Hugo Juri: "Las universidades son conservadoras hacia adentro"
Crítico. En el año del centenario de la Reforma Universitaria, el rector de la Universidad Nacional de Córdoba sostiene que la educación es "un bien social" y que su actual deterioro afecta a toda la población
Córdoba.- Defensor de la universidad pública y gratuita, el rector de la Universidad Nacional de Córdoba, Hugo Juri, llegó a su función tras ganar una elección en la que derrotó al kirchnerista Francisco Tamarit. La agenda le marca un hecho de considerable simbolismo: en junio de este año se celebrarán los 100 años de la Reforma Universitaria. Juri considera que ese movimiento gestado en 1918 dejó una huella imborrable: "El legado es el modelo de universidad pública latinoamericana, que también tuvo su impacto en Europa".
Sin embargo, y aunque destaca el inmenso aporte de los intelectuales reformistas, advierte sobre una deuda que aquella experiencia no habría logrado saldar: "el conservadurismo de las universidades aún persiste en el mundo. Son muy progresistas hacia afuera, pero muy conservadoras hacia adentro".
Asimismo, se muestra preocupado por el deterioro de la educación argentina, del cual considera responsables tanto al Estado como a la caída del viejo contrato entre la familia y la escuela. "Hay más de una generación involucrada en este proceso", sostiene. Y ubica lo que podría ser un punto de quiebre: la Noche de los Bastones Largos, el nefasto episodio ocurrido en 1966, luego de que Arturo Illia fuera derrocado.
"La Argentina hoy tiene menos de un libro por casa", insiste, e indica que se trata de un promedio muy por debajo del que se registra en países como Chile o Uruguay. Desde su punto de vista, la clave para salir del atolladero actual está en lograr un nuevo consenso que ubique a la educación a la cabeza de la agenda pública. Además de afianzar la formación de los planteles pedagógicos: "La principal herramienta para mejorar el sistema educativo es el docente", afirma.
La historia quiere que usted esté al frente de la Universidad de Córdoba durante el centenario de la Reforma Universitaria.
El modelo de universidad pública latinoamericana es un gran legado de la Reforma, que tuvo su impacto en Europa. En muchos países se interpreta de diferente manera, pero lo importante es el espíritu, aquella idea de que había que generar una universidad más abierta a la sociedad. Algo de absoluta necesidad hoy, cuando la educación superior es lo que hace 30 años en la Argentina era la educación secundaria. Hace tres décadas era necesario universalizar la educación secundaria: hasta ese momento había sido muy elitista, pero los progresos científicos y tecnológicos la convirtieron en una necesidad para toda la población. La tendencia hoy es la universalización de la educación superior, algo que, conceptualmente, planteaba la universidad reformista. La eclosión se produjo en Córdoba, tal vez por dos razones. Primero, porque había un grupo de intelectuales que venía trabajando en el tema, entre los que se contaba Deodoro Roca. Segundo, porque la Universidad de Córdoba era probablemente la más conservadora del país. Por eso se plantearon una serie de temas; entre otras, traer profesores de Europa. Ya Sarmiento decía que nuestra universidad tenía un pensamiento demasiado cristalizado y sin avances científicos. Los reformistas plantearon la periodicidad de la cátedra y también la cátedra paralela, para que el estudiante pudiera elegir al profesor. Se instaló la libertad de cátedra. Hoy eso es un tema que se da a nivel global. Por ejemplo, en Córdoba estamos dando un curso on line sobre ondas gravitacionales que está dictando Gabriela González, con menos alumnos de la Argentina que de México o de países del sudeste asiático.
Todo proceso de esta naturaleza también admite puntos oscuros o aspectos negativos. ¿La Reforma los tuvo?
Lo malo es el conservadurismo de las universidades, que aún persiste en todo el mundo. Las universidades son muy progresistas para afuera pero muy conservadoras para adentro. Entonces, mientras más antigua es una universidad, más difícil resulta modificar las estructuras tradicionales. Lo positivo es la unión latinoamericana en temas de educación. También en aquel momento se dijo cómo debía ser el gobierno de la universidad, con la participación de diversos sectores. Obviamente, hacía un año que había asumido Hipólito Yrigoyen. Eso fue muy bueno y ahora, en el siglo XXI, ya se aplica la elección directa de la conducción, con participación de alumnos y profesores.
