En tiempos de crisis, se actualiza el protagonismo de las jerarquías eclesiásticas y retorna la pregunta por el papel de Francisco en la puja por el poder local
Tal vez pudo haberse interpretado que, detrás del debate y posterior tratamiento de la ley para la despenalización del aborto, ocurridos durante el año último, lo que había era una medida concreta en pos de la separación de los asuntos del Estado de los de la Iglesia. A fin de cuentas, el nuestro es un Estado laico.
No fue la única iniciativa reciente que pudo haberse analizado de esa manera. Durante 2018 también se instaló la discusión sobre la vigencia del presupuesto de Culto, que culminó con la renuncia progresiva por parte del Episcopado a dichos fondos.
En el país del papa Francisco... ¿Iglesia y Estado, asunto separado? Apenas en lo formal. La vigencia del peso político de la Iglesia, aun frente a un gobierno con el que no abundan las coincidencias, quedó expuesta hace pocas semanas, cuando el Presidente se reunió con la cúpula de la Conferencia Episcopal Argentina, luego de la derrota sufrida en las PASO. La reunión, generada desde el Poder Ejecutivo según fuentes ligadas al encuentro, fue una iniciativa que buscó moderar el clima de tensión instalado tras el resultado de las primarias, al mostrar la imagen de un Presidente preocupado por la cohesión social y la búsqueda de diálogo.
El papel de la iglesia como mediadora en el plano político no es nuevo. Podemos encontrar su antecedente más reciente en la crisis de 2001, cuando fue una de las instituciones organizadoras de la Mesa de Diálogo Argentino. Aún más: desde nuestros inicios como nación, el Estado argentino mantiene una estrecha relación con la Iglesia católica que resiste cualquier vaivén institucional. Se trata de una dinámica en la que ambos actores se complementan y son subsidiarios uno del otro. Esto convierte a la institución religiosa en un actor político insoslayable para cualquier gobierno. De acuerdo con algunos especialistas, este papel se ha profundizado desde la llegada de Bergoglio al Vaticano, sobre todo, por la influencia local que seguiría desplegando el Sumo Pontífice a pesar de la distancia.
Contradicciones
La teoría de un Papa pendiente de la cotidianidad política local alimenta todo tipo de suspicacias. De hecho, un artículo del diario económico británico Financial Times, publicado después de las PASO, sostiene que el Papa habría sido el artífice de la reunificación del peronismo, al alentar la reconciliación de Alberto Fernández con Cristina Kirchner. La información fue negada por el candidato a presidente por el Frente de Todos, aunque la desmentida no convence a algunos analistas.
Durante la gestión del actual gobierno, puede decirse que el vínculo Estado-Iglesia ha sido fluido y armónico en las bases e instancias medias de ambas instituciones. Pero la lógica relacional entre sus cúpulas no ha estado exenta de tensiones. Las causas son muy diversas. Algunas de ellas tienen que ver con determinadas iniciativas gubernamentales ligadas a la ampliación de derechos; otras, con ciertas críticas eclesiásticas a la política económica del Gobierno ante el agravamiento de la crisis socioeconómica -como la adhesión al pedido de que se declare la emergencia alimentaria-, pero quizá la más importante tenga relación con la grieta.
"Recibir a todos no significa estar de acuerdo con todos", sostienen fuentes cercanas a la Conferencia Episcopal Argentina, en alusión a que cualquier gesto de cercanía hacia figuras de la oposición por parte de Francisco, del Episcopado o de algún obispo encumbrado suele ser interpretado como un gesto de provocación. "La relación con el gobierno de Mauricio Macri es correcta", agregan. Esto, pese a que, según las mismas fuentes, algunos obispos consideren que en los últimos años se ha maltratado la imagen del Papa. Y que ciertos sectores de la Iglesia coloquen como autores intelectuales a figuras del Gobierno cercanas al Presidente.
A pesar de los cambios culturales, que hoy les asignan un espacio más desinstitucionalizado a las creencias religiosas en el imaginario colectivo, la influencia que ejerce la Iglesia católica por fuera de lo puramente religioso se mantiene incólume, también legitimada por el trabajo que realiza la institución en los planos social y educativo, lo que le reporta un capital enorme en términos de predicamento social y territorio. Por citar apenas un ejemplo, el 38% de la matrícula en el Gran Buenos Aires es confesional.
