Las agresiones sociales o gubernamentales por asuntos de fe han aumentado en el mundo durante la última década, según un informe del Pew Research Center; otra cara actual del rechazo al otro
En la era de la hiperconectividad que diluye fronteras y acelera el conocimiento, no todo es modernidad. Ciertas pesadillas de vieja data amenazan el presente y acaso también el futuro de nuestra aldea global. Como si el historial de intolerancia que pesa sobre la humanidad no hubiera tenido suficientes consecuencias nefastas, el odio, ya sea por motivos raciales o religiosos, sigue gatillando matanzas, persecuciones y todo tipo de hostigamientos con una frecuencia que estremece.
Pudimos constatarlo hace pocos días, cuando se supo que el discurso de intolerancia del supremacismo blanco había sido el motor de la masacre de El Paso, en Texas, en la que murieron veintidós personas. Y todavía vibran en nuestra memoria las crudas imágenes de la matanza en las mezquitas de Christchurch, en Nueva Zelanda, que dejó casi 50 muertos y cuyo perpetrador transmitió por Facebook Live. Sin embargo, la postal de la intolerancia más reciente es local: el miércoles último,la comunidad judía recuperó una sinagoga histórica que había permanecido ocupada durante más de 20 años. En el lugar, hoy plagado de pintadas antisemitas, se hacían fiestas de skinheads.
La sucesión de episodios no es mera casualidad. Los monitoreos más recientes sobre la intolerancia en el mundo son alarmantes. Según el informe de Libertad Religiosa en el Mundo de 2018, realizado por la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada, el 61% de la población mundial vive en regiones en las que, de alguna manera, se ve afectada la libertad religiosa.
El trabajo fue presentado por el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, durante la segunda edición de la Ministerial para el Avance de la Libertad Religiosa, un encuentro que tuvo lugar en Washington a mediados del último mes, en el que asistieron cerca de mil personas procedentes de cien países. Entre ellas, sobrevivientes de matanzas que, por motivos religiosos, tuvieron lugar en Nueva Zelanda, Sri Lanka, Estados Unidos, China, Irak, Pakistán, Chipre y Sudán.
Por otro lado, el Pew Research Center, un think tank no gubernamental norteamericano, difundió a mediados del mes pasado un estudio sobre la evolución de la intolerancia religiosa a lo largo de la última década. Según este informe, las restricciones gubernamentales hacia determinados credos, así como las hostilidades sociales por asuntos de la fe, aumentaron en todo el mundo entre 2007 y 2017.
"La tendencia de una década muestra algunos hallazgos notables en términos de dónde y qué tipo de restricciones aumentaron durante este período: mientras que en Medio Oriente y el norte de África se registran los niveles más altos en todas las categorías medidas, los mayores incrementos ocurrieron en Europa", sostiene Samirah Majumdar, la autora principal del informe del Pew.
Las afirmaciones de la especialista coinciden con otros relevamientos que alertan sobre el progresivo aumento de la intolerancia por causas religiosas en el continente europeo. Como ejemplo de esta tendencia, el Observatorio de Intolerancia Religiosa y Discriminación contra los Cristianos informa que, solo en febrero de este año, tuvieron lugar en Francia 47 actos graves contra edificios religiosos. En tanto que, en junio último, se registraron 30 ataques contra iglesias, tanto luteranas como católicas, en Alemania.
"Europa ha experimentado una oleada de ataques terroristas por motivos religiosos, pero también el aumento del ultranacionalismo, que exige una sola religión como parte del patrimonio nacional y persigue a las minorías", señala en sus conclusiones el informe de Ayuda a la Iglesia Necesitada antes citado
El informe del Pew Research Center observa este asunto con gran amplitud. No solo mira las persecuciones y matanzas, sino que también releva la existencia o no de leyes y políticas que de alguna manera atenten contra la libertad religiosa, así como el favoritismo gubernamental hacia determinados grupos religiosos dentro de un universo de 198 países. También evalúa la existencia de algún tipo de violencia y acoso por parte de individuos y organizaciones contra quienes siguen determinadas normas religiosas.
