Ideas de nadie, ideas de todos: Juliana Laffitte, Manuel Mendanha y Sergio Bizzio
Arte y literatura. Los integrantes del grupo Mondongo están realizando con el escritor dibujos que serán parte de una muestra y un libro. Discípulos de Rodolfo Fogwill, los tres reconocen la importancia de la crítica de un maestro en el proceso creativo
El retrato de Rodolfo Enrique Fogwill –Quique, para sus amigos– reaparece en la última creación de Mondongo. La pareja de artistas, formada por Juliana Laffitte y Manuel Mendanha, se autorretrató debajo del escritor en el retablo dominado por una vista panorámica de la Villa 31. Realizada en madera y plastilina, de más de dos metros de alto, la obra dejará pronto el sótano de un taller de Palermo para viajar a dos importantes museos de Los Ángeles y Houston.
“Ésta fue una idea de Bizzio”, dice Mendanha mientras señala en el paisaje un edificio en llamas, ubicado en pleno microcentro porteño. Se refiere a Sergio Bizzio, autor de novelas como Rabia y Era el cielo, que además es director de cine, guionista, músico, dramaturgo y poeta. Esta prolífica vida creativa comenzó con el dibujo, según el escritor, casado con la cineasta Lucía Puenzo, que ya expuso en Belleza y Felicidad y en Miau Miau. Desde hace meses trabaja con Mondongo en una serie de obras sobre papel que el año próximo integrarán una muestra y un libro.
Esta experiencia “es como un pequeño rito”, agrega Mendanha, habituado a trabajar en forma multidisciplinaria. Él y su mujer destinan desde el año pasado la vidriera del taller a exhibir obras de otros artistas, como el film Transiberiano de Mariano Llinás o la performance realizada durante la bienal BP15 por José Fogwill, hijo de Rodolfo. Este último, fallecido en 2010, conectó al grupo Mondongo con Bizzio. Gran amigo de los tres, fue también un crítico ácido que los ayudó a reflexionar sobre su trabajo. La unión dio sus frutos: el dúo de artistas proyecta realizar la escenografía de la obra teatral inspirada en Rabia, después de haber ilustrado la tapa del libro En el bosque del sonambulismo sexual.
El rito al que se consagran desde enero consiste en reunirse una vez por semana a completar un apasionante círculo virtuoso. Con música de fondo y casi sin hablar, se sientan muy cerca en una misma mesa. Toman una hoja cada uno y usan distintos materiales –desde el lápiz hasta el fuego– para plasmar la imagen que les surja sobre cualquier tema. Minutos más tarde, cuando alguno dice “paso”, entregan la hoja a quien se sienta a su derecha, reciben por la izquierda y continúan lo que hizo el anterior. Algo similar al “cadáver exquisito” inventado por los surrealistas, sólo que en este caso está permitido mirar la producción previa.
Los tres coinciden en que esta práctica alquímica surgió sin más expectativas que experimentar y divertirse, pero fue ganando fuerza y no para de crecer. Ya llenaron una sala con 400 dibujos realizados bajo una única condición: libertad absoluta.
LN: –¿Cómo funciona este proceso creativo?
JL: –Para nosotros dos es un proceso de trabajo diferente a lo que hacemos habitualmente, que es algo lento, de procesos largos, de trabajo minucioso...
MM: –Cuando terminamos veo un montón de ideas juntas, velozmente expresadas. Es un diálogo que me hace pensar en muchas cosas. Es muy placentero.
SB: –El otro día hablábamos de que esto tal vez tenga algo de la mecánica del sumi-e, la metodología de arte japonés. Es como una observación detenida, sin plasmarla, hasta el día en que sentís que eso está muy claro y de golpe lo pintás en dos trazos.
MM: –Son evocaciones, ideas que surgen de inmediato. Porque estás evocando todas las ideas que tuviste en la cabeza durante años.
LN: –¿Hay temas que se repiten?
SB: –Alguna vez hablamos de trabajar un tema, pero lo hicimos una sola vez. Queríamos hacer una versión onírica del Kama-Sutra.
MM: –Es todo muy onírico. Al estar tres mentes planeando ideas, se transforma en algo onírico indefectiblemente... No surrealista. Es como mirar una mente, en un punto.