"El Estado piensa y despliega múltiples políticas públicas (fundamentalmente en educación, salud y asistencia social) a través del entramado capilar de las entidades religiosas, principalmente pero no solo católicas -analiza el investigador del Conicet Juan Cruz Esquivel (ver aparte)-. La forma de organizar la política pública preserva para sus instancias de ejecución a las estructuras religiosas presentes en el territorio. Esa cosmovisión repercute lógicamente en la cotidianidad de los vínculos entre actores políticos y religiosos."
Cuestión de legitimidad
El historiador e investigador del Conicet Roberto Di Stefano considera que el poder político de la Iglesia católica se explica fundamentalmente por la ineficiencia del Estado y por la incapacidad de la clase política para construir consensos en torno a un modelo de país. "En el siglo XIX, las enormes dimensiones del país, la baja densidad de población y la fragmentación política postrevolucionaria llevaron al Estado a buscar la colaboración de la Iglesia. Esa alianza se fortaleció en el siglo XX cuando el Estado trató de afrontar la cuestión social y el problema de la identidad nacional que planteaba la inmigración masiva, que fue mayoritariamente católica. Se fortaleció aún más en el período de entreguerras, con la crisis del liberalismo y del capitalismo, y el afianzamiento del nacionalismo católico antiliberal y anticomunista", agrega el especialista, que concluye la frase con un aspecto clave a la hora de entender esta dinámica: "Los gobiernos civiles y militares del siglo XX, deficitarios en términos de legitimidad política, buscaron compensar ese déficit con legitimidad religiosa".
Lo cierto es que la vocación del catolicismo por regular mucho más que la moral y la vida religiosa de las personas no es un tic local que se despliega ante gobiernos débiles, sino que está impregnada en su ADN. Hace pocos días se lanzó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires el capítulo argentino del Comité Panamericano de Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana, que promueve una Justicia con un carácter más social, impulsada por el Papa. "Francisco nos convocó para que repensemos el Derecho", sostuvo el juez porteño Roberto Gallardo, presidente del Comité, una iniciativa del Vaticano que planea expandirse en la región.
"Toda teología es política -sostiene el sacerdote Rafael Velasco, superior de la Compañía de Jesús para la Argentina y Uruguay-. Pero hay que analizarla en un sentido amplio, interpretarla únicamente desde lo político es un error, es insuficiente."
Velasco, exrector de la Universidad Católica de Córdoba, reconoce que el discurso de Francisco, de fuerte crítica al capitalismo y a la cultura del descarte, puede incomodar aquí y en el mundo. Sin embargo, le suena a disparate suponer que, desde el Vaticano, el Papa digita la política local. "Es parte de una lógica pueblerina que considera que los argentinos somos el centro del mundo y, por ende, todo lo que hace Francisco tiene, de alguna manera, a nuestro país como protagonista", se lamenta.
"La Iglesia juega un papel profético. Hay ciertos gestos que tienen motivaciones religiosas, como cuando el Papa le envía un rosario a Milagro Sala. Lo hace en calidad de pastor, a partir de lo que interpreta que Dios quiere que haga. Por otra parte, la Iglesia no es una institución monolítica. A veces, la actitud de un obispo no significa que hable toda una iglesia", agrega Velasco, en alusión a la misa celebrada en Luján, en octubre último, a la que asistieron dirigentes gremiales y referentes de la oposición y que generó malestar en el oficialismo. "Que cierto obispo acceda a dar determinada misa no es más que eso -considera el religioso-. Después de todo, ¿quién es uno para negar una misa?"
El historiador italiano Loris Zanatta es de los que le adjudican veracidad al artículo del Financial Times. También es de los que creen en la fuerte influencia papal sobre la política local. "Francisco no necesita estar pendiente permanentemente. No necesita explicar sus deseos o pensamientos. Hay obispos nombrados por él. La Iglesia responde a su orientación histórica. Es suficiente con que dé ciertas orientaciones para que las cosas sucedan", explica.
