Iñaki Urdangarín, el plebeyo que avergüenza a la monarquía española
Marginado por la corona debido a las fuertes sospechas sobre su participación en operaciones financieras fraudulentas, el hoy duque de Palma, marido de la infanta Cristina, enfrenta el aislamiento, muy lejos de los honores reales y de la aprobación que había sabido conquistar como deportista estrella
Iñaki Urdangarín Liebaert no nació ni para príncipe ni para mendigo. Y hoy, que es duque, casado con la infanta Cristina de Borbón, adoraría escaparse de sus propios zapatos a toda velocidad, como cuando esquivaba rivales en las canchas de handball de todo el mundo para conseguir con frecuencia el éxito en estado cristalino que, por estos días, le es más ajeno que a cualquier otro mortal en España.
Pero el hombre de la sonrisa más atractiva y fotogénica de la corona española demostró saber disfrutar de una vida que ya empezó a pagar con el virtual destierro de la familia real. Un precio que parece ir aumentando día tras día con cada filtración periodística que da cuenta de más y más hechos en los que se encuentra involucrado y que revelan comisiones ilegales, facturas falsas y tráfico de influencias.
El cruce inaugural entre el goce y la perdición en los días de Urdangarín se produjo en 2004, el primero de sus años malditos. Fue entonces cuando, tras llegar a un acuerdo con la corona, decidió comprar un imponente palacete de 2600 metros cuadrados en el elegante distrito barcelonés de Pedralbes por 6 millones de euros. Esa fortuna, sumada a los 4 millones que le agregaría en los años siguientes para refaccionar la mansión, representó para los investigadores judiciales el comienzo del descarrilamiento de su tren de vida, debido a la demanda creciente de dinero que esta inversión representó. No por casualidad, el Instituto Nóos, con el que habría desviado hasta 11 millones de euros de fondos públicos en su propio beneficio, fue fundado ese año y conducido por él mismo hasta 2006.
Sin embargo, hasta que el sueño del palacio propio se apoderó de sus obsesiones, la existencia de Iñaki Urdangarín se había caracterizado por su sobriedad.
Personalidad de líder
Antes, mucho antes, de que la más que probable imputación judicial por malversación de fondos públicos lo aguardara en los tribunales españoles, Iñaki vivía feliz con un futuro desbordado de ambiciones. Su sueño máximo, triunfar como estrella del deporte, se transformaría en su temprana juventud en una meta demasiado sencilla. Y nadie dudaba de que así sería al verlo jugar en los equipos del colegio jesuita de Caspe, en Barcelona o, más tarde, en la escuela de los marianistas en Vitoria. "Txiki", como lo apodaban en sus años más tiernos, supo forjar con esos tempranos bríos una personalidad de líder a toda prueba que le llevaría a convertirse en uno de los cinco mejores jugadores de la historia de su deporte más amado que nunca dejó de darle alegrías. Su talento, en combinación con su portentosa figura de 1,97 metros, lo convirtió en capitán del F.C. Barcelona, donde cosechó 52 títulos y de la selección española, con la que conquistó dos medallas de bronce en tres juegos olímpicos.
Todo eso le bastó como carta de presentación para conquistar el corazón y la libido de la infanta Cristina de Borbón. Ella, competidora de alto nivel en regata, ratificaría en el altar, uño después de conocerse ambos en los Juegos de Atlanta de 1996, aquel axioma no escrito que postula: "Para una deportista no hay nada mejor que otro deportista". Aunque hasta aquí –y sólo hasta aquí– sobreviven las coincidencias en vidas que partieron de cunas muy distintas.
Lejos del Palacio de la Zarzuela en la geografía y en el sentido de pertenencia a una nación, Iñaki nació el 15 de enero de 1968 en Zumárraga, una localidad guipuzcoana del País Vasco, en el corazón de un familia que lejos se hallaba de bombear sangre azul y españolista a sus progenitores. Su padre, Juan María Urdangarín Berriochoa, era un miembro destacado del Partido Nacionalista Vasco (PNV), y nunca hubiese considerado potable la idea de que el sexto de sus siete hijos pudiese quedar ligado algún día a la monarquía. Y su madre, Claire Liebaert Courtain, aunque por su origen belga se mantuvo ajena a estos tironeos, tampoco puede ser sospechada de inculcarle a su hijo cualquier deseo de formar parte de una corona que nunca sintió como propia. Además, el abolengo del deportista tampoco tenía demasiado para ofrecer... al menos, en comparación con la pesada copa del árbol genealógico de la infanta Cristina. Sólo su antepasado San Valentín de Berriotxoa, obispo y mártir fallecido en 1861, y actual patrono de Vizcaya, arrojaba una luz diferente desde la profundidad de sus raíces plebeyas.