LN: –Sergio, ¿es la primera vez que hacés algo de este estilo?
SB: –Sí. Para mí es como tocar con Lennon y McCartney. Yo soy principalmente un escritor.
LN: –Pero hacés todo tipo de cosas. ¿Te seguís definiendo como escritor?
SB: –¿Qué es uno? Como decía Borges: “Decir yo soy esto, soy esto, soy esto, es una manera fatigosa de decir no soy nada”. Soy principalmente un escritor porque es lo que más hago. Como escritor me siento atraído en particular por la transparencia y por el despojamiento, y esto que estamos haciendo con los chicos me parece que son dibujos muy claros, muy transparentes también. Incluso son muy despojados. El único terreno donde se vuelven complejos, donde pierden la sencillez pero en el buen sentido, es en el de las ideas. Me parece que todos los dibujos tienen por lo menos una idea. Algunos, hasta seis ideas. Eso es muy estimulante.
LN: –Manuel y Juliana, ¿por qué les interesa tanto el trabajo interdisciplinario?
MM: –Para empezar, nosotros descreemos de la noción de autoría. La experiencia nos dicta que es más enriquecedor compartir y dialogar con los otros. Dibujamos a solas y pensamos solos, pero cuando realizamos obras el diálogo es mucho más interesante. Consigo cosas mucho más elevadas que en soledad.
LN: –¿Creen que el proceso creativo de los artistas cambió en los últimos años? ¿Que es mucho más interdisciplinario en general?
MM: –Puede ser.
JL: –En nuestro caso es porque nos juntamos con los amigos, en general. No es una estrategia.
MM: –Creemos que encontrar a alguien con quien dialogar es alucinante. Es muy difícil, cada vez más. La panacea es charlar con alguien y trabajar en forma simultánea.
SB: –En cierto sentido, esto es como haber dinamitado la Avenida 9 de Julio. Yo tengo una teoría: antes de que hicieran la 9 de Julio, los escritores se encontraban en un bar en Corrientes y Uruguay, y los músicos, en Corrientes y Esmeralda, cerca de los pintores. Se juntaban, estaban en permanente contacto porque era muy fácil ir de un lugar al otro. Entonces las letras estaban escritas por poetas, el arte de las tapas de los discos lo hacían artistas plásticos... Pero cuando hicieron la 9 de Julio se separaron, porque era complicado ir de un bar al otro.
LN: –Los tres fueron amigos de Fogwill. ¿Lo consideran un maestro?
MM: –En algún punto sí. También era un amigo, pero aprendí muchísimo a su lado. Quique se paraba en un lugar muy lejano de donde estábamos produciendo y era muy interesante. Como un sparring... Te hacía escucharlo o plantarte más fuerte en tu lugar.
LN: –¿Qué es lo que más rescatan de esa amistad?
JL: –Más allá de la genialidad que emanaba constantemente, él nos ayudaba a pensar. De repente venía y decía: “Esta serie que van a hacer me parece una porquería, un espanto total. Y si la siguen haciendo, no vengo más”. Eso ha pasado, desapareció por un año y medio. Nos ponía en lugares de pensamiento diferentes.
MM: –Era una persona que se plantaba delante de vos y siempre te modificaba. Creo que eso es lo más valioso que me dejó.
LN: –Su influencia fue muy fuerte. Para que su cara siga apareciendo en las obras actuales...
MM: –Es que era parte del proceso creativo.
LN: –Para vos, Sergio, ¿qué significó?
SB: –Yo tuve una amistad muy larga con Quique, incluso vivió un año en mi casa. Conté todo eso en una biografía coral que publicó Patricio Zunini en Mansalva.
LN: –¿Con vos también ejerció la crítica de esa manera?
SB: –En cierto sentido, sí. Yo empezaba a escribir cuando él ya era todo un escritor. Era un lector extraordinariamente agudo, no se le escapaba nada... Era inteligentísimo, así que era muy interesante lo que me podía decir. Habría sido un idiota si no lo hubiera escuchado.
LN: –¿Qué importancia tiene el maestro en la tarea creativa?
