¿Ideología o pragmatismo?
¿Qué se necesita para gobernar? ¿Ideología o pragmatismo? ¿En qué difieren? ¿Qué relación tiene el Gobierno con estas categorías? En su paso por Buenos Aires como invitado del programa Argentina 2030, el psicólogo cognitivo de la Universidad de Harvard Steven Pinker remarcó que "si buscamos qué sociedades son felices, prósperas, exitosas, y cuáles resultaron desastrosas, las sociedades exitosas tienen una mezcla de derecha e izquierda". La contracara de esto es que si aceptamos de forma ciega todo lo que viene de la izquierda o de la derecha, necesariamente nos equivocaremos.
Son interesantes las consecuencias de esta postura para nuestra toma de decisiones. Si seguimos a Pinker, el mecanismo para tomar una decisión política no pasa por tener un cuerpo de creencias determinado, como un dogma, y deducir de ahí conclusiones. En sentido contrario, hay que primero poner sobre la mesa los problemas particulares e ir a buscar las herramientas que mejor funcionen para solucionarlos, sin importar tanto de dónde vengan. En este marco, definir problemas es aún más importante que definir ideologías.
En América Latina , las categorías de "izquierda" y "derecha" dejan muchos fenómenos en la oscuridad. La izquierda incluye a Bachelet o a Mujica en el mismo conjunto que a Evo Morales o, en el límite, Chávez y Maduro. La derecha incluye a Duque y a Piñera , pero también a Bolsonaro . Pensar la región y sus problemas desde las categorías políticas tradicionales no permite ver, en particular, las decisiones específicas que países distintos tomaron ante dificultades muchas veces similares. ¿Se podría haber transformado Medellín sin políticas sobre las fuerzas de seguridad que en la Argentina asociaríamos con la derecha? ¿Se habría logrado sin las reformas en integración urbana que entendemos que son de izquierda?
En nuestro país, algunos ven en Macri un presidente de derecha por el valor que asigna a la seguridad, el orden y los aspectos más ortodoxos de las medidas económicas. Pero esto convive con críticas de conservadores y "libertarios", que apuntan sus cañones al aparato de desarrollo social estatal y a las políticas de género, diversidad y derechos humanos. Ante un tipo de liderazgo distinto, más centrado en problemas que en dogmas, poner etiquetas se vuelve difícil con un gobierno que impulsó un proyecto de urbanización de barrios populares inédito en la historia argentina y, a la vez, se esfuerza por reducir el déficit fiscal.
En verdad, más que de derecha o de izquierda, la biblioteca que mejor caracteriza al experimento gubernamental de Cambiemos es la de John Dewey y el pragmatismo: juzgar la verdad de las cosas por los efectos comprobables y efectivos que tienen en la realidad. Haciendo una simplificación extrema, se parece más al marco conceptual de un ingeniero, en el que es más importante el problema y su solución que discutir el libro en el que circunstancialmente la encontremos.
El kirchnerismo hizo lo opuesto: construyó un modelo ideológico e intentó convencer a la ciudadanía de que ese modelo reflejaba la realidad. No se puede negar el atractivo militante: enemigos bien definidos, coherencia teórica y conclusiones certeras. Visto de este modo, aparece otra dimensión de su desprecio por las estadísticas: pesaba más que el modelo tuviera a los pobres en sus primeros mandamientos que la realidad efectiva de si las decisiones de gobierno lograban disminuir la pobreza. Definir ideologías era más importante que solucionar problemas.
En las antípodas, el gobierno actual necesitó recuperar las estadísticas públicas para poder definir mejor los problemas y saber si las medidas tomadas para solucionarlos funcionaban. Ahora, a falta de dogmas, la política pública se vuelve más experimental, pareciéndose más al trabajo de un científico que al de un ideólogo, y sabiendo que no hay ninguna receta que se aplique in toto a todo país y a todo momento. Liberados de los dogmas, los gobiernos pueden admitir sus errores, extraer de ellos mejores diagnósticos y diseñar mejores soluciones.
No es raro que, en un sistema político acostumbrado a propuestas ideologizadas y solemnes, una actitud gubernamental pragmática genere incomodidad. Pero para construir esa sociedad feliz y próspera de la que habla Pinker hay que abandonar la idea de que gobernar es discutir ideologías. Mucho más útil parece ser, en cambio, enfatizar en los problemas: definirlos bien, buscar y respetar la evidencia y proponer, hasta alcanzar el éxito, herramientas para superarlos.
Director de Argentina 2030 en la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación