Hundir a la Argentina
“La Argentina está compuesta por millones de habitantes que quieren hundirla, pero no lo logran” (De Cantinflas)
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Una mujer de 91 años, Nuria, iba cargada con la compra del supermercado. Llevaba a cuestas dos bolsas, además de una cartera. Otra mujer mucho más joven, Beatriz, que manejaba una moto, se dio cuenta de que Nuria tenía los cordones desatados. Se lo advirtió a la anciana, quien le agradeció, pero sin poder ocultar su impotencia. No podía resolver algo tan simple y tan peligroso a la vez. Beatriz no lo dudó: detuvo la moto, se bajó y, con el casco puesto, le ató los zapatos a Nuria. Terminada la faena, la mujer cuyo rostro Nuria no conoció partió rauda. No dejó rastro. Ocurrió en Barcelona.
Nuria hubiera querido abrazarla, pero no pudo por la misma razón que le impedía anudarse el calzado. Cuando llegó a su casa, decidió contar la historia en una carta al director de La Vanguardia. La noticia fue leída en un programa de radio que se comunicó con Nuria para entrevistarla. La nota salió al aire y fue escuchada por Beatriz, quien envió otra carta a La Vanguardia. Solo firmó con sus iniciales y le restó importancia al gesto que todos le destacaban. El diario fue por más: reunió a ambas. Fue entonces cuando Beatriz se presentó en casa de Nuria con flores. Nuria le regaló rosas y un libro suyo de cuentos infantiles con esta frase: “Los cuentos no se han hecho para dormir a los niños, sino para despertar a los adultos”.
La historia fue contada por el columnista del diario El País Manuel Jabois, quien escribió: “El día en que los periódicos dediquen sus portadas a las buenas noticias deberíamos empezar a preocuparnos porque significa que lo bueno, y no lo malo, es extraordinario. Pero menudo aire entra en ellos cuando alguien se baja de su moto a atarle los cordones a una anciana que no puede, y la anciana, al llegar a su casa, decide que es lo suficientemente importante para contarlo. Y que podamos así hablar un rato de ella sacudiéndonos el polvo que habitualmente metemos en sus casas”.
Se nos ocurrió compartírsela, querido lector, tras una semana como la que pasamos, cargada de violencia: discursos deslenguados, ombliguistas vengativos, culpables panicosos e inocentes indefensos. Piedrazos –otra vez piedrazos–, bombas molotov y hasta una granada por si todas las monstruosidades anteriores no alcanzaban.
“La Argentina está compuesta por millones de habitantes que quieren hundirla, pero no lo logran”, dijo hace muchos años el recordado Cantinflas. Si ha sido así hasta ahora fue por obra de las Nurias, las Beatrices, los Juanes y los Pedros que han venido peleando pacíficamente y lo seguirán haciendo para tratar de revertir el ácido diagnóstico del comediante mexicano.