Inteligencia artificial y popular
A un personaje le preguntan cómo se fue a la quiebra. Responde: “De dos maneras. Primero gradualmente, y después de golpe”.
Ese diálogo de Ernest Hemingway retrata muy bien cómo funciona la adopción tecnológica. Lo vemos ahora mismo con los desarrollos de inteligencia artificial: estuvieron avanzando a buen ritmo durante los últimos años, con novedades casi todas las semanas, algunas más asombrosas que otras. Pero, de pronto, ahora, todo se aceleró.
El detonante fue la publicación de Chat GPT, hace justo un mes y medio. Se trata de una tecnología que ya conocíamos (GPT3), que sirve para generar textos o resolver consultas a partir de una instrucción humana, pero que en esta nueva versión está abierta al público general y funciona como un chat: le pedimos algo al bot, el bot nos responde, y lo hace como los dioses (o los humanos).
Una de las mejores formas de usarlo la encontró DoNotPay, una app que da servicios legales. Crearon un chat basado en esta tecnología, que puede interactuar con las empresas de servicios de Internet para pedirles descuento. Ya presentaron un demo y confían en sacarlo pronto al mercado. La aplicación conversa como un humano, conoce toda la regulación, sabe cómo amenazar con llamar a Defensa del Consumidor o directamente con darse de baja. Sobre todo no se cansa, puede insistir durante horas, no importa cuánto tiempo la dejen esperando ni qué música horrenda le pongan.
Pero lo más interesante no es lo que pasa con las empresas, sino con los usuarios comunes. Que una tecnología de IA generativa sepa chatear cambió todo, porque sacó a la inteligencia artificial del mundo de los nerds
Pero lo más interesante no es lo que pasa con las empresas, sino con los usuarios comunes. Que una tecnología de IA generativa sepa chatear cambió todo, porque sacó a la inteligencia artificial del mundo de los nerds. Se nota mucho en Twitter. Todos los lunes aparecen posteos sobre los experimentos de fin de semana que están haciendo las personas. Hay gente que usa el bot para mejorar lo que dice en Tinder y tener más suerte buscando pareja. Hay otros probando el chat para escribir publicaciones de think tanks, estrategias de negocios, posteos de Instagram, columnas como esta, tareas escolares. Y todos los comparten y comentan porque es tan fácil acceder (cualquiera puede abrir ya mismo una cuenta) y el resultado es tan efectivo y sorprendente que no solo te dan ganas de usarlo, sino también de hablar del tema. De hecho, el servicio de Chat GPT está a menudo caído por exceso de demanda. Somos una multitud de acelerados probando cosas. Todos ingenuos y extasiados con el chiche nuevo.
No es igual que con otras tecnologías que se volvieron populares. No es como cuando salió el Photoshop y empezamos a ver las consecuencias en todas las revistas, o cuando se masificaron los filtros de Instagram, o la app que te muestra cómo vas a ser de viejo. Este caso es distinto porque la inteligencia conocida como deep learning que alimenta Chat GPT es una caja negra. Los científicos que la desarrollan saben cómo fabricaron este algoritmo gigante y cómo lo alimentaron con toda la información que había en Internet hasta 2021. Pero no saben bien cómo hace lo que hace, o qué otras cosas puede hacer.
A los ejemplos que mostró OpenAI, la empresa detrás del bot, ya se sumaron muchísimos más. Incluso estamos aprendiendo cómo conviene darle instrucciones. Un estudio reciente mostró que con solo iniciar la consulta diciendo “veamos este problema paso a paso” mejoran los resultados.
En la jerga de la tecnología se habla de capacidades overhang, el mismo término que se usa para las ramas protuberantes de un árbol que empiezan a crecer para todos lados. Un científico de Google Brain, Jason Wei, identificó 137 de estas protuberancias: cosas que los desarrolladores no sabían que la IA podía hacer, pero que finalmente hace. Algunos ejemplos son traducir del inglés al hindi, resolver problemas aritméticos o formar palabras con letras sueltas. Nadie creó la tecnología especialmente para eso, lo encontramos a medida que lo intentamos. Y ahora, de pronto, somos muchos intentando.
Todo ese potencial llega también con limitaciones y peligros. Chat GPT se equivoca mucho. No puede asegurar que sus datos sean correctos y, mucho menos, que se lo use para el bien. Nos vamos a inundar de guiones berretas (ya hay dos amigos que hicieron uno usando el bot). Van a proliferar las noticias falsas, los exámenes copiados, los mails de marketing. Todos parecen verdaderos. Igual de buenos y malos que los escritos por humanos. Vamos a ver muchas cosas y vamos a seguir escribiendo sobre esto. El bot, los periodistas, todos.
Este chat recién empieza y, al menos yo, no pienso abandonar el grupo.
Directora de Sociopúblico