Iguales derechos, mesas separadas
Por Gabriela González Gass Para La Nación
La igualdad entre mujeres y hombres no está plenamente ejercida ni reconocida. El siglo que se acerca será sin duda el de la total reivindicación de esta igualdad. Pasaron cincuenta y dos años desde la consagración de los derechos cívicos y políticos de las mujeres en nuestro país, lo que incluye el derecho a votar. Pero éste fue un logro que tardó en alcanzarse. La sanción de la ley 13.010, que incorpora el voto femenino, es un eslabón en la vida política nacional que llegó después de mucho esfuerzo, trabajo y, especialmente, sufrimiento.
Por razones de conveniencia y eminentemente culturales, con esa ley se decidió la confección de un padrón electoral de mujeres, independiente del ya existente de hombres, y se dispuso que las mujeres sufragasen en mesas diferentes de las destinadas a la votación de los varones. Hoy, la sociedad no encuentra sentido ni explicación alguna a esta persistente discriminación. ¿Cuál es la razón que se puede esgrimir para seguir sosteniendo la división en mesas electorales por sexo? Detalles como éste suelen pasar inadvertidos, pero son señales muy claras de la discriminación que aún existe y que se practica día tras día.
De Sarmiento a la ley de cupos
Debemos mucho a Domingo Faustino Sarmiento, un precursor y un ejemplo por seguir en el reconocimiento de los derechos de la mujer. Su legado fue tomado por la Constitucion sanjuanina de 1927, que otorga a las mujeres la posibilidad de elegir y de ser elegidas, siguiendo propuestas en tal sentido formuladas por el socialismo, ya desde 1895. Además, en 1934, a través de la figura de Emar Acosta, San Juan presenta al país la primera diputada provincial mujer.
Desde que en 1918 Julieta Lantieri fundó el Partido Feminista Nacional, del cual fue candidata a diputada en 1920, numerosos intentos se dieron en nuestro país por lograr la igualdad de derechos. En el mismo año 1920, el Partido Socialista llevó a Alicia Riglos de Berón de Astrada también como candidata a diputada. Una luchadora del mismo partido, Alicia Moreau de Justo, comenzaba en esa época a delinear una figura que quedará en nuestra historia, organizando la Asociación Pro Sufragio Femenino y la Unión Feminista Nacional. Tampoco podemos olvidar la Constitución santafesina de 1921, que, aunque lejos del ideal, incorporó un "voto calificado" para las mujeres.
El primer proyecto presentado en el Congreso Nacional en el sentido de igualar en sus derechos a las mujeres con los varones fue del diputado radical Rogelio Araya, en 1919. El radicalismo concurrió a las elecciones de febrero de 1946 con la consigna de bregar por la sanción de los derechos políticos de la mujer.
Finalmente, en 1947, en una agitada sesión, y por acuerdo de todos los bloques (peronista, radical, conservador, socialista) se consagró el derecho de las mujeres de elegir a sus representantes en todo el territorio nacional. En esta oportunidad, fue de gran importancia la insistencia y el valor mostrados por María Eva Duarte de Perón para lograr este objetivo. En noviembre de 1951, la mujer argentina participó por primera vez en las elecciones. Y por primera vez, el Congreso contó con seis senadoras y veintiséis diputadas nacionales, así como numerosas mujeres elegidas en las provincias como legisladoras o funcionarias públicas.
Saltando en el tiempo, en 1992 debimos recurrir a la ley de cupos, teniendo en cuenta la clara discriminación ejercida para con las mujeres en el campo político y social. Si en la década del 50, por conveniencia y especulación política, pero justa y merecidamente, las mujeres llegaron a ocupar un 30 por ciento de las bancas de la Cámara de Diputados, a comienzos de los años 90, ese porcentaje había caído hasta un 5 por ciento.
Costumbres de otras épocas
Por eso, como un aporte más hacia la total equiparación de derechos, insistimos en que no hay motivo alguno que sustente el sistema de mesas electorales discriminadas por sexo. Es sólo una costumbre que se arrastra desde otras épocas, con otra visión del mundo y del lugar que la mujer ocupaba en él. No tenemos ninguna duda de que la Legislatura de la Ciudad aprobará la unificación de los padrones con el apoyado de todas las bancadas, en uso de la razón y el sentido común. Y así como en 1951 se vio a las mujeres ir a votar a sus mesas, el año 2000 nos verá concurrir a emitir nuestro voto todos juntos.
Me quedo con las simples pero profundas y aleccionadoras palabras de Florentina Gómez Miranda: "Desde mi juventud he mirado al hombre como un igual, sin bajar la vista, sin sentirme inferior o superior, con defectos y virtudes semejantes, y segura de que la única diferencia que nos une es la que surge de nuestro género, que hace posible que del deseo que provoca la histórica manzana resulte ese milagro que se llama vida".