Inspiración argentina para la paz
No son tantas las oportunidades en las que podemos dar el ejemplo a la comunidad internacional
En una región donde las barreras entre lo político y lo religioso son difusas, e l viaje del papa Francisco al Medio Oriente, definido por la Santa Sede como "estrictamente religioso", estuvo colmado de gestos y símbolos inevitablemente políticos. Así, la religión, que ha sido un obstáculo político en la región, puede convertirse en una herramienta de cambio.
Poco sorpresivamente, la mayoría de los analistas puso el énfasis en el fino equilibrio diplomático necesario en un territorio tan plagado de conflictos. El vuelo directo a territorios ocupados y el reconocimiento de la soberanía al hablar de "Estado Palestino", por ejemplo, se equipararon con el homenaje en la tumba de Theodor Herzl, fundador del sionismo, y la visita al Museo del Holocausto, elementos respectivamente importantes para ambas partes en conflicto. Sin embargo, al tomar ese enfoque, se corre peligro de no percibir el contexto más amplio en el cual se dan estos gestos.
La religión, que ha sido un obstáculo político en la región, puede convertirse en una herramienta de cambio
Ese contexto está dado por el ejemplo del país de origen del Papa, Argentina. Se ve claramente en la organización de la comitiva para este viaje y la prédica del Papa durante su transcurso. Como afirmó Omar Abboud, el imán musulmán que acompañó al Papa en el viaje: "Para quienes venimos de la Argentina, donde siempre hubo integración y una buena convivencia entre los distintos credos, esto no es una novedad, el impulso al diálogo interreligioso siempre fue una constante. Argentina no tiene esa carga que existe en Medio Oriente, esto no quiere decir que el modelo de convivencia sea exportable, pero sí la inspiración."
Si bien nuestro país es predominantemente católico, cuenta con el mayor número de judíos y musulmanes de América latina. Religiones que actualmente están en pugna en otras partes del mundo conviven aquí de manera pacífica y fructífera. El país ha sido, más que cualquier otro miembro de la región, un actor equidistante en la búsqueda de la paz en un Medio Oriente plagado por conflictos entre los tres grandes monoteísmos de raíz abrahámica. La resolución 242/67 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que marca las pautas para una futura paz, por ejemplo, fue inspirada en una iniciativa argentina. No hay que olvidar que la Argentina fue víctima de un acto terrorista y supo recomponer la confianza entre los distintos credos a partir de un intenso trabajo de diálogo interreligioso, del que el entonces cardenal Bergoglio fue protagonista. Nuestro país, además, fue el primero en emitir un comunicado de condena al atentado del 11 de septiembre de 2001 en suelo estadounidense, firmada por líderes judíos, cristianos y musulmanes.
Esa inspiración, que en la Argentina también es realidad, es lo que Francisco buscó llevar a Israel y Palestina. Por eso invitó a un judío y a un musulmán, el rabino Abraham Skorka y el imán Omar Abboud, para que lo acompañaran en su visita oficial en mayo. Parece tal vez un gesto poco importante, hasta que uno recuerda que es la primera vez que un Papa incluye en su comitiva a representantes de otras religiones. En sintonía con esa idea de inspirar a una región que ha sufrido y sufre tanto, el abrazo frente al Muro de los Lamentos de estos tres líderes adquiere un valor simbólico y pedagógico enorme.
La invitación que extendió el Papa a los presidentes Mahmoud Abbas y Shimon Peres es el ejemplo más claro de este plan de unidad que nace de su experiencia interreligiosa argentina
Francisco se dirigió a creyentes judíos y musulmanes como hermanos. En la reunión con el
Gran Mufti de Jerusalén, referente musulmán, habló de la importancia de dejar de lado las diferencias y llamó a la unidad de las personas y comunidades que reconocen a Abraham. No es casualidad que la última misa celebrada durante su viaje haya sido en el Cenáculo, lugar importante para los tres credos: sería donde se realizó la última cena de Jesús con los apóstoles, donde estaría la tumba del Rey David y fue por cuatro siglos una importante mezquita musulmana. Ahí mismo, donde están las tres religiones al mismo tiempo divididas pero también unidas por la arquitectura y el pasado, Francisco propone que empiecen a construir juntos hacia el futuro.
La invitación que extendió el Papa a los presidentes Mahmoud Abbas y Shimon Peres es el ejemplo más claro de este plan de unidad que nace de su experiencia interreligiosa argentina. En el sermón de su misa en Belén, Francisco invitó a los representantes de ambos países a acompañarlo en la oración, y ofreció el Vaticano como lugar de encuentro. Se trata de una propuesta sin precedentes, que fue aceptada rápidamente por los dos mandatarios y que se realizará pasado mañana. Los representantes argentinos del islam y del judaísmo estarán presentes en el acontecimiento reforzando, nuevamente, esta intención de inspirar con el ejemplo nacional.
Nadie espera que la oración conjunta de estos líderes traiga la firma de un acuerdo de paz al día siguiente. Pero en un conflicto en el que la cuestión religiosa siempre separó, este giro que permite concebirla como una herramienta para la paz es una fuente de esperanza. Los argentinos podemos apoyar esta iniciativa y acompañar en el proceso ya que hoy no son tantas las oportunidades en las que podemos dar el ejemplo a la comunidad internacional.
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