Inflación: el viernes comienza una guerra que ya perdimos
“Prometo que el viernes va a empezar otra guerra, la guerra contra la inflación en la Argentina”, dijo el martes pasado el presidente Alberto Fernández. Más allá del uso de un término beligerante e inoportuno al hablar de “otra guerra”, mientras una de verdad se desarrolla en Europa con miles de muertos y casi tres millones de refugiados, conformando así una verdadera catástrofe humanitaria, llamó poderosamente la atención que el Presidente elija este viernes 18 de marzo como día para que su gobierno comience a encargarse de la inflación, justamente dos años, tres meses y ocho días desde que asumió. De todos modos, habla muy bien de su honestidad para reconocer que nunca se ocuparon seriamente del tema, los pésimos resultados obtenidos dan muestra clara de eso.
Desde que asumió Fernández, con la inflación del 4,7% de febrero, el indicador acumulado alcanza el 131,6 %, eso nos da un promedio de 3,2 mensual. Un rotundo fracaso si lo comparamos con los primeros 27 meses de gobierno de Cristina Kirchner y Mauricio Macri donde, también con malos resultados, la inflación rondó el 75% en ambos casos.
Hoy, Argentina supera en inflación mensual a Venezuela, que tuvo un 2,9%, y es el país latinoamericano con el mayor índice inflacionario. Con los aumentos de tarifas pautados para este año, el aumento de los combustibles, el de las prepagas y escuelas privadas, con las recetas antiexportaciones que nunca obtienen resultados positivos en el mercado interno, marzo será un mes con un indicador que estará por encima del 5% y algunas consultoras ya imaginan una inflación cercana al 60% para este 2022.
Esta inflación no nació de un repollo, ni sorprendió al gobierno como una aparición espontánea e inesperada, estaba presente desde que Fernández asumió y se la alimentó con errores y decisiones que la llevaron a ser el problema que es para la mesa de todos los argentinos, mucho más si los alimentos suben un 40% más que el promedio mensual, en febrero fue del 7,5 para ese rubro.
Así y todo, el Presidente reconoció que hasta ahora este problema no fue atendido por su gestión y que se tomó 27 meses para ponerle fecha de inicio para ocuparse de él. Solo en nuestro país, donde los ejemplos de mala praxis económicas escapan al índice de cualquier manual, puede pasar casi inadvertida semejante falta de respeto al ciudadano que hace malabares para sobrevivir frente a las góndolas de los supermercados.
Dentro del Frente de Todos existen muchos que piensan que uno de los graves problemas que tiene el gobierno es su mala comunicación, sobre todo cuando el que comunica es el Presidente, que suele tener definiciones apresuradas y fuera de lugar, como la que tuvo frente a Vladimir Putin semanas atrás en Moscú, realiza comparaciones mentirosas fácilmente rebatibles, como las que solía hacer durante la cuarentena eterna de la pandemia, provoca y agrede a quien le pide ayuda, como lo hizo con la oposición para presentar el acuerdo con el FMI, y así en un sinfín de situaciones que llegan a rozar lo disparatado.
Sin embargo, excusarse en la mala comunicación de gobierno y en la del propio Presidente no alcanza para cubrir lo que realmente se ésta intenta ocultar y es la pésima gestión de un gobierno al que todo le sale mal.
Es que en un gobierno no existen las crisis de comunicación, existen las crisis de gestión y, en todo caso, la buena comunicación puede ser un bálsamo que ayude a sobrellevarla para generar empatía y apoyo para superarla. El kirchnerismo sabe mucho de esto, en su mejor momento y en base a una erogación millonaria de recursos para sostener un relato, logró generar hasta un incomprensible fanatismo en su núcleo duro a fuerza de propaganda épica y consignas revolucionarias que nos contaban un país inexistente. Pero la realidad siempre es más fuerte que la recitación y termina imponiéndose. Esa regla no suele fallar, no será ésta la excepción, porque como decía Thomas Jefferson, “una sola cosa nos explica bien la historia y es en qué consisten los malos gobiernos”.
Será por eso que frente a una inflación que es tan nociva, tan cruelmente dolorosa, comenzar a enfrentarla anunciando una “guerra” 27 meses después de asumir la responsabilidad de gobernar para todos los argentinos, es como mostrar la bandera blanca de rendición antes de hacer sonar el primer disparo.