Intimidad de la lectura en un libro de fotos
Hay una fotografía, que cierra el volumen, extraordinaria: vemos a una mujer anciana sentada en la cama, leyendo. La imagen es reveladora: la lectora está en un dormitorio del hospicio de Beaune, Francia, en 1929. Lo que nos dice esa foto es sencillo: leemos (seguimos leyendo) hasta el fin de nuestros días, y aun cuando estemos en las fronteras de la enfermedad o la locura. Se trata de una de las imágenes que capturó el húngaro André Kertész entre 1915 y 1970, y que fueron luego reunidas en Leer, reeditado ahora por Periférica & Errata Naturae.
Cada pieza retrata a una persona que lee, en escenarios a veces inesperados. Kertész, uno de los fotógrafos más influyentes del siglo pasado, interesado en las vanguardias dadaístas y en el periodismo documental, consigue traducir en las imágenes la intimidad de la lectura y la emoción que esta deja en el lector. Tenía razón su colega Henri Cartier-Bresson, que sintetizó de este modo la conmoción que le producía el trabajo del artista húngaro: "Cada vez que André Kertész oprime el obturador, siento el latido de su corazón".