Según este estudio, a lo largo de 2017 fueron hostigados los cristianos en 143 países; los musulmanes, en 140 países; los judíos, en 87 países; los hindúes, en 23 países; los budistas, en 16 países e, incluso, las personas no identificadas con alguna religión sufrieron algún tipo de persecución en 14 países. Por ejemplo, en Malasia, el gobierno declaró que el ateísmo era inconstitucional.
El miedo y el rechazo al otro es un concepto global en esta era marcada por el flujo masivo de migrantes, y signada también por una avanzada tecnológica que, mientras conecta, crea al mismo tiempo burbujas sociales e informativas que conspiran contra la diversidad. Inmersos en su fortaleza virtual, muchos ciudadanos del siglo XXI viven la ilusión de que el mundo que los rodea es como ellos. No queda demasiado espacio para lo diferente.
Mundo global
"La globalización ha provocado que las religiones rompan sus límites geográficos históricos para distribuirse y entremezclarse alrededor del mundo. Hoy nos enfrentamos a la necesidad de encontrar un modo de convivir en un mundo multicultural y multirreligioso. Lamentablemente, quienes buscan una división binaria de la sociedad, o pretenden un pueblo o una nación homogéneos y ven al diferente como un extraño o un enemigo, terminan encontrando en la religión la excusa para dividir y segregar", reflexiona Juan Martín Vives, abogado especialista en derecho y religión.
Las formas que puede adquirir la intolerancia hacia una determinada religión son múltiples. No todas son sangrientas ni generan el mismo nivel de repudio pese a que, en todos los casos, lo que está en juego es la libertad de vivir lo religioso de acuerdo con las convicciones personales de cada uno.
Para citar apenas algunos ejemplos de este mal que no reconoce fronteras, el 27 de octubre último, en Pittbsburg, Pensilvania, un hombre asesinó a once personas e hirió a otras seis en una sinagoga. Un año antes, en Bélgica, un rabino fue apedreado en la calle por ser "visiblemente judío" mientras que, en Egipto, hombres armados con la bandera de Isis ingresaron en una mezquita sufí en el norte del Sinaí, dejando 311 muertos. Algunos años atrás, en Ucrania, un grupo separatista sometió a golpes y burlas a un grupo de testigos de Jehová, obligándolos a decir que el cristianismo ortodoxo era la única religión verdadera. Este grupo religioso también padeció hechos de violencia en Francia, al hacer proselitismo puerta a puerta.
Pero también se perciben como producto de la discriminación ciertas medidas estatales que atentan contra determinadas normas o prácticas religiosas. La prohibición de llevar burka en público, que comenzó a regir en Francia en 2011, es un ejemplo ilustrativo. Hay otros.
Los expertos también consideran discriminatorio que el Estado financie y promueva una religión por sobre otras. En Grecia, por ejemplo, se reconoce a la Iglesia Ortodoxa como la religión predominante: se financia la formación del clero, los salarios de los sacerdotes y se promueve la instrucción de esa fe en las escuelas. En tanto que en Brasil las religiones afrobrasileñas sufren fuertes persecuciones, incluso del Estado. Y aquí mismo, en nuestro país, si bien la convivencia es bastante armónica, numerosas voces han hecho oír su descontento por la vigencia del Registro de Cultos, que obliga a registrarse a todas las confesiones religiosas, excepto la católica.
Discriminación
"Si pensamos en los miles de personas encarceladas, torturadas y asesinadas por causa de sus creencias, otros problemas parecen nimios. Pero en sociedades democráticas, modernas, en las que aspiramos a vivir en libertad e igualdad religiosa, encontrarse con que alguien pierde su trabajo o queda fuera del sistema educativo por sus creencias religiosas debería ser suficientemente grave como para preocuparnos", alerta Vives, también director de la Escuela de Graduados de la Universidad Adventista del Plata.
"Estamos asistiendo al regreso de los totalitarismos en gran parte del mundo y eso tiene una clara incidencia sobre la libertad religiosa. Desde la derrota del fascismo en la Segunda Guerra Mundial, la democracia liberal se estableció, al menos en Occidente, como el modelo hegemónico. Ahora, asediado por los nacionalismos y los populismos, ese modelo está en franco retroceso, y con él algunos principios clave, como el respeto por la libertad individual o la valoración positiva de la diversidad", agrega Vives, quien no descarta que la intolerancia religiosa esté siendo aprovechada, y a veces hasta fogoneada por algunos gobernantes que buscan obtener, con esto, algún rédito político.
