar la lógica de un sofisticado sistema económico o una compleja estructura de poder que desentrañar los oscuros mecanismos que rigen el amor y las emociones.
Tal afirmación la podría suscribir Sebastián, el protagonista de la novela de Pablo A. Basz, Jazz escondido (Paradiso), un argentino de cuarenta y pocos años al que las derivas de la vida y del exilio terminarán por convertir en comandante del ejército israelí, destacado en el área de Inteligencia. Sebastián, cuadro adolescente de la izquierda orgánica y amante de la música, deja Buenos Aires después de una cadena de derrumbes: el Muro de Berlín, la Unión Soviética, el triunfo de Carlos Menem, la voladura de la embajada de Israel. Una vez instalado en Tel Aviv, clausurado todo contacto con la ciudad donde nació y vivió poco intensamente, lo inesperado ocurre y, como en un tango fatal, el pasado vuelve en forma de mujer: lo busca Mariela, ex camarada. A partir de ese momento, todo se irá volviendo obsesión y temeridad en la vida del comandante entrenado en el cálculo y la estrategia. Basz trama con sus personajes una intriga de espionaje centrada en el conflicto de Medio Oriente, desarrollada con más reflexión que acción, que pinta un cuadro verosímil del modo en que puede funcionar la intrincada red de burocracias de los servicios. Como ese persistente color ocre que, a ojos de Sebastián, tiñe toda Tel Aviv, el tono de Jazz escondido no es sentimental pero sí melancólico, opacidad inevitable en la historia de un hombre entre dos mundos, entre dos identidades.
Festiva, en cambio, como siempre –pese a las notas macabras y amargas que tampoco faltan en sus novelas–, es la lectura de Andrea Camilleri. Una voz en la noche (Salamandra) encuentra al comisario Salvo Montalbano un poco mosqueado: cumple 58 años y el mundo (más bien el pueblo de Vigàta) y quienes supuestamente lo quieren bien parecen conjurados para hacerlo sentir viejo, decadente y al borde de la obsolescencia.
Con el ánimo turbio, deberá enfrentar dos casos a la vez: un crimen pasional y otro mafioso. Brillan la ironía, la profusión de diálogos chispeantes, la sensualidad sin artificios de la maravillosa comida del sur de Italia; logros del talento de Camilleri que no logra destruir la traducción, empeñada en que el comisario y su gente “suenen” al oído del lector como españoles y no como italianos.
Como suele ocurrir en los relatos de Montalbano, hay algo que la resolución de ambos enigmas tienen en común y que los seguidores de Salvo irán descubriendo, junto con la certeza que guía los actos del comisario: la verdad tiende a ocultarse y para revelarse necesita una pequeña ayuda. Memorable, también, es el duelo que Montalbano sostiene con un pulpo (carne de ensalada) a lo largo de las páginas: “De pronto recordó haber leído que los pulpos eran inteligentísimos. Se quedó un momento con el tenedor a medio camino, pero al fin concluyó que el destino de los seres inteligentes era, sin lugar a dudas, terminar devorados por algún imbécil más espabilado. Se reconoció sin ningún tipo de dificultad como un imbécil y siguió comiéndoselo”
JAZZ ESCONDIDO. Pablo A. Basz, Paradiso
UNA VOZ EN LA NOCHE. Andrea Camilleri, Salamandra