MM: –Es el que te va pasando la antorcha, te va abriendo miles de posibilidades. Aunque se dedique a otras disciplinas. Las formas de hacer son siempre las mismas. Te enseña cosas que se pueden aplicar a la literatura, a la pintura o a la música... Las disciplinas no importan. Es muy importante que la gente de experiencia opine y te abra caminos. Para mí es fundamental.
LN: –Manuel, ¿por qué decís que no creés en la autoría de las ideas?
MM: –Porque uno encuentra uniones y conexiones con gente para transformarse en una especie de canal, de algo que está en el aire.
JL: –En el trabajo colectivo se desdibuja totalmente la autoría. Cuando trabajás de a muchos en una obra, decís: “¿A quién se le ocurrió esto?”. Y por ahí se le ocurrió a uno pero porque otro le tiró una palabra que lo despertó...
LN: –¿El ego se disuelve también?
JL: –Eso no sabría decirte... [Risas]
MM: –Ojalá.
SB: –Las ideas en realidad no son de nadie. Hay uno que las dice, pero son ideas que aparecen en el trabajo con el otro. En ese sentido las ideas son de todos, todo el tiempo.
MM: –Cuando tenés esa visión te relajás mucho, además. Estás mucho más abierto a escuchar, a ver dónde está la potencia de la idea que está surgiendo.
LN: –Vale más la idea en sí misma que la autoría.
MM: –Siempre. Para nosotros.
LN: –¿Qué lugar ocupan la lectura en la obra de Mondongo y las artes visuales en la obra de Bizzio?
JL: –La lectura es fundamental. Es como Internet, como la familia...
MM: –Pero la lectura, específicamente para mí, es fundamental. Muchas de las ideas las construyo leyendo.
JL: –Es una pata del espíritu.
LN: –¿Qué suelen leer?
JL: –Yo, de todo. Ahora estoy leyendo cuentos de Lamborghini.
MM: –Ensayos, literatura clásica... De todo. Soy un lector constante.
LN: –¿Y vos, Sergio? ¿Solés ir a muestras de arte?
SB: –Sí. Yo creo hacer una literatura muy visual. Y desde que empecé a trabajar con los chicos, a veces me despierto a la mañana pensando en imágenes. Tomo notas mentales, o busco en Internet alguna fotografía que me sirva como referencia, y después vengo acá y no es lo que hago. O si lo hago, lo hago mal. Me parece que todo lo que uno prepara se desvanece cuando bajamos la vista sobre la primera hoja.
LN: –Es un presente absoluto.
Los tres a coro: –Sí.
MM: –Es dejarse guiar por la química del momento.
JL: –Y cuando terminamos, los miramos y nunca sabemos bien qué onda tienen pero es la onda del día. Cada sesión tiene una energía que es muy particular de ese día.
LN: –Sergio, ¿sentís que esta tarea tiene repercusiones en tu escritura?
SB: –Más que tener repercusiones, creo que armoniza de algún modo. Porque lo que estoy trabajando ahora justamente tiene que ver con el carácter de lo que estamos haciendo con los chicos. Publiqué una novela, Mi vida en Huel, que es completamente onírica. Hay una relación. Pero no podría ni querría definirla de una manera mentirosa. Me parece que en lo que estoy escribiendo y en lo que estamos haciendo con los chicos hay algo que tiene que ver con la experimentación.
MM: –En realidad, la obra es el proceso creativo, el proceso de pensamiento, que después aparece en las hojas. La obra es el trabajo colectivo y ver hacia dónde se deriva. Porque no sabés dónde terminará.
LN: –¿Qué lugar tiene la experimentación en la obra de los tres?
MM: –Para mí es fundamental. Cuando estamos haciendo una serie que ya está cerrada, estoy totalmente aburrido. La parte que más me interesa es cuando estoy tratando de descubrir algo, como lo que pasa acá.
LN: –No saber adónde están yendo.
MM: –O sí saber y buscar en una dirección que es un poco desconocida. Quiero llegar a ese lugar y en medio del proceso pasan un montón de cosas. Incluso, a veces, tenías la destinación fijada y llegás a otra.
LN: –¿Y para vos, Sergio?