¿Cuándo comenzó el gran deterioro de la educación argentina?
Es difícil ponerle una fecha al quiebre, pero si habría que buscar un día, sería el de la Noche de los Bastones Largos, luego de la caída de Arturo Illia. En ese momento, la educación argentina en general era muy buena. Se impulsaba la universalización, la educación era el Norte de los gobiernos, la comunión entre la escuela y la familia era permanente. Quizás haya sido el contrato social más importante del país.
En contraste, hoy la calidad educativa aparece debilitada, según señalan la mayoría de las pruebas de evaluación del conocimiento de los estudiantes.
La Argentina tiene hoy menos de un libro por casa, contra dos o tres de promedio de Chile o Uruguay. La educación fue decayendo en forma lenta pero constante. Incluso se redujo la importancia que de la que gozaba en otros tiempos. Hay más de una generación involucrada en este proceso. Si la maestra me ponía una nota baja, mis padres iban al colegio a preguntar qué pasaba, pero no desconfiaban del docente. En la actualidad, por el contrario, hay una confrontación permanente, que se manifiesta en todos los niveles sociales. Algunos familiares le pegan al maestro, otros enjuician a la escuela. Se perdió ese contrato entre la familia y la escuela; probablemente existe cierta desmoralización en todo el sistema educativo y se deja hacer. Una encuesta dice que el 70 por ciento de los padres cree que la educación está mal, pero cuando le preguntan sobre la escuela de su hijo, el 70 por ciento dice que está bien. Una incongruencia.
¿Cuál es, en este marco, la responsabilidad de los gobiernos?
Obviamente, los gobiernos siempre tienen responsabilidad. Pero la particularidad de la educación es que siempre necesita consenso social. Y la educación no figura en el radar de los problemas sociales. A la cabeza de ese ránking están la inseguridad y el desempleo. La educación se ubica en el séptimo puesto. Seguramente si estuviera en los primeros lugares el Estado le prestaría más atención. La educación requiere cambios y mejorar la eficiencia, siempre. Y la principal herramienta para mejorarla es el docente. Entonces, la formación de esos docentes es central. Hay países, como por ejemplo Corea, que dijeron que sus maestros tienen que tener el mismo rango social y el mismo salario que los médicos, que son los que más ganan.
¿La educación en nuestro país es injusta?
Sí, sí. Es injusta y desigual, eso lo prueban los exámenes Pisa: Chile y nuestro país son los que tienen mayor desigualdad entre los mejores y los peores resultados. Hay aproximadamente dos años de conocimiento de diferencia. Pero ese no es el único problema argentino, porque ocurre que el sector con mejores resultados es muy bajo comparado con la mayoría de las naciones. Y no sólo con los europeos. Un estudio de Educar 2050 realizado en Buenos Aires, concluye que las escuelas de élite socieconómica tienen resultados peores en Matemática y en Ciencia que las escuelas de los sectores socioeconómicos más bajos de Vietnam, donde los padres de los alumnos son campesinos, analfabetos. O sea, el descenso de calidad ha traspasado todos los sectores sociales.
¿La universidad argentina perdió prestigio internacional?
No creo. Nosotros siempre tenemos esa visión, pero yo viví muchos años afuera del país, y no hay miradas generales. En el ranking en el que peor está la Universidad Nacional de Córdoba se sitúa, digamos, en el puesto 800 en el mundo. Pero Estados Unidos tiene cuatro mil universidades. Si uno va al azar a una casa de altos estudios de ese país, tiene más probabilidades de hacerlo en una que esté más abajo que más arriba de la Universidad Nacional de Córdoba. Pero sí es verdad que Estados Unidos tiene las diez mejores universidades... En todo caso, debemos preocuparnos por el prestigio, pero también por dar educación de alta calidad a todos.