Tal sería el caso, según los analistas, de líderes como Donald Trump, con su discurso antiinmigración, o el del presidente brasileño Jair Bolsonaro, con su vínculo explícito con los evangélicos.
Si bien el estudio del Pew Research Center finaliza en 2017, señala para el caso norteamericano algunos episodios perpetrados por grupos supremacistas y, en cuanto a Brasil, alerta sobre incidentes contra grupos musulmanes y religiones afrobrasileñas. "En general, Brasil tuvo el mayor aumento en las restricciones a la religión desde 2007, tanto por parte de los gobiernos como de los grupos sociales", afirma Majumdar, de la citada institución.
Nuestro país, en tanto, figura entre las naciones en las que estos índices han crecido más dentro de la región. En un rango en el que 0 es lo más bajo y 10 lo más alto, el nivel de restricciones gubernamentales pasó de 1,7 a 3 al final de período, en tanto que el nivel de hostilidades sociales ascendió de 0,6 a 1,8.
"Aunque ha habido aumentos, los puntajes de la Argentina aún son bastante bajos. En el índice de restricciones del gobierno, el puntaje se debió en parte al favoritismo del Estado hacia la Iglesia Católica y a algunos casos limitados de acoso hacia grupos religiosos. En 2017, por ejemplo, asistentes de una iglesia bautista fueron acosados por agentes de la policía local. El índice de hostilidades sociales fue de 1,8 debido a algunos incidentes, como un incendio provocado en la Catedral Metropolitana en marzo de 2017 por la postura de la Iglesia católica contra el aborto. En marzo de ese año también se encontraron grafitis antisemitas en protestas por la visita del primer ministro israelí a Buenos Aires", enumeraron los redactores del informe del Pew.
Si bien desde la Secretaría de Culto consideran que la situación del país en materia de libertad religiosa es satisfactoria (ver aparte), los expertos locales en temas religiosos ven matices que merecen ser tenidos en cuenta a la hora de analizar la cuestión.
Un diálogo limitado
"A nivel oficial hay un enorgullecimiento con el diálogo interreligioso, se dice que la Argentina es un ejemplo. Pero ese diálogo lo integran el catolicismo, el judaísmo y el islam. Es limitado, sigue modelos de clase. Últimamente se abrió a algunos pastores evangélicos, pero no tienen el mismo estatus, a pesar del notable crecimiento del mundo evangélico y pentecostal en el país", analiza el sociólogo y doctor en Antropología Alejandro Frigerio, quien sostiene que, en nuestro país, todavía se pagan costos sociales por pertenecer a determinadas religiones.
"En la medida en que las religiones o cultos se alejan del universo católico, aumenta el recelo. Lo padecen especialmente los umbandistas, pero también cierto templos evangélicos pequeños, o incluso los devotos de ciertos cultos populares, como el de san La Muerte o, incluso, el Gauchito Gil, aunque el ser gaucho lo salva bastante", agrega con ironía el especialista, también investigador del Conicet.
A partir de este año, la ONU estableció el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia por Religión o Creencias, que se conmemorará el próximo 22 de agosto. La iniciativa llega en el contexto de una comunidad internacional que busca una mayor libertad religiosa.
"Una medida sencilla y efectiva es formar para la convivencia, fomentar el alfabetismo interreligioso, por decirlo de alguna manera –propone Vives–. Impera una ignorancia generalizada sobre las creencias de los demás. Esto lleva al prejuicio, al miedo, a la segregación. Los estudios demuestran que uno tiende a ser más tolerante con las personas pertenecientes a grupos religiosos que conoce. En vez de insistir en que el Estado transmita determinadas creencias religiosas, se podría trabajar en un programa que eduque desde niños en busca de la tolerancia y el respeto mutuo."
Las proyecciones a futuro así lo exigen: de acuerdo con algunas estimaciones, nos encaminamos hacia un mundo más religioso, en el que el cristianismo y el islam crecerán exponencialmente. El contexto en el que eso ocurrirá todavía es un enigma.