SB: –Para mí éste es el lugar de la experimentación. No sé cómo se podría definir. Se me ocurre la palabra juego, pero al mismo tiempo es una experimentación seria.
LN: –¿Te sentís más libre en este ámbito que cuando escribís, por ejemplo?
SB: –Son maneras de trabajar muy distintas... Yo escribo y vuelvo sobre lo que escribo, corrijo o reversiono... Acá no volvemos sobre eso, por lo menos hasta ahora. Estos dibujos son como raptos, como tres plumazos sobre el papel. Es lo más divertido del mundo.
MM: –Vas encontrando posibilidades, aparecen en el camino. El proceso creativo es muy excitante y veloz.
SB: –Hay días en que tenemos que parar porque estamos agotados físicamente. Queremos seguir y no podemos.
LN: –Manuel, me gustó lo que decías de convertirte en canal... ¿Cómo se hace para lograr eso?
MM: –Cuando se habla de algún tema hay que tratar de relajarse y escuchar la mejor versión de lo que se está diciendo. E ir para ese lado sin tratar de imponerse. Si uno trata de imponerse, empiezan a cerrarse las puertas. Tratar de ver qué dicta el momento, la química de lo que está sucediendo. En todos los ámbitos, me parece.
LN: –Y poner en pausa la crítica también, ¿no?
MM: –No, la crítica es muy valiosa.
LN: –Me refiero a la crítica que bloquea.
JL: –Entre nosotros no se ejerce.
SB: –Cero. Éste es el reino de la libertad absoluta.
MM: –Yo busco eso: la libertad.
JL: –Ahí está la gracia de esto, me parece.
LN: –Que todo está permitido.
JL: –Sí, sí, sí.
SB: –Hacemos observaciones, pero son mínimas. Es el reino de la cortesía, en un punto. Meterse en ese flujo, en esa velocidad de creación, es muy lindo. Detenerse a observar críticamente lo que se hizo es un momento posterior. No mientras estamos haciendo los dibujos.
MM: –Cuando terminamos la jornada decimos: “Esto me gusta, esto no me gusta...”
LN: –Pero es más una selección que una crítica destructiva.
MM: –Igual, cuando las obras están terminadas, adoro las críticas.
SB: –Además, quizá muy sutilmente, ejercemos la crítica en el mismo giro de la hoja también. Tratando de desviar el dibujo...
MM: –O de llevarlo hacia algún lugar, censurando una parte... Ha pasado.
SB: –Es como una crítica activa.
MM: –Es una crítica del diálogo. Opinar algo distinto de lo que está opinando el otro.
SB: –Pero con el dibujo.
LN: –Integrando lo anterior.
JL: –Sí, es totalmente diferente a nuestra otra etapa, cuando trabajábamos de a tres [con Agustina Picasso, que dejó el grupo en 2008 al casarse con Matt Groening], entonces sí se ejercía la crítica despiadada. Había que fortalecerse. Más allá de que siempre bajar el copete para nosotros es filosóficamente lo que vale, porque lo único que vale es la obra.
SERGIO BIZZIO
Escritor, cineasta, músico, dramaturgo y poeta
Autor de más de una veintena de libros, entre los cuales se destacan las novelas Rabia y Era el cielo, integra la banda de rock Súper Siempre, con Francisco Garamona, Alfredo Prior y Alan Courtis. Casado con la cineasta Lucía Puenzo, dirigió películas como Bomba (2013) y Animalada (2000).
JULIANA LAFFITTE
Artista
Integra desde 1999 el grupo Mondongo con Manuel Mendanha, padre de su hija, Francisca. Famosos a nivel internacional por su experimentación con materiales no convencionales –desde preservativos hasta galletitas, chicles y carne–, en 2004 retrataron por encargo a la familia real española con espejitos de colores.
MANUEL MENDANHA
Artista
Es el otro miembro del grupo Mondongo, que hasta 2008 integró también Agustina Picasso. En los últimos tres años expusieron en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en el Museo de Bellas Artes de Houston y en el Maxxi de Roma. Sus obras también se exhibieron en España, Bélgica, Suiza, Dubái y el sudeste asiático.