¿Sigue defendiendo la universidad gratuita?
Por supuesto. La educación es un bien social. Nos llenamos la boca hablando de Finlandia: en ese país se brinda educación gratuita desde las aulas donde asisten chicos de tres años hasta los másters y doctorados. Estados Unidos tiene una filosofía diferente; no necesita tanta gente con educación superior. Si les hace falta gente con educación superior, la importan, como fue mi caso, y se acabó la historia. Pero nuestra cultura de gran clase media requiere de la masificación del conocimiento de calidad. También como mecanismo de cultura cívica. Hoy en los medios o en las redes se puede confundir mucho. Todos estos estudios basados en Big Data, por ejemplo, pueden traernos problemas. El conocimiento es una herramienta de construcción de la ciudadanía de las personas. Alberdi y Sarmiento defendían la educación para el trabajo y la educación para el ciudadano. Algo absolutamente necesario en el presente. Los gobiernos tienen que poner todo el esfuerzo, y las universidades deben mejorar su eficiencia interna. Debe mejorarse la eficiencia, no para ahorrar sino para brindar educación superior en cada pueblo del país.
¿Qué ocurre con los nuevos sistemas de carreras cortas o cursos especiales?
Nosotros adoptamos un sistema que en otros países latinoamericanos, como Nicaragua y Costa Rica, se llama de créditos. Esto quiere decir que se acreditan conocimientos. Cada crédito equivale a unas 30 horas, lo que quiere decir que una materia común de la universidad tiene unos 12 créditos. La Universidad de Córdoba dicta 2.600 materias, lo que habilita unos 30 mil créditos de conocimientos diferentes. Por eso se formó un consorcio con la Universidad de Buenos Aires (UBA), que tiene otros 100 mil créditos. De este modo, ambas casas de estudio tienen capacidad para conformar trayectos o carreras cortas. Le estamos dando a los sindicatos créditos de conocimiento a través de las universidades populares, por ejemplo.
La universidad popular es una iniciativa que tiene sus años, pero como concepto es al menos opinable. Su solo nombre remite a una orientación ideológica que en determinados contextos puede generar alguna confusión.
Es cierto, pero hay que utilizar la memoria colectiva y remitirse a 1965, durante la presidencia de Arturo Illia, quien sacó un decreto referido a quiénes podían utilizar el nombre "universidad". Y habilitó a las que estaban inscriptas en el Ministerio de Educación, excepto las universidades populares. La palabra es compuesta y no se puede ideologizar. Es como pan de carne, que no es pan. Una universidad popular no es una institución que da título de grado, sino que es una mezcla de escuela de artes y oficios, biblioteca popular, reunión de cultura política. La gente no asiste allí en busca de un título necesariamente, sino para adquirir un conocimiento o habilidades artísticas. Tienen ese nombre desde el siglo XIX y se crearon en Europa. Alemania, por ejemplo, tiene más de 1.500 universidades populares. De su nombre no debe inferirse una degradación de la calidad educativa.
¿En cuántas provincias existen universidades populares?
En la década de 1960 existían cientos de universidades populares. Incluso se creó una organización que las aglutinaba: Universidades Populares Argentinas (UPA), y anualmente la graduación se hacía en la Casa Rosada. Luego, con los golpes militares, este modelo de institución educativa desapareció. Sólo quedaron algunas, como por ejemplo la de la Boca o la de Belgrano, ambas en la Ciudad de Buenos Aires. También permanece una creada en Catamarca en los años 40. Son un buen vehículo para las centrales obreras o los Ministerios de Trabajo, para canalizar en lugares pequeños diferentes actividades generalmente reservadas para centros urbanos de mayor tamaño. Nosotros ya tenemos universidades populares en comunas de 800 habitantes.
Biografía
Hugo Juri nació en Córdoba en 1948. Es médico, docente e investigador. Estudió en Harvard y trabajó en las universidades de California y Nueva York. Fue ministro de Educación en el gobierno de Fernando de la Rúa. Es rector de la Universidad Nacional de Córdoba e integra la Academia Nacional de Educación.