Improvisar en geopolítica cuesta caro
A pocos meses de finalizar el cuarto mandato kirchnerista afloran impensadas consecuencias producto de su pésima gestión en materia de relacionamiento internacional. La marca Kirchner en su acercamiento al mundo fue escandalosa. La gestión de una diplomacia “blue” para los amigos, con gestores improvisados y venales, no podía resultar de otra forma.
Hoy, Argentina se ha rodeado de países caracterizados por su desapego a los derechos fundamentales del hombre, vinculados al terrorismo, invasores, negacionistas y otras cualidades nada virtuosas. Todo eso lo hizo en desmedro del necesario equilibro y objetividad que debe sostener una nación de cara a la sociedad de naciones.
En estos 16 años, para los Kirchner, el Estado fue su propiedad y de esa forma lo gestionó, en los asuntos internos y externos. Siguiendo sus mandamientos, se embanderaron al son de “al enemigo ni justicia” para dirimir diferencias personales y políticas con mandatarios de pensamiento opuesto. Un caso paradigmático se dio en la región. Mientras impulsaron alianzas vestidas de progresismo con la Venezuela de Chávez - Maduro, el Ecuador de Correa, la Bolivia de Morales, la Nicaragua de Ortega, la Cuba de los Castro y Diaz Canel, todos afines ideológicamente, rompieron la tradición argentina en sus vínculos con los países vecinos.
Crearon problemas donde no los había y, si existía alguna cuestión a zanjar, la profundizaron con la misma delicadeza que lo hicieron acá. La estrategia de amigo- enemigo que tantos éxitos le redituó en el país, desmembrándolo, tuvo un impacto gravísimo en la región.
El manual de burradas de la diplomacia kirchnerista deberá contar con lujo de detalles la situación con las pasteras de Uruguay, el problema limítrofe con Chile al sur y el reciente incremento de tensión con Paraguay por el peaje de la hidrovía.
Este último punto, agravado por las respuestas vehementes de un Paraguay que, como estamos comprobando, estaría dispuesto a accionar en otros frentes para sostener su posición (Yacyretá, FMI, etc.). Esta escalada siempre injustificada ocurre con un Paraguay que probablemente esté equivocado sobre el fondo del asunto y, en cambio, nuestro país obrando a derecho con el tema del cobro del peaje. De ser así, el Gobierno debería explicar con más detalle si, al no cobrar, estamos subsidiando desde 2013 a un país vecino en unos 40 millones de dólares al año del erario.
Más allá del cobro, lo que debemos destacar es que una de las consecuencias de manejar las relaciones internacionales a lo Putin pero sin poder, diplomacia o FFAA acordes, es este tipo de trato que imponen a nuestro país los países de una región en la que Argentina solía gozar de considerable prestigio.
Imposible no asociar todos estos temas con la realidad del escenario Atlántico Sur: Malvinas, pesca, Antártida, etc. La debilidad del país se revela, por caso, frente a los intereses mezquinos de una China expansionista que subsidia la campaña de Massa a cambio de posicionarse estratégicamente o a la indiferencia del usurpador Reino Unido por cumplir con el mandato de las Naciones Unidas y sentarse a resolver la situación colonial de nuestras Malvinas.
A propósito, recientes declaraciones de la persona que La Libertad Avanza propone para suceder a Cafiero, en caso de que ese espacio resulte vencedor en las próximas elecciones, ponen en evidencia, una vez más, que las relaciones internacionales deben ser gestionadas por profesionales. Ratifica, además, que la improvisación y la falta de conocimiento son la peor combinación para dar entrevistas.
Ante la barbaridad proferida por la referente de La Libertad Avanza debido al fenomenal desconocimiento de un tema tan delicado como la cuestión de las Islas Malvinas, debemos reiterar que la solución a los problemas argentinos frente a la debacle nacional por el kirchnerismo no radica en oscilar sobre la misma actitud improvisada, poco transparente y sesgada. Idénticos dislates pero de aparente signo puesto no nos va a posicionar en la senda del crecimiento y el profundo cambio que necesita nuestro país.
Un alineamiento inconsulto y unipersonal a cualquier ideología tendrá, indefectiblemente, los mismos efectos. Somos testigos de enardecidos discursos que prometen cambios drásticos en política internacional, sin el correspondiente análisis, lo que constituirá una nueva oscilación del pendular comportamiento del país en el frente externo. Ello no nos hará confiables ni predecibles.
Cuando la institución del diálogo, indispensable para la diplomacia en las relaciones internacionales, está siendo menoscabada por el imperio del grito y la violencia, esto revela la impericia de quienes carecen de la capacidad de distinguir entre los intereses a largo plazo del Estado y los de un gobierno nefasto, que quedará en la historia como la mayor tragedia de la democracia argentina. Hoy estamos ante el surgimiento de otro producto de similares características, que, embanderado en la libertad, amenaza los intereses estratégicos y geopolíticos de la Nación.
El nuevo gobierno deberá impulsar políticas de Estado que sean duraderas, coherentes con la tradición diplomática que durante mucho tiempo el país sostuvo, pero, además, participativas. Esta participación deberá darse con la intervención del Congreso, que expresa la voz representativa, republicana y federal de nuestra Nación.
Diputados nacionales por la Coalición Cívica, Juntos por el Cambio