Ideas anacrónicas, autoritarias y estatistas alejan al kirchnerismo del votante medio
Aunque Massa carece aún de un plan de estabilización integral, coherente y bien diseñado, su visión apunta a un país diferente del que surge de los conceptos fracasados del ala más dura del FDT
- 6 minutos de lectura'
El FDT debería disfrutar el momento: logró frenar su dinámica autodestructiva y, con la irrupción de Sergio Massa, llenar aunque sea provisoriamente el vacío de poder que hasta hace dos semanas precipitaba una crisis económica e institucional gigantesca y terminal. Los problemas siguen siendo los mismos y las potenciales soluciones, dolorosas, apenas están siendo enunciadas y de forma parcial mientras dejan dudas respecto de la eficacia de su eventual implementación. Por eso continúa el drenaje de reservas, los mercados miran con desconfianza y los gobernadores peronistas esperan el desarrollo de los acontecimientos: una nueva ráfaga de inestabilidad financiera volvería a generar enorme conmoción.
En un contexto de tamaña fragilidad, la reversión a la territorialidad como fuente de legitimidad y corrección del rumbo les daría un renovado protagonismo. “Para eso se quedó Manzur”, afirma un senador oficialista. A pesar de que la antorcha de las pujas internas de poder fue recogida por JxC, que trata de demostrar que los comportamientos suicidas son compartidos por los protagonistas de la decadente vida política nacional, el desahogo del oficialismo no alcanza a ser completo: muestras palmarias de absurdos extravíos conceptuales, estatismo extremo y autoritarismo fascistoide empañan el claro intento de definir una agenda de problemas que, comenzando por la inflación, empaticen con las preocupaciones de la sociedad.
El desplazado presidente insiste con su cantinela del “Estado presente” como garantía de igualdad y justicia social en un país en que los comportamientos anómicos son cada vez más graves y frecuentes. Además, se imprimieron tantos billetes que nos quedamos sin moneda, la inflación se acelera y licua los ingresos, se registra un notable aumento de la criminalidad (no solo en Rosario) y la crisis ambiental empeora a diario. Pocas veces fue tan extraordinaria la distancia entre narrativa (o deseos) y realidad. Por su parte, la Cancillería volvió a demostrar comportamientos alarmantes: luego de tomar partido por China en las recientes tensiones con Taiwán por la visita de Nancy Pelosi y de condenar a Israel por responder a los bombardeos de la Jihad Islámica desde Gaza, consideró oficialmente que Cuba, Nicaragua y Venezuela tienen sistemas democráticos de gobierno.
Esto no fue todo: tanto el siempre polémico Andrés “Cuervo” Larroque como el moderado Eduardo “Wado” de Pedro agregaron lo suyo. El primero ignoró al propio Perón en su máxima “primero la patria, luego el movimiento y después los hombres”: en un tuit afirmó que “sin Cristina no hay peronismo”. “No hay que hacerse mucho problema con esta declaración: la preocupación principal de los chicos de La Cámpora es otra: ‘Sin Cristina no hay caja para nosotros’”, afirmó un viejo baquiano del peronismo. Semejante expresión de debilidad se vincula con la causa Vialidad, que desvela a la vicepresidenta. Pero no solo. Larroque agregó: “Sin peronismo no hay país”. Esto se explica por la crisis de identidad que sufre un sector del oficialismo con la irrupción de Massa en el gabinete. Obligados a “militar el ajuste” y contener las reacciones de muchos exponentes del sentido común del nacional-populismo, en La Cámpora apuntan a limitar los efectos colaterales del pragmatismo con pinceladas de retórica caudillista.
Es entendible: sin candidato, con el liderazgo político frágil de CFK y, dadas las circunstancias, con escasas chances de recuperación, el FDT se aferra a la suerte de Massa para aspirar a una derrota honorable en las próximas elecciones presidenciales. Si la alquimia que propone el extitular de la Cámara baja resultase exitosa, se proyectaría como indiscutido candidato. Un resultado más moderado lo convertiría en un piloto de tormentas con chances de aspirar, si lo quisiera, a una sobrevida como dirigente nacional. Si, por el contrario, sus esfuerzos no tuvieran impacto (algunos consideran que el poder de daño de Alberto Fernández sigue siendo relevante, en especial por su capacidad para frenar designaciones y otras decisiones desde la Secretaría Legal y Técnica) la crisis volvería a espiralizarse. En ese escenario, CFK vería su estatus de líder aún más comprometido. En síntesis, tiene poco para ganar y mucho para perder. Lo contrario que el “superministro”. Aun cuando sus chances son limitadas, arriesga un capital político acotado. En cualquier caso, cruje el equilibrio de poder. La vocación de fe movimientista, caudillista y de culto al líder que promueven los exjóvenes de La Cámpora puede considerarse una reacción a eso.
Wado dio otra muestra de anacronismo en un reciente acto en el Archivo General de la Nación, invocando que las Fuerzas Armadas (FF.AA.) se involucren en un proyecto conjunto para que el país “funcione”. Es cierto que el peronismo, incluidos Montoneros y otros sectores de “izquierda”, siempre experimentó una fascinación por el mundo castrense. Basta recordar el Operativo Dorrego que unió en 1973 a la Juventud Peronista y al Ejército para realizar tareas comunitarias en un país con solo un 5% de pobreza y un déficit de infraestructura física que hoy sería una utopía en este territorio descapitalizado. Por su parte, Néstor Kirchner mantuvo un excelente vínculo con las Fuerzas Armadas, tanto desde su rol de intendente de Río Gallegos como de gobernador de Santa Cruz. Aun con el relato crítico construido a través de los elementos simbólicos (como mandar a bajar el famoso cuadro de Videla en la ESMA), los acercamientos del kirchnerismo con las FF.AA. tuvieron otro hito cuando se intentó convertirlas en un pilar del disparate hegemónico conocido como “Cristina eterna”: sin una pata “burocrático-autoritaria”, esa ensoñación autocrática era imposible. A pesar de los esfuerzos de César Milani, la iniciativa fracasó por el profesionalismo y la despolitización de las FF.AA.
El recorrido histórico es importante porque De Pedro las reivindica no como un actor fundamental de la soberanía y la defensa del territorio en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (algo que de todas formas sería imposible para una institución cuyo presupuesto es exiguo, muy por debajo del promedio de los países de la región), sino para restaurar su cuestionable papel en la planificación y el desarrollo industrial: el modelo de sustitución de importaciones vigente desde el golpe de 1930 y que configuró una matriz estatal sobredimensionada, ineficiente y corrupta que fue el origen del drama inflacionario que aún padece el país.
Lejos de mirar hacia el futuro, el kirchnerismo se abraza a valores y conceptos anacrónicos y fracasados. Aunque Massa carece aún de un plan de estabilización integral, coherente y bien diseñado y se duda de que pueda llegar a implementarlo, su visión apunta a un país diferente al que surge de estas expresiones tan disonantes. Además, se trata de una configuración valórica muy lejana al votante medio: un estudio reciente de D’Alessio IROL-Berensztein detectó que predomina el electorado moderado, con una ligera inclinación hacia la derecha y un fuerte rechazo a los extremos. Además, un 69% quiere reducir el Estado y solo un 25% coincide con cerrar la economía (en general votantes del FDT). Eso no es todo: apenas un 22% considera que todos somos iguales ante la ley. Los privilegios abundan, según este sondeo, no solo en términos de distribución de la riqueza, sino sobre todo en materia de bienes públicos, como la Justicia.