"Más allá de las diferentes líneas de pensamiento que conviven en la Iglesia, no me cabe la menor duda de que la Iglesia tuvo un prejuicio negativo hacia el gobierno de Cambiemos, como siempre lo tuvo hacia los gobiernos no peronistas. La línea mayoritaria, y más con un Papa argentino, sostiene el mito de la nación católica. Y para ese mito, el peronismo es el referente del pueblo. Si el peronismo gana las elecciones, será también un triunfo del Papa y se desplegará ese mito, se buscará una organización cristiana de la sociedad. Lo que seguirá después, ya lo hemos visto, es una pelea por ver quién encarna el verdadero peronismo", anticipa.
¿Esto significa que peligraría cualquier avance en materia de ampliación de derechos? Según el especialista, no necesariamente. "La Iglesia persigue objetivos más profundos. Es más ambiciosa. Le interesa más la política social, con humildes que conserven la pureza del pueblo. Le tiene miedo a la apertura del consumismo. Le importa más la organización económica y social", agrega, provocador, Zanatta. Coautor del libro Historia de la Iglesia argentina, el investigador italiano considera que fue un gesto desacertado por parte del Gobierno promover ciertas iniciativas contrarias a la doctrina eclesiástica: "Contra la Iglesia no se gobierna en la Argentina, y menos cuando la situación económica no es la adecuada".
Pero, en caso de que el Frente de Todos se imponga en las próximas elecciones, un mejor vínculo Estado-Iglesia dependerá de los temas y prioridades de ambos actores. "Temas como el matrimonio igualitario estuvieron en el centro de las diferencias durante el gobierno del kirchnerismo. Los Kirchner más de una vez eludieron la homilía de Bergoglio en el Tedeum de las fiestas patrias. Incluso desde sectores del oficialismo se impulsaron denuncias contra su figura por derechos humanos. Cuando fue elegido Papa, Cristina, que era presidenta, giró hacia él y cultivó la relación, consciente de su popularidad en el país y a nivel global. Bergoglio, antes de ser Papa, tuvo simpatía hacia el peronismo, en el cual militó de joven. Pero no tanto con el kirchnerismo", recuerda Marita Carballo, socióloga y presidenta de la consultora Voices.
"Francisco no pierde el hilo de lo que sucede en su país y pienso que trata de influir constructivamente. Pero pensar que el Papa está pendiente de la Argentina todo el tiempo es una exageración y un error. La misión del Papa es enorme, así como el número e intensidad de los problemas que tiene que enfrentar", agrega Carballo.
El politólogo Luis Tonelli recuerda que circula un chiste según el cual, más que "el vicario de Dios en la Tierra", Francisco sería "el vicario de Perón en la Tierra". Tonelli es de los que creen que el Papa siempre pugnó por la unidad del peronismo, que fue clave en el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en las PASO. "La Iglesia argentina ha tenido una histórica relación cercana con el peronismo, a pesar de su violento conflicto en la segunda presidencia de Perón. Durante los años setenta, el viraje de la Iglesia de base, convirtiéndose al peronismo, fue muy profundo. Se supone que la relación con el Papa será mucho más cercana", puntualiza.
Di Stefano, en tanto, relativiza esa posibilidad. "Aunque los motivos de tensión y las rispideces son tan antiguos como el peronismo, en la actualidad son otros los motivos de desconfianza: no se trata del peronismo, sino del kirchnerismo. Hay que recordar la relación difícil que entablaron Bergoglio y los Kirchner y ciertas medidas que desagradaron entonces al Episcopado. Hay otros ejemplos, como el hecho de que la expresidenta y otros legisladores kirchneristas hayan votado a favor de la despenalización del aborto el año pasado".
Por su parte, Velasco también es cauto a la hora de mirar hacia el futuro. Y recuerda que hay ciertos temas que son sensibles para la Iglesia. Y que lo seguirán siendo, independientemente de quien gobierne. "Estos temas son la pobreza y la exclusión, el aborto -y Alberto Fernández ya dejó en claro que impulsará primero la despenalización y luego su legalización-, y la educación, con la convicción de que la primera educadora es la familia y no el Estado".
En el vínculo Estado-Iglesia son enormes los desafíos que se avecinan. Resta saber si en la próxima gestión de gobierno los unirá el amor o el espanto.