Pero el camino hacia el enlace prosperó de todos modos, gracias en buena parte a la acertada estrategia de la dispar pareja de mantener su noviazgo en secreto por más de un año, hasta consagrase el matrimonio el 4 de octubre de 1997. Ese día, él pasó a ser el duque de Palma y, también, uno de los miembros de la familia real más queridos por el monarca, quien empezó a llamarlo desde entonces, y muy cariñosamente, "Urdanga".
Pero si la confianza de Urdangarín en su propia sobriedad y ética comenzó a resquebrajarse tras su mal paso con la mansión de Pedralbes, la confianza de su ilustre suegro se derrumbó, directamente, en 2006. En la primavera de ese año, la investigación judicial que acorrala a la corona revela que la Casa Real envió a Pedralbes a un asesor externo, a la luz de las denuncias realizadas por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sobre supuestas irregularidades en el manejo de 1,2 millones de euros de fondos entregados al Instituto Nóos por parte del gobierno de las islas Baleares y el Ayuntamiento de Valencia. El enviado real, José Manuel Romero Moreno, dedujo en su pesquisa que la entidad benéfica presidida por Urdangarín no solo tenía ánimo de lucro –contrariamente a sus estatutos– sino que dejaba a la monarquía al borde de un escándalo sin precedente.
Urdangarín recibió así la orden real de abandonar España y buscar trabajo en otro país: ya había dejado de ser "Urdanga". El duque se resistió al principio y, tras probar suerte con una nueva fundación en 2007, que la Casa del Rey volvió a reprobar como salida a sus eventuales maniobras, terminó por aceptar, dos años más tarde, una oferta de la filial de Telefónica para trabajar como miembro del Consejo de la empresa en su filial de los Estados Unidos. Allí se mudó con la infanta Cristina y sus cuatro hijos, donde aún hoy viven esta suerte de exilio de alto nivel, aunque ninguna fuente creíble pone en duda la estabilidad de su matrimonio.
La designación como alto ejecutivo de la corporación estratégica española se apoyó en los estudios superiores de Iñaki, que según su biografía oficial (en la que se acalara, aún hoy, que debe recibir el título de "Excelentísimo Señor") es diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Barcelona.
Aunque su posterior obtención del máster en Formación e Intervención de Empresas e Instituciones en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (Esade) devuelve a Urdangarín, una vez más, al infierno que supo construir en el Nóos.
Quienes siguen celosamente la investigación señalan como otra de sus "maldiciones" a su relación con sus ex compañeros del Esade. A través de aquel entorno, conoció y trabó una fuerte sociedad con el empresario Diego Torres, quien hoy carga sobre sus espaldas el mayor peso de la investigación. El que fuera su compañero en Nóos y otros emprendimientos, colaboró estrechamente en las maniobras de encubrimiento de los fondos baleares y valencianos para poder sacarlos de España sin ser interceptado por los sabuesos de la agencia tributaria española.
Pero, también, otros de sus ex compañeros, entusiasmados con el enorme peso real de la figura de Urdangarín, habrían intentado encumbrarlo al duque, aunque sin éxito, como presidente del Comité Olímpico Español. Otro de aquellos desmedidos proyectos fue el concebido para el duque por Gabriel Masfurroll con la firma de representación de deportistas Agency Sports & Entertainment, que, como otras propuestas post-Nóos, también recibieron el veto de la Casa Real.
Con todo, las sucesivas explosiones que produce cada filtración de la investigación a la prensa –difundidas prácticamente a diario– han dejado hasta el momento muy desdibujado el campo de batalla por el honor de Urdangarín y la monarquía que arrastra. Y sólo el año próximo se sabrá, cablamente, si lo que empezó como un escándalo se transformará en un antes y un después para un hombre, o también para un pueblo que, con 5,4 millones de desempleados, ya no tiene más margen para el descrédito.
Pero la casi segura citación del duque de Palma en calidad de imputado pondrá en juego, en las primeras semanas de 2012, la credibilidad de la justicia, aún alta en España. Y, a pesar de todo el esfuerzo que se haga por diferenciar a Urdangarín de su entorno familiar, es decir, de la monarquía española, la citación judicial también llevará al banquillo a la confianza de los españoles en su corona.
QUIEN ES
Nombre y apellido:
Iñaki Urdangarin
Edad: 43
Oriundo del País Vasco:
El duque de Palma nació el 15 de enero de 1968 en Zumárraga, una localidad del País Vasco, en el seno de una familia que se hallaba lejos de la sangre azul o españolista. Fue el sexto de siete hijos.
Amor en las Olimpíadas:
Miembro de la selección de handball, conoció a la infanta Cristina –competidora en regata– durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996. Un año después se casaron. En 2009, y empujada por el escándalo, la familia se mudó a Washington.
lanacionar